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Expresiones proverbiales y dichos comunes son las flores de la retórica usadas por un hombre vulgar.
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Es preciso abrir los dientes para leer o hablar, articulando cada palabra claramente.
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No se debe exigir que todos sean buenos periodistas, pero sí que la forma de la letra sea clara y sin garabatos.
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'Adonde fueres, haz como vieres'. Quiero decir que, si alguna vez vais a un reino extranjero, os sujetéis a los usos y costumbres del pais.
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¡Cuántas veces el más sólido mérito ha sido mal recibido y desechado por falta de gracia, en tanto que un hombre con algunas prendas superficiales, poco saber y menos mérito, introducido por las gracias, ha sido recibido, querido y admirado!
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El que se equivoca y tiene la franqueza de confesarlo, obra con nobleza. El que trata de evadirse de alguna cosa por medio de una mentira, es un hombre despreciable y cobarde.
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No creáis que las buenas amistades se hacen de repente.
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Conoced el verdadero valor del tiempo; arrebatad, coged y gozad todos sus momentos. Fuera ociosidad, pereza y dilación: nunca suspendáis para el día siguiente lo que podías hacer hoy.
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La ocasión más oportuna para tratar de un negocio es la primera; pero el hombre de juicio señala el tiempo propio para el estudio y despacho de sus negocios. Las más de las veces se desperdicia mucho tiempo por mala elección, o falta de método en
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Catón se arrepintió de haber pasado un dia entero sin haber hecho nada.
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Ved como vuestro padre os enseña prácticamente a ser atentos y corteses con las damas.
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No andéis de puntillas, como si estuvieseis bailando, a no ser para pasar un charco; no corráis de una acera a la otra de la calle, porque os tendrían por locos.
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"El baile, dice el lord Chesterfield, aunque es un pasatiempo tonto y frivolo, es una de aquellas locuras con las cuales es preciso que los hombres de juicio se conformen algunas veces; y si se conforman, es preciso que lo hagan en regla."
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El ánimo, hijos míos, tiene necesidad de distraerse después de haberse ocupado algunas horas en asuntos serios; con este motivo se han imaginado los juegos.
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Antes de sentaros a la mesa debéis lavaros las manos si no las tenéis muy limpias.
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Por el modo de portaros en una sociedad, formarán las gentes que no os conozcan buena o mala opinión de vosotros; es pues muy importante que no os descuidéis sobre este punto.
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Antes de soltar la lengua informaos de los genios de aquellas personas con quienes estéis en sociedad, porque en todas partes abundan más las cabezas desarregladas, que las de sano juicio.
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El respeto debido a los padres y superiores me recuerda el que se debe a los ancianos. Hijos mios, honrad la vejez, tolerad sus faltas y sus achaques.
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No paséis mucho tiempo sin bañaros todo el cuerpo, y frotaros bien con una toalla; sobre todo debéis limpiaros los pies cuantas veces lo exija el estado en que se encuentren, particularmente en verano.
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Todo lo más principal que tenga que deciros acerca de la urbanidad se comprenderá en veinticuatro horas, al fin de las cuales vuelve a repetirse la misma tarea de trabajo y descanso.
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Lo que voy a enseñaros es el arte de haceros agradables a todos. Para esto es preciso observar una conducta relativa a la edad de cada uno, a la condición y rango que se tiene en la sociedad, y según las personas con quienes se trata.
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Si tenéis valor para hacer bien al que os ha hecho mal, respondo de vosotros; todas las demás virtudes os parecerán un juego.
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Parece a primera vista que nuestras pasiones y vicios deben dañar solamente a nosotros mismos; pero al mismo tiempo que nos depravan, son funestos a los que nos rodean.
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Esta tarde, hijos mios, examinaremos lo que es la virtud, y lo que debe hacer el hombre para adquirir el bello título de virtuoso.
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Si no es un deber moral el no hacer daño a los animales, al menos es un deber sentimental.
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No hagas a otro lo que no quisieras que otro te hiciera a tí.