¿Se está perdiendo el saludo?
La gente ya no saluda al entrar en un comercio, al entrar en una oficina o al encontrarse a alguien en la escalera
Aquí ya no saluda nadie. No se enseña a saludar
Haga la prueba: póngase en la cola del banco y dé usted los buenos días, a ver qué pasa. Lo que antes era una norma de educación elemental provoca hoy que lo miren a uno como si fuera un marciano. ¿O es sólo una impresión?
Son las 9.59 de la mañana, según el billete de autobús. El conductor del coche 1070 de Tussam se acaba de quedar con la vuelta de los buenos días y, no contento con eso, enfila sin piedad hacia el badén de piedra del Monasterio de la Cartuja pese a que 9 de cada 10 rostros denotan una clara preferencia por llegar vivos antes que por llegar pronto. Pero nadie dice nada.
Exigir modales, en lo que esto tiene de intromisión en la vida ajena, parece ahora cosa de mala educación. En el resto de Sevilla, tras un largo paseo que ocupa toda la mañana, la observación atenta de las buenas maneras sólo produce tres escenas dignas de mención:
- el tierno encuentro de dos viejas vecinas en San Juan de la Palma;
- el saludo permanente y de cuerpo entero, dirigido a todo el que pasa, del africano que vende pañuelos en San Jacinto con Pagés del Corro;
- y el que una ruborizada chacha centroamericana que pasea a una anciana en una sillita devuelve, deliciosa y furtivamente, a un operario apostado a modo de galán en la puerta de un súper de Asunción.
Es decir: los mayores y los inmigrantes.
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El interés por este asunto lo despertaba no hace mucho el dueño del bar Candelaria, Santi Martínez, cuando, hablando de otra cosa, decía: "Fíjate si hay poca educación que tú entras en un banco, por ejemplo, dando los buenos días, ¡y la gente te mira mal, como diciendo quién será éste o qué se creerá!" Y lo dice un muchacho que anda todavía por los treinta y tantos. "Estamos en una regresión", confirma Santiago Padilla, gerente de un gremio donde el saludo forma parte de los estándares de calidad: los hoteleros sevillanos. "Y esta pérdida va aparejada, creo yo, a la educación. De chicos nos enseñaban que cuando se llega a un sitio se saluda, cuando se recibe algo se dan las gracias... y eso ya no se enseña. El saludo ha quedado sólo para los conocidos, y eso de llegar a un sitio donde uno no conoce a nadie y saludar, ya no se ve. Incluso en los pueblos, y yo soy de pueblo, cada vez se ve menos." Para esta crónica se eligen tres comercios al azar de la elegante Avenida de la Constitución: una cafetería, un estanco y una tienda de recuerdos. En ninguno de ellos han devuelto los buenos días. Todo lo contrario que el mismo experimento en la más provinciana calle Feria. ¿Cómo se explica que los buenos modales sean inversamente proporcionales al refinamiento de un lugar? Jesús Tavallo tiene una respuesta para eso: "Los padres."
A sus 50 años, Jesús Tavallo es un paradigma de la corrección en el trato. Además de presidir el Club de Amigos del 600, tiene una empresa de transportes. O sea, que está lo bastante viajado como para dilucidar si esto de no saludar es una moda urbana o un fenómeno generalizado. Él, por desgracia, le encuentra los rasgos clásicos de una pandemia. "Hemos llegado a un momento en el que nada tiene importancia, en el que todo vale. Pues no: no vale todo. Entrar en un sitio y no saludar (y ya no sólo es no saludar, sino que incluso hay quien te rebuzna) es una falta de educación y de consideración. " Y entonces, recuerda y se ríe. "Nosotros teníamos en El Portil un vecino que no saludaba nunca. Jamás respondía. Y si podía, se escondía. Tú le dabas los buenos días y él, como si nada. Lo llamábamos El Fugitivo. Pero lo domesticamos al final, porque lo que hicimos fue meterle la cara delante, ¡Buenos días!, hasta que al final lo reeducamos." Con otros no ha tenido tanta suerte.
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La web www.protocolo.org explica que el saludo es una necesidad social, "salvo los casos de mala educación que cualquier persona puede ver a diario (por desgracia, cada vez con mayor frecuencia)", y añade luego: "La negación del saludo, es una forma de mostrar hostilidad respecto a la otra persona o grupo de personas. Hacer omisión de una forma socialmente entendida como de cortesía, supone una actitud negativa hacia esa persona o colectivo, y en el caso del saludo superficial o de cortesía, supone un acto de mala educación." Lo que está claro es que el saludo no se perderá: en la localidad de Los Palacios está inmortalizado en una estatua de bronce.
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