Urbanidad. Cómo comer educadamente
Advierte que en cuanto se está sentado a la mesa, no hay que dejarse llevar de la intemperancia de la boca, mirando con avidez los manjares
Buenos modales en la mesa. Cómo comer de forma correcta
Aquella urbanidad
El Sabio da algunos consejos importantes relativos al modo como hay que comportarse cuando se está a la mesa, para comer con decoro y cortesía.
Advierte que en cuanto se está sentado a la mesa, no hay que dejarse llevar de la intemperancia de la boca, mirando con avidez los manjares, como si se quisiera comer todo lo que hay sobre la mesa y no dejar nada para los demás.
Dice que no hay que ser el primero en echar mano a los manjares; hay que dejar también este honor y este signo de preeminencia a la persona más calificada entre los comensales.
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Prohíbe apresurarse a comer; también es muy descortés comer con precipitación, lo que es propio de glotones.
Pide que cada uno use, como hombre moderado, de lo que se ha servido, comiendo sólo con mucho comedimiento y con moderación, aunque se pueda tomar todo lo que se necesite.
Exhorta a tener mucha consideración con los demás cuando se está a la mesa, y a no llevar la mano a la fuente al mismo tiempo que ellos. Es lo que exige también la cortesía.
Manda que sea uno, por modestia, el primero en terminar de comer. Así debe proceder la persona sobria, que hace profesión de seguir en la comida las normas de la templanza. Y la razón que da el Sabio es que no hay que excederse en el comer, por temor a caer en pecado.
Para alentar a todos a estas prácticas de decoro y sobriedad, añade que quien come poco tendrá sueño saludable; y que, por el contrario, insomnio, cólicos y retortijones serán la herencia del hombre intemperante.
La urbanidad y el modo de comer correctamente
La urbanidad no nos manda nada más preciso, en lo referente al modo de comer, que estas normas que nos da el Sabio para conducirnos con decoro en esta acción, que nos exige, efectivamente, muchas y grandes precauciones para realizarla bien.
Exige que al comer no se lleve a la boca un trozo antes de haber tragado el anterior; que tampoco se precipite uno al comer, de tal modo que se traguen las porciones sin tener casi tiempo de masticarlas. Prescribe comer siempre con mucha moderación, sin apresurarse, y no consiente comer hasta que venga el hipo, pues es señal de excesiva intemperancia.
Da como criterio no ser uno el primero en comenzar a comer, ni tampoco en comer algún manjar nuevo o servido de nuevo, a menos que sea uno el de mayor rango entre los comensales. Tampoco puede permitir que sea uno el último en permanecer en la mesa cuando hay en ella personas a las cuales se debe especial respeto.
En efecto, es gran falta de urbanidad seguir comiendo después que esas personas han terminado de comer; y nada resulta tan descortés como comer solo y hacer esperar a los demás para levantarse de la mesa.
Los niños, sobre todo, deben tener como norma comenzar a comer los últimos y acabar los primeros.
Normas de cortesía referentes al modo de comer
Existen otras normas de cortesía, referentes al modo de comer, que hay que tener cuidado de observar exactamente.
Por ejemplo, la cortesía exige no inclinarse demasiado sobre el plato cuando se come.
Siempre hay que juntar los labios al comer, para no hacerlo a lengüetadas, como los cerdos.
No se puede consentir comer con las dos manos, sino que hay que llevar los trozos a la boca sólo con la mano derecha, y servirse de la cuchara o del tenedor para llevar a ella todo lo que es fresco, grasiento o líquido, o que puede manchar las manos.
Es totalmente contrario a la cortesía tocar los manjares con los dedos, y mucho más aún el potaje.
Mientras se come hay que guardarse mucho de mirar a los que están cerca de uno, para ver qué comen o si les sirven porciones mejores y más de nuestro gusto que las que nos sirven a nosotros.
Cuando se está a la mesa es una indecencia oler los manjares o dárselos a oler a otros; y si se nota algún mal olor en los manjares, nunca está permitido decírselo a los demás. Y sería una falta de educación mucho mayor devolver a la fuente manjares que se hubieran llevado a la nariz para olerlos.
Si ocurre que en los alimentos se encuentra algo repugnante, como un cabello, carbón o alguna otra cosa, no hay que mostrarlo a los demás, sino que se debe quitar con tanta discreción que nadie se dé cuenta.
Cuando por descuido se ha llevado a la boca algo que esté excesivamente caliente o que puede causar daño, hay que procurar tragarlo, sin dejar traslucir, si es posible, nada de la dificultad que se ha tenido. Pero si no se puede, en modo alguno, mantenerlo en la boca y es imposible tragarlo, con rapidez y sin que los demás se den cuenta, hay que tomar el plato con una mano y llevarlo a la boca, volviéndose de lado, aunque sea un poco, y cubriéndose con la otra mano devolver al plato lo que se tiene en la boca, y en seguida entregar a alguien el plato por detrás o llevarlo uno mismo fuera, ya que la educación no permite arrojar nada al suelo.
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En cuanto a lo que no se come, como huesos, cáscaras de huevos, piel de las frutas, pepitas de frutas, etc., siempre hay que dejarlos en el borde del plato.
Es totalmente descortés sacar de la boca con dos dedos lo que no se puede tragar, como los huesos, las pepitas de fruta, las espinas, etcétera, y aún lo es mucho más dejarlos caer desde la boca, de arriba abajo, al suelo o al plato, como si se vomitase. También es descortés escupirlos sobre el plato o la mano; lo que hay que hacer es recogerlos discretamente con la mano izquierda, teniéndola medio cerrada, y colocarlos sobre el plato, sin que se note.
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