
Los buenos modales en la educación.
El abandono de la urbanidad y el triunfo de las malas formas.
Los buenos modales en la educación.
El ministro de Educación se mostró sorprendido de los malos modales de los "estudiantes" con los que se reunió. Ciertamente éste es un hecho observable en los comportamientos de muchos niños y adolescentes en la calle, en las escuelas, iglesias y otros lugares públicos.
Se ha abandonado la educación en la urbanidad y las buenas maneras. Se considera superfluo. Parece que lo importante son las competencias y habilidades sin fundamentos sólidos.
¿Qué son los buenos modales? Son niveles -"standards"- de conducta, normas establecidas por la sociedad para facilitar el bien común y la práctica concreta de la caridad. También son manifestaciones exteriores de valores y principios sociales para la convivencia, el orden y el respeto a los derechos fundamentales, vida, propiedad y libertad. No deben ser formas sociales irrelevantes, sino que tienen que estar enraizados en una coherente educación integral.
En el ámbito escolar un alumno que va cogiendo buenas maneras favorece el clima de orden y disciplina y en consecuencia la impartición de conocimientos por el profesor. Aunque esto, a juzgar por lo que se publica y enseña en ciertos ámbitos, se considera superfluo y propio de nostálgicos de la disciplina escolar. Desgraciadamente así están las cosas.
Los alumnos "rudos" o con malas formas, víctimas de la permisividad y del nihilismo, destruyen el aprovechamiento del tiempo lectivo. Eso sí que es recortar los gastos. Las dificultades de mantener el necesario clima de orden y disciplina son un pretexto para pedir más dinero, disminuir las tareas lectivas, aumentar las plantillas mucho más allá de un umbral óptimo. Esto trae como consecuencia un coste de puesto escolar ciertamente inasumible por la economía española.
La ordenación del gasto educativo como pretende el ministro Wert es necesaria. Hay situaciones de privilegio de grupos y lobbys que es necesario dar a conocer. En todo caso la racionalización del gasto debería ir acompañada de una mayor liberalización y competencia para que los proyectos educativos en el ámbito de la sociedad civil incluyan las buenas maneras y la disciplina como la prioridad para aprovechar los recursos y que los docentes puedan cumplir sus tareas lectivas, hoy muy recortadas, en las debidas condiciones de calidad vocacional.
Inevitablemente si se quiere ser eficiente, en Asturias, habría que hacer una profunda revisión de centros, fusiones incluidas y ajustar unas plantillas docentes sobredimensionadas. Se trata de ir corrigiendo los brutales recortes a los contribuyentes que pagan las enseñanzas. Éstas no son gratuitas. Dar becas a los buenos estudiantes y quitárselas a quienes no dan golpe.
Terminar con los recortes en cantidad y calidad del tiempo lectivo a los que han conducido los "lobbys" sindicales y grupos de privilegiados. No puedo entrar en este breve artículo en otros ámbitos, como por ayuntamientos y comunidades autónomas donde instituciones inútiles y los gastos superfluos deberían ser eliminados en el corto plazo. Me temo que quienes dirigen y se benefician de estos aparatos públicos monstruosos no me van a hacer caso.
Muy importante, en paralelo a lo dicho, es trabajar por los fundamentos morales de los buenos modales, de la disciplina y la convivencia en los centros escolares. Sin ellos se convierten en lugares violentos donde reina el adoctrinamiento hedonista y la flojedad mental.
Me parece que en la sociedad española hay una corriente favorable a estas propuestas en personas con sentido común y que piensen un poco. Oigo comentarios frecuentes de que nos hemos vuelto más rudos, brutales y autistas en nuestro trato con los otros. Buenos padres exponen las insufribles dificultades para impartir modales a sus hijos. Incluso aumenta el maltrato de jóvenes a sus padres y profesores.
La causa de esta situación es que nosotros estamos inmersos en una cultura ruinosa que socava los principios morales que dan a las buenas maneras significado. Son las de nuestra tradición occidental de raíz clásica y judeo-cristiana. Sin ella la escuela se derrumba en el adoctrinamiento marxista y nihilista. Esto forma parte de una guerra cultural mucho más importante que la política y la economía en la historia de nuestra querida nación española. Es lo que Edmund Burke llamaba la "más importante de las revoluciones, una revolución de sentimientos, modales y opiniones morales".
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