La manera de recibir
Al presentarse una visita se debe adelantar hacia ella y saludándola con atención y amabilidad invitarla a tomar asiento
Cómo recibir a las visitas. El papel de la anfitriona de la casa
Aquella urbanidad
Recibir con aseo y nobleza, hacer de modo que todo a vuestro alrededor respire el buen tono y la amabilidad; procurar que las personas os dejen satisfechas y deseosas de volver; tales son las obligaciones de los dueños de una casa.
Todo en la habitación debe ofrecer, en cuanto sea posible, la comodidad inglesa combinada con la gracia y ornato.
Nada diremos acerca del ornato correspondiente a cada una de las diferentes habitaciones de una casa, ni respecto a las diversas estancias que ésta debe comprender, pues por una parte las facultades de las personas y por otra la costumbre general hacen bien limitarse a lo que se puede, y a conformarse con la práctica común.
Al presentarse una visita se debe adelantar hacia ella y saludándola con atención y amabilidad invitarta a tomar asiento y aún ofrecérsele según la calidad y circunstancias de la persona. Excusado es que digamos que si es un anciano o persona de consideración, le corresponde la butaca o sillón de preferencia.
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Respecto a las señoras obra la misma regla. Una persona bien educada no debe ocupar un puesto en el diván o sofá donde se halla una señora, a menos que sea de mucha confianza y se le haga una invitación.
Cuando se está con el dueño de la casa y se presenta su señora, uno y otro deben levantarse y cederle el puesto de preferencia.
En invierno el puesto más honroso es el lateral o inmediato a la chimenea, siendo de menos preferencia según van apartándose y afrontando el fuego ; asi luego que se presenta una señora o persona de consideración se la coge de la mano y se la conduce a dicho puesto.
Si este sitio está ocupado por una persona joven debe levantarse y ocupar una silla de las del circulo.
Es un deber, de la dueña de la casa, procurar que no sufran molestia alguna las personas a quien recibe; debe ofrecer pantallas a las personas que están frente a la chimenea; presentarles taquillos o almohadones para apoyar los pies y tener con ellas todas aquellas atenciones que exigen las circunstancias.
Cuando una señora recibe una visita de media ceremonia y la sorprende trabajando a la aguja, debe suspender y no proseguir a menos que sea invitada de un modo obligatorio. Si la persona es de confianza se le pide desde luego su permiso, mas si la persona fuese de ceremonia bajo ningún concepto se debe seguir la labor, y aún con las personas más amigas se debe hacer como olvidada por consideración y atención con ellas.
A medida que se presenta alguna visita los dueños de la casa se levantan, y los presentes deben imitarlos.
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El modo con que se acompaña o se sale a despedir a una visita está regulado de una manera estable. Si se trata de una señora, el dueño de la casa la debe presentar el brazo derecho y acompañarla hasta el fin de la escalera. No está en uso el dar la mano a las señoras y ha prevalecido la costumbre de dar el brazo.
Si la señora a quien se despìde, ha traído carruaje, debe ayudársela con la mayor atención a subir a él.
En la corte no tiene lugar la franca y buena hospitalidad de provincia, en virtud de la cual aún en el rigor del invierno se invita a las personas a "refrescar" con sólidos comestibles. Por lo general, no se ofrece sino a las personas de confianza y eso en ciertas circunstancias: primera, durante los grandes calores se brinda con un vaso de agua helada; segundo, en las visitas o reuniones habituales de la noche se sirve agua con panales de azúcar; y tercero, cuando una señora repentinamente se indispone se la debe ofrecer agua de azahar u otro remedio análogo. Fuera de estos casos, generalmente no se hacen proposiciones.
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