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Reglas de cortesía y buena educación para conductores de automóviles

Los buenos modales al volante brillan por su ausencia. Perder los papeles cuando conducimos es algo que podemos comprobar con relativa frecuencia

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La buena educación también la podemos demostrar al volante
Al volante se suelen perder los nervios con relativa facilidad. La buena educación también la podemos demostrar al volante

Reglas de etiqueta para ser buenos conductores y no perder los buenos modales

Decía uno de mis profesores más ingeniosos que en el fútbol y al volante hasta la gente más educada perdía los buenos modales. Viendo lo que ocurre en ambos entornos, algo de razón pienso que tenía.

Pero, ¿cuál puede ser la causa de este mal comportamiento? Casi con total seguridad, el ambiente y el hacer lo que hace el resto. Es una mala forma de 'integrarse'. Si uno grita, yo grito más fuerte. Si uno insulta, yo más. En fin, una carrera, haciendo un símil deportivo, para saber quién es mejor hincha, quién sabe más de fútbol, quién conduce mejor, etcétera.

Comportamiento buenos y malos al volante

1. El uso del claxon.

Es habitual en un atasco, cuando alguien empieza a pitar, lo empiezan a hacer muchos otros conductores. El claxon no es un 'desatascador'. El claxon sirve para avisar de un peligro, para alertar al conductor que no se ha dado cuenta del cambio de color de un semáforo... pero no es sirve para 'destascar'.

2. Gestos obscenos y conductores enfadados. 

Dentro del coche nos sucede un poco como en algunos servicios de internet -chats y redes sociales, entre otros-, nos sentimos protegidos y algunas veces hacemos gestos obscenos y groseros a otros conductores. Incluso, bajamos la ventanilla para gritar algunas lindezas. No hay que dejarse llevar por el momento. Es mejor evitar cualquier tipo de bronca o discusión que puede llevar a más. Si tenemos un mal día no lo debemos pagar con un conductor que ha hecho alguna mala maniobra o ha cometido algún pequeño error.

3. El aparcamiento. Ese es mi sitio.

Quién ha visto alguna discusión por una plaza de aparcamiento. Una simple señalización con los indicadores del automóvil debería ser más que suficiente. ¿Qué suele ocurrir? Llega el listillo de turno y se mete directamente sin esperar a que comencemos nuestra maniobra de aparcamiento. ¡Ya está el lío montado!

Otra fuente de discusiones suele ser la 'reserva de plaza'. Esa persona que ocupa una plaza de parking indicando que ahora viene, no sé quién a ocupar ese espacio. Lo dice el nombre "plaza de aparcamiento" no "plaza para personas". No es una forma 'legal' de 'reservar' una plaza de aparcamiento. Tampoco lo es poner una caja o cualquier otro objeto en la calle para reservar una plaza de aparcamiento. Diálogo antes que discutir. Aunque no suele funcionar muy bien.

4. Distracciones al volante.

Además de penalizado por las normas de tráfico, es una fuente de problemas. Antes simplemente había algún que otro despiste. Desde la llegada de los móviles y las tabletas, es bastante más habitual este tipo de despistes que, en ocasiones, originan retrasos, atascos e incluso accidentes. No utilicemos el coche como una oficina o como un salón de estar. Atentos a la carretera y a cualquier posible imprevisto.

5. Ser agradecido con los buenos gestos de otros conductores.

Cuando otro conductor nos cede el paso, nos deja incorporamos a un carril, nos facilita una maniobra de adelantamiento o aparcamiento, etcétera, hay que dar las gracias. La amabilidad al volante deja bastante que desear.

6. Echar una mano siempre que sea posible.

Ya sabemos que hay lugares donde por seguridad no queremos parar. Pero siempre que sea posible, hay que tratar de echar una mano a un conductor que puede tener algún problema con su vehículo o su salud. Sobre todo en la ciudad. Puede, como hemos comentado, que en la carretera sea algo más arriesgado. Aunque siempre podemos hacer una llamada para solicitar una ayuda a los servicios pertinentes: sanitarios, policiales, etcétera.

En definitiva, la vida como conductor suele ser 'diferente' a la vida como peatón. Al volante nos sentimos más poderosos y, por qué no decirlo, menos tolerantes y más agresivos. No es una norma general, pero es bastante más común perder los modales al volante que como peatón. El automóvil nos suele sacar, a muchos de nosotros, nuestro lado más 'primitivo y salvaje'.

 

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