De usar el renovar su lucimiento a ... El arte para vivir mucho
Suele envejecerse la excelencia, y con ella la fama. La costumbre disminuye la admiración, y una mediana novedad suele vencer a la mayor eminencia envejecida
Nunca apurar, ni el mal, ni el bien. Aforismos de Baltasar Gracián
Código de buen gobierno para las personas
81. Usar el renovar su lucimiento. Es privilegio de fénix. Suele envejecerse la excelencia, y con ella la fama. La costumbre disminuye la admiración, y una mediana novedad suele vencer a la mayor eminencia envejecida. Usar, pues, del renacer en el valor, en el ingenio, en la dicha, en todo: empeñarse con novedades de bizarría, amaneciendo muchas veces como el sol, variando teatros al lucimiento, para que en el uno la privación y en el otro la novedad soliciten aquí el aplauso, si allí el deseo.
82. Nunca apurar, ni el mal, ni el bien. A la moderación en todo redujo la sabiduría toda un sabio. El sumo derecho se hace tuerto, y la naranja que mucho se estruja llega a dar lo amargo. Aun en la fruición nunca se ha de llegar a los extremos. El mismo ingenio se agota si se apura, y sacará sangre por leche el que esquilmare a lo tirano.
83. Permitirse algún venial desliz. Que un descuido suele ser tal vez la mayor recomendación de las prendas. Tiene su ostracismo la envidia, tanto más civil cuanto más criminal. Acusa lo muy perfecto de que peca en no pecar; y por perfecto en todo, lo condena todo. Hácese Argos en buscarle faltas a lo muy bueno, para consuelo siquiera. Hiere la censura, como el rayo, los más empinados realces. Dormite, pues, tal vez Homero, y afecte algún descuido en el ingenio, o en el valor, pero nunca en la cordura, para sosegar la malevolencia, no reviente ponzoñosa: será como un echar la capa al toro de la envidia para salvar la inmortalidad.
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84. Saber usar de los enemigos. Todas las cosas se han de saber tomar, no por el corte, que ofendan, sino por la empuñadura, que defiendan; mucho más la emulación. Al varón sabio más le aprovechan sus enemigos que al necio sus amigos. Suele allanar una malevolencia montañas de dificultad, que desconfiara de emprenderlas el favor. Fabricáronles a muchos su grandeza sus malévolos. Más fiera es la lisonja que el odio, pues remedia este eficazmente las tachas que aquella disimula. Hace el cuerdo espejo de la ojeriza, más fiel que el de la afición, y previene a la detracción los defectos, o los enmienda, que es grande el recato cuando se vive en frontera de una emulación, de una malevolencia.
85. No ser malilla. Achaque es de todo lo excelente que su mucho uso viene a ser abuso. El mismo codiciarlo todos viene a parar en enfadar a todos. Grande infelicidad ser para nada; no menor querer ser para todo. Vienen a perder estos por mucho ganar, y son después tan aborrecidos cuanto fueron antes deseados. Rózanse de estas malillas en todo género de perfecciones, que, perdiendo aquella primera estimación de raras, consiguen el desprecio de vulgares. El único remedio de todo lo extremado es guardar un medio en el lucimiento: la demasía ha de estar en la perfección y la templanza en la ostentación. Cuanto más luce una antorcha, se consume más y dura menos. Escaseces de apariencia se premian con logros de estimación.
86. Prevenir las malas voces. Tiene el vulgo muchas cabezas, y así muchos ojos para la malicia y muchas lenguas para el descrédito. Acontece correr en él alguna mala voz que desdora el mayor crédito; y si llegare a ser apodo vulgar, acabará con la reputación.
Dásele pie comúnmente con algún sobresaliente desaire, con ridículos defectos, que son plausible materia a sus hablillas, si bien hay desdoros echadizos de la emulación especial a la malicia común; que hay bocas de la malevolencia, y arruinan más presto una gran fama con un chiste que con un descaramiento. Es muy fácil de cobrar la siniestra fama, porque lo malo es muy creíble y cuesta mucho de borrarse. Excuse, pues, el varón cuerdo estos desaires, contrastando con su atención la vulgar insolencia, que es más fácil el prevenir que el remediar.
87. Cultura, y aliño. Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose. Hace personas la cultura, y más cuanto mayor. En fe de ella pudo Grecia llamar bárbaro a todo el restante universo. Es muy tosca la ignorancia; no hay cosa que más cultive que el saber. Pero aun la misma sabiduría fue grosera, si desaliñada. No sólo ha de ser aliñado el entender, también el querer, y más el conversar. Hállanse hombres naturalmente aliñados, de gala interior y exterior, en concepto y palabras, en los arreos del cuerpo, que son como la corteza, y en las prendas del alma, que son el fruto. Otros hay, al contrario, tan groseros, que todas sus cosas, y tal vez eminencias, las deslucieron con un intolerable bárbaro desaseo.
88. Sea el trato por mayor, procurando la sublimidad en él. El varón grande no debe ser menudo en su proceder. Nunca se ha de individuar mucho en las cosas, y menos en las de poco gusto; porque aunque es ventaja notarlo todo al descuido, no lo es quererlo averiguar todo de propósito. Hase de proceder de ordinario con una hidalga generalidad, ramo de galantería. Es gran parte del regir el disimular. Hase de dar pasada a las más de las cosas, entre familiares, entre amigos, y más entre enemigos. Toda nimiedad es enfadosa, y en la condición, pesada. El ir y venir a un disgusto es especie de manía; y comúnmente tal será el modo de portarse cada uno, cual fuere su corazón y su capacidad.
89. Comprehensión de sí. En el genio, en el ingenio; en dictámenes, en afectos. No puede uno ser señor de sí si primero no se comprehende. Hay espejos del rostro, no los hay del ánimo: séalo la discreta reflexión sobre sí. Y cuando se olvidare de su imagen exterior, conserve la interior para enmendarla, para mejorarla. Conozca las fuerzas de su cordura y sutileza para el emprender; tantee la irascible para el empeñarse. Tenga medido su fondo y pesado su caudal para todo.
90. Arte para vivir mucho: vivir bien. Dos cosas acaban presto con la vida: la necedad o la ruindad. Perdiéronla unos por no saberla guardar, y otros por no querer. Así como la virtud es premio de sí misma, así el vicio es castigo de sí mismo. Quien vive aprisa en el vicio, acaba presto de dos maneras; quien vive aprisa en la virtud, nunca muere. Comunícase la entereza del ánimo al cuerpo, y no sólo se tiene por larga la vida buena en la intensión, sino en la misma extensión.
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