El abanico en China y Japón
En el Japón, la importancia del abanico es extraordinaria; seria difícil encontrar en ningún otro país objeto alguno que esté revestido de la consideración...
El uso del abanico en China y en Japón
La revista la Campana Gorda -1899-, nos ofrece este interesante artículo sobre los abanicos en China y en Japón, lleno de curiosidades.
Ahora que el calor se deja sentir, y que por lo tanto, el abanico es un objeto de imprescindible necesidad, no dejará de ser curioso dar algunos detalles del empleo que de este sencillo objeto se hace en China y el Japón.
El abanico en China
Refiriéndonos al primero de dichos países, China, diremos que allí el abanico es atributo que completa el traje nacional. Todo chino bien educado, debe ostentar su abanico en la mano en todo acto solemne y en toda visita de etiqueta.
El abanico tiene en China un estuche, que con el del reloj, las bolsas de betel y tabaco, y a veces la caja do los anteojos, pende de la cintura.
Los hijos del Celeste imperio, muy dados a las letras, escriben pensamientos y frases ingeniosas en sus abanicos, y los mandarines y personas de buena posición, procuran llevar en los suyos autógrafos de los grandes literatos de su tiempo, adquiridos a precios costosísimos.
El abanico en Japón
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En el Japón, la importancia del abanico es extraordinaria; seria difícil encontrar en ningún otro país objeto alguno que esté revestido de la consideración que en éste se da al que nos ocupa.
El soldado japonés no puede separarse nunca del abanico, ni en las marchas más forzadas.
El ciudadano del Japón, saluda con el abanico, acota en él sus apuntaciones y en él, como en un platillo, coloca la moneda que da a al pobre como limosna.
También sirve allí este objeto como signo de premio y de castigo: a los estudiantes se les regalan abanicos para que sirvan de estímulo a su aplicación, y a los condenados a muerte, de cierto rango, se les comunica la sentencia presentándoles un abanico a propósito y se les degüella en el momento en que se inclinan para recibirlo.
Los nobles del Imperio japonés, usan estos objetos, los abanicos, de una forma especial para distinguirse de los plebeyos; los adornan con cinco cintas de diferente color, que son siempre el rojo, el verde, el blanco, el amarillo y el negro, y que al ondular producen visualidades sumamente caprichosas.
Como ya hemos indicado, en el Japón el abanico sirve de bandeja y en él se presentan los regalos elegantes, dando el lado del clavillo al obsequiado.
Según el acto a que concurra el japonés, así varía el abanico y los tienen para teatro, paseo, ceremonias, etcétera; todos ellos distintos en forma y tamaño.
Para algunos casos se requiere que el abanico sea precisamente de madera y cintas de seda.
Al igual de los chinos, los japoneses usan también el abanico para escribir en él pensamientos o poesías, y los ilustran pintando en ellos escenas de su historia nacional o pasajes de los poemas de sus grandes autores.
Las legendarias flores de melocotón y el monte de fuego, son los emblemas que generalmente completan aquellos dibujos.
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Hasta el campesino y el obrero más rudo, emplean el abanico, y antes consentirían en no comer que en salir a la calle sin él el día de fiesta o el rato de descanso.
Las mujeres, sin embargo, no son en el Japón tan partidarias del abanico como los hombres, y a veces prefieren a aquél, otro cualquier objeto de lujo.
No es necesario decir que los abanicos femeninos se diferencian en forma, tamaño y color de los de los hombres, y sería muy mal visto que un varón llevase uno de estos de señora, o que una mujer ostentara el abanico de su esposo.
El abanico más usual en el Japón, es el de bambú y papel liso en las clases bajas, y pintado o escrito, en ambas cosas a la vez, en las más elevadas.
Por último, en el Imperio japonés, existen muchos elevadísimos personajes, nobles y políticos que con gran interés se dedican al estudio de las reglas de etiqueta referentes al abanico y de realizar investigaciones históricas acerca de él.
Cuanto al abanico se refiere, es allí estudiado con especial detenimiento, y el maestro más versado en ceremonias no está exento de cometer una torpeza dado lo complicadísimo de las reglas dictadas para el empleo del refrigerante aparato.
Como se ve, dada la importancia que el referido objeto tiene en la vida nacioual de aquel país, no hubiera sido de extrañar que figurase en el centro del escudo de la nación japonesa, el abanico. Por supuesto, con sus flores de melocotón.
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