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Elogios, quejas, inconveniencias y preocupaciones.

El medio infalible de dar un aire de necio a la persona de más mérito, es dirigirle cara a cara y sin discrección elogios exagerados.

Nuevo Manual de la Buena Sociedad o Guía de la Urbanidad y de la Buena Educación
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Una de las cosas más ridículas en la conversación es alabar a los demás con exageración y fuera de tiempo. Las alabanzas excesivas y estemporáneas no honran ni al que las da, ni al que las recibe.

El medio infalible de dar un aire de necio a la persona de más mérito, es dirigirle cara a cara y sin discrección elogios exagerados, pues es una situación harto embarazosa para responder con oportunidad. Si se guarda silencio parece como que se paladea la adulación, y si se contesta prontamente no faltará quien crea que se excita a proseguir al lisonjero.

Asi se ve muchas veces que personas de reconocido talento contestan muchas veces por necias exclamaciones o groseras aserciones: "Usted se burla", suelen decir, y esto no puede tolerarse pues no se puede suponer semejante intención en la persona que nos dirige un elogio. Por nuestra parte creemos más aceptables otras fórmulas: "Si no supiera que Usted es muy bueno, creería ciertamente que Usted se burlaba de mi"; o bien "vuestra indulgencia os ciega".

Hay algunos que creen no se puede llegar a hablar con una señora sin dirigirle lisonjas, y esto no deja de ser un error.

Es de muy mal tono cansar con empalagosas frases a todas las mujeres a quien se dirige la palabra, sin distinción de edad, posición y mérito. Semejantes galanes almivarados pueden agradar a las mujeres frívolas y ligeras, pero siempre incurrirán en el desagrado de las mujeres sensatas. Tened con ellas una conversación viva, variada y alegre; no olvidéis que el bello sexo tiene por lo general una imaginación demasiado activa, una movilidad de espíritu bastante grande para que puedan soportar por mucho tiempo una conversación sobre un mismo asunto.

Inferiremos de aqui que se deban desterrar los elogios. Nada de eso, los elogios son y serán siempre indispensables en el trato social, pero deben tener siempre por base la verdad o, cuando menos la verosimilitud, a fin de que no puedan tener jamás las apariencias de un sangriento ultraje; deben ser indirectos y delicados para que puedan verse sin ser interrumpidos; deben también ser atemperados por una especie de censura cuya justa severidad es también ella misma un elogio.

No se podría considerar como un lenguaje grosero y ridículo esas exageraciones que generalmente se usan tanto en las alabanzas como en las amargas y emponzoñadas críticas. La verdadera política y urbanidad de las palabras consiste, en cierta medida, de las expresiones, y vale más dejar que pensar algo más de lo que se dice, que no acumular frases y correr el riesgo de ir mas allá de lo que se ha querido decir.

Bajo cualquier aspecto que se la considere la "queja" no tiene las condiciones más favorables.

Apartad sobre todo de vuestras quejas la acritud y la animosidad; que vuestra cólera sea solamente la expresion del mal que os han causado y no, en manera alguna, del que pretendéis hacer; es el medio más seguro para atraer a vuestro partido las personas que pudieran vacilar entre vuestra persona y la de vuestro adversario.

La delicadeza y buena educación no se opone menos a las quejas excesivas que algunos acostumbran confiar al recién llegado contra los que cree sus ofensores, que a las alabanzas frecuentes y desmedidas que suelen dirigirse fuera de ocasión a las personas de quienes se aguarda alguna cosa.

Por la palabra "inconveniencias" se entiende generalmente todas las faltas contra la buena educación, pero también se da a esta palabra un sentido particular y concreto, significándose entonces con ella, falta de consideración, olvido especial de las delicadezas, atenciones que hacen que nos identifiquemos con la posición de otro. Ved aquí algunos ejemplos de estas infracciones particulares de la urbanidad. Abordar a las personas tristes con un semblante risueño y maneras gozosas que les prueben la poca parte que tomamos en su situación; herir con un humor extravagante y triste con declamaciones misantrópicas la alegría de las personas que están contentas; ponderar las ventajas de la belleza delante de mujeres de alguna edad, o poco favorecidas por la naturaleza; hablar de la consideración que da la opulencia en presencia de gentes que apenas disfrutan de la mediocridad; hacer gala de su fuerza y de su salud cerca de un valetudinario, etc.

El sentido que damos aquí a la voz preocupaciones, es aún más limitado que el que hemos dado precedentemente a la expresión inconveniencias. No es nuestro ánimo hablar aquí de esos juicios erróneos y reconocidos por tales siendo, no obstante, respetados de la sociedad que atormentan; únicamente queremos prevenir a nuestros lectores contra esas antipatías anti-sociales de nación a nación, de pueblo a pueblo, de cuartel a cuartel; de esa disposición malévola que hace para una Madrileña el nombre de provinciana sinónimo de torpeza y de mal tono.

 

Nota
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