Del modo de conducirnos en sociedad. De la conversación. Del tema de la conversación
Los temas de conversación son importantes para saber de qué hablar en cada momento
Los temas de conversación más apropiados y familiares para todos
Consejos para disfrutar de una buena conversación, según el manual de Carreño
Mantener una conversación fluida y amena, además de ser un arte, es una habilidad social que se puede aprender. La comunicación es un elemento fundamental en nuestra vida personal, social y profesional. Por este motivo, es importante aprender a escuchar y a expresarnos de una forma comprensible. no hay que olvidar, que es fundamental reconocer que la habilidad de escuchar es tan importante como la de hablar. Todo el que habla necesita ser escuchado para comprender mejor las ideas y las opiniones que aporta. Por lo tanto, debemos aprender a disfrutar de una buena conversación con amigos, familiares o con cualquier otra persona.
1. Al presentar un tema cualquiera de conversación, consultemos el carácter, las inclinaciones, las opiniones y todas las demás circunstancias de las personas que componen la sociedad, y en especial las de la familia de la casa en que nos encontremos, a fin de asegurarnos de que el asunto que elegimos ha de interesar a todos los que se hallen presentes, o de que, por lo menos, no habrá de serles desagradables bajo ningún respecto.
2. Procuremos hablar a cada persona sobre aquellas materias que le son más familiares, y en que pueda, por lo tanto, discurrir con mayor facilidad y lucimiento; pero evitemos toda falta de naturalidad y discreción en este punto, pues el contraer demasiado la conversación a la profesión o industria de la persona con quien hablamos, podría hacerle pensar que nosotros la considerábamos carente de otros conocimientos.
3. Siempre que nos reconozcamos incapaces de alimentar la conversación de una manera agradable a las personas con quienes nos encontramos, guardémonos de tomar en ella una parte activa, y limitémonos a seguir el movimiento que otros le impriman, emitiendo observaciones generales, que no nos conduzcan a poner en descubierto nuestra insuficiencia.
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4. La variedad de los temas contribuye en gran manera a amenizar la conversación; pero téngase presente que no se note haberse agotado ya el interés de aquel sobre que se discurre. Mientras el movimiento de la conversación sea rápido y animado, debe suponerse que la sociedad no desea pasar a otro asunto; y solo nos sería lícito prescindir de esta consideración, cuando tuviéramos la seguridad de que llamando su atención hacia un objeto distinto la haríamos ganar notablemente en utilidad o placer.
5. Es además indispensable encadenar en lo posible los diversos temas de la conversación, de manera que, al pasar de uno a otro, el que se introduce tenga alguna relación con el que se abandona. Puédase, no obstante, presentar un tema totalmente inconexo:
1°. Cuando se sabe que la materia que ocupa a la sociedad, no puede menos de ser desagradable para algunos de los circunstantes.
2º. Cuando la conversación toma un giro que pueda conducirla a turbar la armonía o buen humor de la sociedad.
3°. Cuando el movimiento de la conversación es lento y pesado, necesitando, por lo tanto, la sociedad de otro tema cualquiera que despierte su interés.
4°. Cuando la sociedad divaga indiferentemente en materias de poca importancia.
5º. Cuando el tema que se presente sea tan interesante, que no dé lugar a extrañar su falta de relación con el que se abandona.
6. Las personas de mayor respetabilidad que se encuentran en un círculo, son las que principalmente están llamadas a variar los temas de la conversación.
7. Los temas que generalmente son más propios de la conversación en sociedad, son aquellos que versan sobre acontecimientos coetáneos que no ataquen en manera alguna la vida privada, sobre las virtudes de alguna persona, sobre literatura, historia, ciencias y artes, y muy especialmente sobre los asuntos que tengan vivamente interesada la atención pública.
8. Cuando en el círculo en que nos encontramos se manifiesta una general tendencia a discurrir sobre un asunto determinado, es altamente impolítico llamar la atención de los circunstantes, para ocuparla en materias indiferentes o que no tengan una grande importancia.
9. Es una vulgaridad hablar en sociedad detenidamente de nuestra familia, de nuestra persona, de nuestras enfermedades, de nuestros conflictos, de nuestros negocios y materias puramente profesionales. La persona, por ejemplo, que entrase en una tertulia a hacer la historia de una enfermedad, se haría imponderablemente fastidiosa; y el abogado o comerciante que ocupasen la atención de los demás en los asuntos que traen entre manos, o en razonamientos abstractos sobre sus respectivas profesiones, aparecerían además como hombres de pequeños alcances.
10. Hay personas que tienen un tema favorito, sobre el cual discurren en todos los círculos en que se encuentran, y otras que contraen el hábito de no hablar sino de aquellas materias que son de su particular agrado. Las primeras obran de un modo altamente ridículo; y las segundas dan una muestra de poca consideración a la sociedad.
11. Guardémonos de presentar un tema de conversación sacado de una materia cuyo estudio estemos haciendo; a más de que no podríamos discurrir con facilidad y acierto, nos expondríamos a que alguno de los circunstantes, que dominara la materia, nos llamase en la conversación a puntos distantes que nos fuesen aún desconocidos, quedando desde luego conceptuados nosotros como pedantes, o cuando menos como imprudentes.
12. Las personas bien educadas no hablan jamás contra las ajenas profesiones. La costumbre de denigrar a los médicos y a su ciencia, cuando no han alcanzado a salvar la vida de un deudo o amigo, es tan solo propia de gente ordinaria y de mal carácter; incluye casi siempre el odioso sentimiento de la ingratitud y muestra poco respeto a los decretos del Altísimo.
13. Los que se encuentran empeñados en un pleito, o traen entre manos cualquier negocio de importancia que les ofrece dificultades graves, se preocupan generalmente hasta el punto de contar con que todos participan de sus impresiones, y a cada paso pretenden hacer de la idea que los domina el tema de la conversación. Tengamos, por regla segura e invariable, que esta especie de temas son altamente fastidiosos en sociedad, jamás incurramos en el error de medir por el interés que en nosotros exciten, el interés de las personas que nos oyen.
14. Al incorporarse a un círculo, una persona cuyas circunstancias no exijan que se varíe de tema, corresponde al dueño de la casa, o al que lleve la palabra, imponerle brevemente del asunto de que se trata, epilogando, si es posible, las observaciones más importantes que sobre él se hayan hecho, a fin de que pueda tomar parte en la conversación.
15. En cuanto a la persona que se incorpora a un círculo, se abstendrá severamente de inquirir el asunto de que se trataba antes de su llegada; y si, conforme a lo prevenido en el párrafo anterior, le fuere dado espontáneamente este informe, se guardará de tomar la palabra inmediatamente, esperando para ello a que lo hayan hecho otras personas.
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