
Un día en el campo.
Solamente daremos algunos consejos sobre el modo de conducirse en el campo.
Un día en el campo.
La mayor parte de los habitantes de una capital gustan del campo, y se entregan con placer a él después de las ocupaciones respectivas de cada clase. No hablaremos aquí de la vida propiamente aldeana o del que vive continuamente en su granja. Esto nos llevaría lejos del objeto propuesto; solamente daremos algunos consejos sobre el modo de conducirse en el campo. Cuando se vaya a pasear un día o dos al campo, cuanto más grande es la libertad, y más fáciles las relaciones en él, más cuidado se ha de tener en no abusar. En verdad que no hay cosa más fácil que descarriarse con una señora por un sendero tortuoso de un bosque espeso; pero es una de aquellas cosas que un hombre honrado procura evitar en cuanto le es posible.
La libertad del campo no excluye la urbanidad; allí como en todas partes es necesario consagrarse a las señoras, en cuya sociedad nos encontramos. Es preciso acompañarlas en su paseo, llevarlas sus chales, su sombrerillo y sus sombrillas. No imitéis al hombre poco urbano que no sabe participar del placer general, sino que apenas llega a un arroyo o a un estanque, cuando corre a tomar una caña y un anzuelo, abandona a las señoras para ir a pescar, o toma la primera escopeta que encuentra, y corre los campos para hacer la guerra a los habitantes de los bosques; ambos vuelven a la hora de comer, el uno con una o dos truchas, y el otro con una perdiz o sin nada.
Hay ciertos juegos usados en el campo, y en los cuales se debe ceder a las señoras el gusto de la victoria; sacrificio de amor propio que ellas no dejan de conocer, y de que jamás se olvidan. Un hombre instruido que participa los conocimientos que le adornan, sin pedantismo, es tan agradable como en la población; y los alrededores de una capital no dejan de estar llenos de recuerdos históricos. Se agrada, pues, y se instruye cuando se recuerdan en los sitios en que se pasa un buen día los vestigios o memorias de los grandes hombres que allí han estado. Esta erudición no es difícil; todos hemos recibido las primeras semillas de ella en nuestra educación, y los diccionarios históricos y geográficos nos pueden surtir de noticias relativas a cada sitio.
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
La fecha contiene el lugar desde donde se escribe el día, el mes y el año.
-
El paseo y el andar por la calle debe hacerse de una forma prudente y respetuosa.
-
La desmedida idea de sí mismo mezclada al desprecio de los otros, constituye el orgullo.
-
Aunque pudiera extenderme mucho más en cada uno de los artículos de que os he hablado, de moral, virtud y urbanidad, contemplo que os he dicho lo bastante, para que seáis buenos, virtuosos y corteses.
-
La urbanidad y la civilidad para los jóvenes en unas simples cuestiones.
-
Aunque la urbanidad no establece nada referente al tiempo que uno debe estar acostado y a la hora en que debe levantarse, con todo es educado levantarse temprano.
-
Dotado de tan recomendables prendas, y tan admirables cualidades, ninguno era más a propósito para dictar un sistema de buena crianza.
-
Nunca hables contra todos los sujetos de una clase o especie, porque te puedes atraer un gran número de enemigos.
-
Cuando entre los presentes hay algún eclesiástico, a él le corresponde dar la bendición antes de la comida.
-
Los romanos tenían la costumbre de entregar al principio de la comida una nota de los manjares que se presentarían en la mesa.
-
En el juego está mal visto tanto una persona que no sabe ganar como otra que no sabe perder.
-
Pensar anticipado: hoy para mañana, y aun para muchos días.