
La familiaridad.
Una de las polillas de la sociedad son seguramente estas gentes a quienes no se conoce sino por haber estado cinco o seis veces en una reunión sin reparar en ellas, pero se creen autorizadas para trataros como a unos amigos antiguos
De la familiaridad.
"Permítame Vd., amigo mío", y apenas he tenido tiempo para mirarle cuando ya ha introducido sus dedos en mi caja, los ha sacado y echado al suelo la mitad del rapé. Este amigo querido, a quién jamás he conocido, debía a lo menos no tener tanta familiaridad.
Una de las polillas de la sociedad son seguramente estas gentes a quienes no se conoce sino por haber estado cinco o seis veces en una reunión sin reparar en ellas; pero se creen autorizadas para trataros como a unos amigos antiguos. Si os encuentran en la calle, os sacuden reciamente en el hombro, se informan de la familia, sin saber si quiera si se tiene, se inquietan por vuestros intereses y negocios más secretos, sorprendiéndose de que se recate con ellos la confianza; en fin, os dejan, después de haberos pedido las señas de vuestra casa, y podréis teneros por muy feliz si no os han pedido algún dinero.
Al otro día, cuando vais a sentaros a la mesa, veis llegar a vuestro importuno del día anterior; viene sin ceremonia a pedir de comer; ha querido sorprenderos porque así le gusta obrar con sus amigos; y sobre todo no deben gastarse ceremonias con él, porque esto le impediría venir otra vez. Come por cuatro, censurando siempre el plato que se le presenta; entre plato y plato se sopla un buen vaso de vino, y no puede acabar la comida sin café. No bien se han levantado los manteles, cuando toma su sombrero, y da las buenas tardes, tuteando al dueño de la casa.
He conocido un gorrón de esta especie, que principalmente perseguía a los hombres célebres por sus talentos, convidándolos a comer a su casa, esperando por este medio darse alguna reputación. Un día encontró al agudo Mr. Martainville, a quien muchas veces había convidado a comer con haberlo conseguido. Ahora, le dijo, ya no se me escapa Vd. Hace mucho tiempo que me ha prometido el venir a comer conmigo; le tengo a Vd. agarrado y le quiero para que cumpla hoy su palabra. En vano procuró defenderse Mr. Martainville pretestando un negocio indispensable; el otro no decía, y fue preciso aceptar. Se ponen a la mesa, y la comida no duró mucho, porque apenas se presentó lo bastante para un enfermo que está a media dieta. Acabado el postre que se compuso de media docena de nueces, vea Vd. dijo el anfitrión a su convidado, vea Vd., aquí mi comida diaria; le he traído a Vd. como amigo, y cuantas veces quiera renovaremos este convite.
Pues señor, respondió el hambriento convidado, volvámoslo a renovar desde ahora.
Se ignora cómo se tomó el convidador esta ironía, pero se puede apostar que no volvió jamás a convidar a Mr. Martainville.
-
7382
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Comentario de Julia Valera sobre la obra de Erasmo de Rotterdam "De la urbanidad en las maneras de los niños" -De civilitate morum puerilium-.
-
Antes de afligirnos de cualquier mal que creamos que nos amenaza, es menester que reflexionemos si es (verdaderamente) probable que semejante mal nos suceda.
-
La ocasión más oportuna para tratar de un negocio es la primera; pero el hombre de juicio señala el tiempo propio para el estudio y despacho de sus negocios. Las más de las veces se desperdicia mucho tiempo por mala elección, o falta de método en
-
Hablando con mujeres se marca más dulzura en la entonación, a los ancianos se les atestigua deferencia y a todo el mundo política y amabilidad.
-
Es cómodo ampararse en un refrán para no hacer el sacrificio de un defecto, para no renunciar a un modo de ser...
-
Nuestra patria es toda aquella extensión donde formamos con nuestros conciudadanos una gran sociedad de intereses y sentimientos nacionales
-
Si alguien le viniere al encuentro en la calle que sea o venerable por su vejez o reverendo por religión o grave por su dignidad o por algún otro modo digno de honras, tenga presente el niño cederle el paso, descubrirse respetuosamente la cabeza, plegando
-
Todas las personas se merecen un trato respetuoso y educado.
-
Un hombre, pues, que recibe en su casa a otro, debe tener cuidado de que todo el mundo esté cómodamente, y nada encuentre en qué reparar, ni en su conducta ni en sus costumbres.
-
Nuestros vecinos merecen respeto, consideración y afecto, porque viven muy cerca de nuestro hogar
-
Aquella de las lectoras que no sepa a ciencia cierta el valor y el significado de una voz extranjera, la que no conozca a fondo una lengua, debe abstenerse en absoluto de emplear ese término
-
Repara que hay una gran diferencia entre compañero y amigo; porque el primero regularmente es involuntario y accidental, cuando el último es voluntario y decidido.