
Reglas de la conversación.
Los niños hablan en muchas ocasiones más de lo que deben, por lo que hay que enseñarles a hablar solo cuando se les pregunta.
Reglas de la conversación.
Como la poca reflexión de los niños les hace hablar muchas veces más de lo que es menester, y por más reglas que se les den nunca serán suficientes para las que necesitan, propondremos todavía otras muchas, y aun no pocas casi conformes a las que ya están dadas, para enseñarles el cómo y cuándo han de hablar sin salirse de los límites de la moderación.
Las palabras, pues, deben ser medidas, modestas, sin afectación, vanidad ni sandez. La conversación ha de ser libre y alegre, sin disolución ni ligereza; dulce y graciosa, sin lisonja ni estudio, y proporcionada a las personas con quienes se habla. No se ha de hablar ni alto, ni bajo, ni de un modo afeminado, porque es odiosa toda violencia en palabras y acciones. No se usarán frases, locuciones, ni modos de hablar de gente ordinaria; tampoco se reirá sin motivo, ni tendrá la boca abierta sin decir palabra. A nadie debe satirizar ni contristar con palabras picantes, altivas o de desprecio. Calle lo que se le encargó que no se dijese, o aquello que conozca que puede traer algún inconveniente.
Siga la costumbre de los pueblos en los tratamientos de las personas, informándose antes de cómo debe ser. Nunca hablará de sí mismo con estimación y alabanza, y si fuere preciso hágalo con suma moderación. Cuando alguno le elogie en su presencia, atribuyalo a la bondad y cortesanía del que hablare. A vista de los mayores nunca usara de truhanerías ni chocarrerías para hacer reír a otros, porque son despreciables.
Jamás hablará por señas como los pantomimos, ni dará la preferencia a alguno que esté presente, dejando desairado a otro que también lo esté. No compare con persona de respeto cosa baja ni despreciable, ni critique la hermosura o fealdad de las criaturas, ni la perfección o imperfección de su cuerpo y talle, porque es dádiva del Altísimo, y no está en mano del hombre el poder formarse.
No ofenda a nadie con sus palabras, ni de motivos de que se quejen; hable de todos con elogio, y de sí con suma modestia. Disimule cualquiera falta de cortesía o de lenguaje, y aunque conozca ser mentira no se de por entendido con la persona que así proceda; sírvale solo de gobierno para lo sucesivo, y trátela con cautela. Si le vituperan sin razón, o le tratan con grosería, sufra todo cuanto pueda, y con palabras corteses y afables de su descargo o los insultantes y procure aquietarlos.
Cuando alguno le hable no le mirará de alto abajo como para registrarle, ni hará gestos con los ojos, boca, cabeza, etc., porque es una falta de urbanidad reparable. Tampoco volverá la cabeza a otro lado cuando alguno le hable; pero si él lo hiciese con muchos que sean desiguales, la volverá hacia el más digno como en ademán de hablarle; cuando no hubiese superioridad entre ellos, la inclinará ya a unos, ya a otros; y si estando éstos en conversación llegase él a hablarles, no pregunte de que trataban, ni se empeñe tampoco en enterarse.
-
16434
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
El espíritu de urbanidad es cierta atención a que nuestras palabras y modales hagan que los demás queden contentos de sí mismos y de nosotros.
-
La distinción de las tarjetas consiste en ser de muy buena cartulina flexible, sin adornos, de una letra sencilla
-
Los profesores son como nuestros padres en la escuela, a los que debemos hacer caso en todo lo que nos dicen y a los que debemos respetar.
-
En sociedad hay que preocuparse de uno mismo y de los demás, concediendo el tiempo justo a cada uno en la medida en que sea necesario.
-
Llegados al término del viaje nada se deben los unos a los otros sino un saludo urbano, y algunos deseos lisonjeros.
-
Jamás nos acerquemos tanto a la persona con quien hablamos, que llegue a percibir nuestro aliento. Es una falta de cortesía y una invasión de su espacio personal
-
Las visitas deben ser recibidas en la sala que se tenga para tal objeto, adonde las mandará pasar la sirvienta.
-
Parece a primera vista que nuestras pasiones y vicios deben dañar solamente a nosotros mismos; pero al mismo tiempo que nos depravan, son funestos a los que nos rodean.
-
Nadie ignora que en otro tiempo muchos pueblos y, particularmente los germanos, se servían de cuernos para beber.
-
En la antigua Roma, la sala en que se comía en los días festivos estaba alfombrada de lirios y rosas.
-
De los deberes respectivos, entre los padres y los hijos. Entre los esposos.
-
La excesiva prisa se opone a la claridad, como la sobrada lentitud arguye afectación o ignorancia.