
De la moda.
El hombre juicioso sigue la moda sin afectación, y procura que se advierta más bien en su modo de vestir un buen gusto, que lo que se llama última moda.
De la moda.
La moda es la más incontestable de las fingidas divinidades, pero es la que tiene más adoradores. Su imperio se extiende por do quiera, y hay cierta especie de sabiduría en no ir contra ella. Tan grande es su poder, dice un proverbio, que "el hombre sabio es el primero en seguir la moda, y el último en dejarla". Hace un siglo que se quejaban todos de la inconsistencia de la moda, hace dos que existía la misma queja, y en el venidero seguirá sin duda ninguna. Cuéntase de un loco que corría las calles de una capital con una pieza de paño al hombro, y le preguntaron que quería hacer de ella. Aguardo, contestó, a la última moda para no perder la hechura de mi vestido. En el día podía estar corriendo este hombre hasta la extremidad del mundo.
El hombre juicioso sigue la moda sin afectación, y procura que se advierta más bien en su modo de vestir un buen gusto, que lo que se llama última moda. Cuando se advierte a un joven lo caprichoso de su modo de vestir, no tiene otra respuesta que dar sino que "es de moda". En nuestra opinión, esta respuesta es la más ridícula que pueda darse, no porque se haya de desdeñar la moda, sino porque se debe seguir sin hacerse notable. Un hombre de sociedad se presenta siempre de modo que a nadie le ocurra hacerle semejante observación.
"El hombre sabio es el primero en seguir la moda, y el último en dejarla"
Se cree que la moda es caprichosa e infundada, y es un engaño; siempre es muy juiciosa para aquellos que la inventan y que tienen habilidad para hacer que se adopte. Algunas veces ha sido recuerdo de una acción brillante.
Sígase, pues, la moda; pero como quien sabe sacrificarla cuando no conviene. No la inventéis jamás, aunque hay jóvenes que procuran esta preeminencia, si puede darse semejante hombre a una cosa tan fútil. Acordaos siempre que el objeto de nuestros deseos ha de ser más sólido, cual es el de una reputación conveniente a la dignidad del hombre; y que invente la moda el que no tenga otros medios de distinguirse.
-
7022
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Los embajadores extranjeros son particularmente invitados a las fiestas nacionales y de la corte.
-
La ventanjas de la urbanidad, el despejo y la calidad del niño urbano.
-
Correspondencia para asuntos particulares y familiares. Usos y formalidades.
-
El ignorante, el imprudente o el falto de razón no debe hacerse notar en sociedad para no caer en el ridículo
-
La mesa es donde no puede ocultarse el menor defecto de educación, pues fuera aparte de las principales lecciones de saber trinchar, colocarse, hablar, servir y demás apuntadas, has de observar las cosas repugnantes de los demás para no usarlas t
-
Los tratamientos correspondientes y debidos a las jerarquías civil, militar y eclesiástica.
-
Es preciso dejar tiempo al novio para que exprese a sus futuros suegros sus sentimientos de gratitud y de satisfacción
-
De las condiciones que la cortesía pide que acompañen a las palabras.
-
Ya no tanto distinguen a los individuos los trajes, como la instrucción, la educación, el ingenio y los talentos acompañados de las gracias y elegancia.
-
Es tan natural en el hombre la tendencia a ensalzarse a sí mismo y a deprimir a los otros, que casi sin notarlo y sin ánimo resuelto de ofender mortificamos el amor propio de los demás.
-
En una mesa de personas de distinción, a cada servicio se cruza el cubierto en el plato para que los criados lo retiren y lo cambien
-
Cuando en Roma era todavía desconocido el uso de los tenedores se podía causar asco de muchas maneras, y por esto Ovidio fijó las reglas para tomar delicadamente los manjares con dos dedos.