
Exageraciones impropias de la Urbanidad.
La observación nos da a conocer los usos de la sociedad, el hábito nos los hace familiares y naturales.
Exageración impropia de la urbanidad.
Hay personas que están en natural oposición con las fórmulas exteriores de la Urbanidad. No hay duda en que ésta impone alguna sujeción; pero la práctica la destierra con el tiempo, el fino trato se adquiere con la observación y con el hábito. La observación nos da a conocer los usos de la sociedad, el hábito nos los hace familiares y naturales.
El sexo, la edad, la profesión, el genio, el lugar de nuestro domicilio nos imponen deberes distintos que cumplimos sin que nos cueste trabajo, luego que el hábito nos ha ejercitado en ellos. La crítica, que se hace a veces de estos mismos deberes, no se dirige contra la Urbanidad, sino contra ciertos individuos que abusan de ella desfigurándola con un lenguaje o gerigonza particular y con demostraciones afectadas que siempre disgustan, cuando no incomodan.
"El sexo, la edad, la profesión, el genio, el lugar de nuestro domicilio nos imponen deberes"
Sucede con la Urbanidad lo mismo que con el talento. Ciertas personas de gusto poco delicado han creído que consistía en hablar un guirigay alambicado, pedantesco, ininteligible a los mismos que le usan, y tan opuesto a las reglas de la sana razón, como a las gracias de la hermosa naturaleza. Esas personas no han discurrido que un mico representaría mejor a un hombre perfecto, que lo que un erudito a la violeta y un urbano fingido harían valer las excelentes calidades, cuyo título y mérito pretenden apropiarse.
La idea que se ha procurado dar de la Urbanidad, no es más que un imperfecto diseño, pero fielmente copiado de lo que se observa en las distinguidas reuniones entre las personas de talento y buena educación. En ellas no se encuentra aquella miserable y ridícula mezcla de gestos, arrumacos, cumplimientos insípidos y moles tos, cortesías repetidas y arlequinadas, con otras muecas desagradables que los necios califican de atributos de la Urbanidad, cuando por el contrario, todo debe ser en ella sencillo, fácil, agradable y sin afectación.
-
6370
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
La desmedida idea de sí mismo mezclada al desprecio de los otros, constituye el orgullo.
-
La misma vanidad que nos deslumbra y arrastra a mil extravagancias, y aun locuras, es la que destruye y disuelve el logro de nuestras mismas ideas.
-
Las visitas de pésame se hacen en los primeros meses que siguen a la desgracia, y mejor todavía en la primera quincena.
-
No necesitan algunos para hechizar de las yerbas de Tesalia, que con sólo el buen aire de una gorra encantan necios, digo desvanecidos.
-
Su mayor lucimiento libra en los lances de la venganza: no se los quita, sino que se los mejora, convirtiéndola, cuando más vencedora, en una impensada generosidad.
-
El juego es una oportunidad muy importante que tienen los niños para demostrar su buena educación y saber estar
-
En una mesa de personas de distinción, a cada servicio se cruza el cubierto en el plato para que los criados lo retiren y lo cambien
-
Cuando a alguno de nuestros deudos o amigos le haya sobrevenido una desgracia, le manifestaremos la parte que en la misma nos tomamos.
-
Nada hay que comunique mayor grado de belleza y elegancia a cuanto nos concierne, que el aseo y la limpieza
-
Es suma descortesía hacer uso de la superioridad de modo que quede ofendido el amor propio de los inferiores infundadamente.
-
Las personas ignorantes en materia de educación creen que la franqueza las autoriza para usar entre su familia palabras y acciones verdaderamente indecorosas. No siempre la confianza debe ir ligada a la franqueza total
-
Gran asunto de la atención, no hablar por superlativos, ya por no exponerse a ofender la verdad, ya por no desdorar su cordura.