
Los banquetes y sus curiosidades
En estos actos, a los que por deberes polÃticos, asisten personas de pueblos humildes, que sólo están acostumbradas a comer en la modesta mesa de su hogar...
foto base JordanStimpson - Pixabay
Banquetes ilustres, invitados 'peculiares'
Agasajos y grandes banquetes
Cuando vino don José Sánchez Guerra, siendo ministro de Fomento, a inaugurar las obras del pantano de Guadalmellato, obsequÃósele, en el Gran Teatro, con un banquete, análogo, por la suntuosidad de que estuvo revestido, al que se celebró en el mismo coliseo en honor del marqués de la Vega de Armijo, mencionado en otro artÃculo de este mismo periódico.
En estos actos, a los que por deberes polÃticos, asisten personas de pueblos humildes, que sólo están acostumbradas a comer en la modesta mesa de su hogar, sin atender a reglas de etiqueta ni cortesÃa, ocurren casos curiosos, que provocan la hilaridad de quien los observa.
Celebrábase en el Hotel Suizo un banquete en honor de un cordobés ilustre, al que asistÃan bastantes forasteros.
Un comensal desconocido para la mayorÃa de los concurrentes situóse en un extremo de una de las mesas, próximo al toorno por donde se entregan los platos.
Se le acercó un camarero para ofrecerle la sopa y el forastero dijo con mucha gravedad: paso. Presentáronle después el frito y pronunció la misma palabra. Siguió el desfile de manjares y todos fueron rechazados por el desconocido.
¡Pobre hombre! pensaban algunos, debe estar enfermo, no puede comer y, sin embargo, los compromisos data polÃtica le han obligado a gastar en un viaje y en un cubierto para ver cómo se atracan unos cuantos Heliogábalos, mientras él tiene que permanecer a dieta.
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Llegaba a su final la comida; sólo faltaban un plato fuerte, la ensalada con el insustituible pollo petrificado y los postres.
Los camareros presentáronse con grandes fuentes en cada una de las cuales aparecÃa un hermoso y bien presentado solomillo.
Un rayo de alegrÃa iluminó el rostro, antes taciturno, del supuesto enfermo.
Al acercársele uno de los sirvientes, casi seguro de que también rechazarÃa aquel manjar, nuestro hombre le dijo en tono imperativo: deje usted aquà la bandeja que este solomillo es solo para mÃ.
El camarero hizo un gesto de extrañeza y al observarlo el comensal exclamó airado: ¿acaso bo tengo yo derecho a consumir el contenido de esa fuente cuando no he probado los demás platos?
Y, en efecto, se lo comió; mejor dicho, lo devoró, en compañÃa de varios panecillos y una cantidad de vino proporcionada a aquella enorme ración de carne, enmedio del asombro de cuantas personas le observaban.
Banquete celebrado en la Huerta de Segovia
En el banquete celebrado en la huerta de Segovia en honor de don Antonio Cánovas del Castillo figuraban entre los postres unos flanes que fueron servidos en unos diminutos platos de caucho.
Un comensal, hombre rústico por su aspecto, empuñó un cuchillo y, a costa de no poco trabajo, partió en varios pedazos, a la vez que el flan, la pequeña bandejita, la que sin duda no habÃa visto, y echóse en la boca los trozos de aquella, mezclados con los del dulce.
El hombre hizo esfuerzos inauditos para triturarlos y deglutirlos y al fin, no queriendo pasar por la vergüenza de arrojarlos, se los tuvo que tragar enteros, con el grave peligro para su vida.
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Famoso resultó el banquete con que el Ayuntamiento obsequió al ilustre marino don Isaac Peral, por su incidente originado por un periodista, suceso del que nada decimos pues lo tenemos consignado en una de estas crónicas retrospectivas. (El suceso fue protagonizado por el señor Ortiz Sánchez. Durante un memorable banquete celebrado en la Casa Consistorial, en honor del insigne marino don Isaac Peral, a la hora de los brindis hizo uso de la palabra, censurando con frases durÃsimas a una significada personalidad cordobesa).
Cuando el Rey don Alfonso XIII, a raÃz de su coronación, visitó a nuestra capital, sirviósele un almuerzo en uno de los parajes más poéticos de las Ermitas, acto en el que le acompañaron, además del personal de su séquito, varÃas damas y las autoridades.
En otro delicioso lugar, la huerta de la Arruzafa, un hombre de grandes iniciativas, don Carlos Carbonell y Moraud, reunió en Ãntimo banquete a las personas más significadas de la industria y del comercio de Córdoba y a los representantes de la prensa, para exponerles una idea cuya realización hubiera proporcionado grandes beneficios a esta capital: la construcción de casas y hoteles en la Sierra.
El pensamiento fue acogido con gran entusiasmo por todos los concurrentes; en el acto se suscribieron muchas acciones para acometer la empresa pero nuestra apatÃa caracterÃstica no permitió que el proyecto se convirtiera en realidad.
Antiguamente los dueños del Hotel Suizo obsequiaban todos los años, el 1º de Enero, con una espléndida comida, a las autoridades y los directores de los periódicos de la localidad.
También anualmente, una de las noches de la renombrada feria de Nuestra Señora de !a Salud, celebrábase un banquete que constituÃa una nota caracterÃstica de la citada feria.
Organizábalo el Club Guerrita y se verificaba en la tienda que establecÃa en el paseo de la Victoria.
A tal acto, presidido por el famoso extorero Rafael Guerra, asistÃan autoridades, escritores, artistas, aristócratas, diestros, ganaderos y otras muchas personas de Córdoba y forasteras, formando un pintoresco y abigarrado conjunto.
Allà se derrochaba el ingenio, la gracia, y parecÃa flotar en el ambiente la alegrÃa que constituye el sello caracterÃstico de la tierra andaluza.
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Para terminar esta ya larga relación de banquetes, consignaremos el más original, sÃn duda, de todos los efectuados en nuestra población.
El banquete de un condenado a muerte
Un individuo condenado a muerte por varios terribles delitos fue puesto en capilla en la cárcel de esta capital.
Cuando faltaban pocas horas para que se cumpliese la terrible sentencia, el telégrafo comunicó la noticia de que la Reina doña Victoria notaba los sÃntomas de un próximo alumbramiento.
Por iniciativa de un periodista, don Daniel Aguilera, las autoridades, las corporaciones y la prensa se apresuraron a solicitar el indulto, que repetidamente habÃa sido negado, aprovechando aquellas circunstancias.
Ya de madrugada, la augusta dama dio a luz; en el acto el jefe del Gobierno, don Antonio Maura, transmitió al Rey la petición de los cordobeses y el ruego fue atendido.
Hora y media antes de la señalada para la ejecución, el autor de estas lÃneas comunicaba a las autoridades, reunidas en la prisión, la grata nueva del indulto, que acababa de transmitir al Diario de Córdoba su corresponsal en la Corte.
La profunda tristeza que reinaba en la cárcel convirtiéndose súbitamente en una indescriptible alegrÃa y el alcalde don Antonio Pineda de Las Infantas festejó aquella misma mañana el grato acontecimiento obsequiando con un almuerzo, en el salón destinado a escuela, contiguo a la capilla, al reo indultado, a las autoridades, a algunos periodistas y a los empleados del establecimiento penitenciario.
El acto resultó interesante, conmovedor, y de seguro dejó en la memoria de todos los comensales un recuerdo más grato que la mayorÃa de los banquetes.
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