![Logo Protocolo y Etiqueta](https://www.protocolo.org/extra/desimg/xcombined_proto_logo_idx_462x60.png.pagespeed.ic.5ZOHUrny0M.png)
Gabinete particular y gabinete de recibir. Urbanidad en la casa.
El gabinete de una mujer es un nido muelle y perfumado, en donde descansa de sus cuidados domésticos y mundanos.
Habitaciones destinadas a gabinete para la mujer.
Además de estas habitaciones, la mujer elegante tiene su gabinete íntimo, donde reune los objetos que le son queridos y donde se rodea de la poesía y la dulce intimidad en que no penetran más que los elegidos de su corazón.
Generalmente, el gabinete de una mujer es un nido muelle y perfumado, en donde descansa de sus cuidados domésticos y mundanos. Una chimenea, flores, butacas, la mesita de lectura, el escritorio, la bombonera, la labor en que distrae sus ocios, batidos, tambor, encajes, el piano o el arpa, cuanto se refiere a la vida íntima, las mil bagatelas que forman el encanto de las mujeres y que revelan sus gustos y sus aficiones. Nada demuestra tanto la personalidad de una mujer como su gabinete de descanso y de labor.
Además de éste, hay otro gabinete de recibir, especie de salón menos suntuoso y más íntimo, intermedio entre el gabinete y el salón, que sirve para las reuniones familiares y de los amigos de confianza.
"En el despacho de una dama hacen bien las flores, los bibelots y los tapices mezclados con los libros y los folletos"
Algunas mujeres artistas tienen su gabinete particular hecho escritorio o estudio, según sus aficiones las inclinen a la música, la literatura o la pintura. En estas cosas su gusto y su fortuna son las que pueden dar el patrón del amueblamiento de esas habitaciones.
El despacho de una dama no ha de parecerse nunca al de trabajo de un hombre. Los despachos de los artistas permiten cierta fantasía: se les ve rodearse de tapices, retratos, bibelots y otros mil objetos; pero en los hombres vulgares el despacho debe tener un carácter vulgar y severo, que no excluye la elegancia ni la comodidad. En el despacho de una dama hacen bien las flores, los bibelots y los tapices mezclados con los libros y los folletos.
Pero la mujer no es jamás egoísta con los que ama; ella sabrá atender a su gabinete, al salón, al comedor, a la alcoba, sin dejar de cuidar como lo principal de la casa las habitaciones de los hijos, del esposo, del padre o de las personas de la familia.
Así, la señora cuidará siempre, además de las que dejamos apuntadas, de las que al uso particular de los hombres se refieren, como salita de fumar, sala de billar, etc.
-
8216
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
El hombre que se ocupa en su trabajo y en sus aficiones no desarrolla vicios y corrupciones
-
Cómo escribir una carta y qué tratamiento debe utilizar la niña en cada ocasión.
-
Qué es la urbanidad y otras preguntas generales relativas a la idea general de la urbanidad y la buena crianza.
-
Tan pronto como supiera leer, la dejaría en libertad de leer todos los libros de la casa...
-
Cuando nuestros amigos o parientes pierdan algún individuo de su familia, nos prestaremos gustosos a acompañarlos en tan doloroso trance.
-
Pon todo tu esmero en procurar que el amor, que debes a tus semejantes, comience en ti a efectuarse con toda perfección...
-
Corresponde a la persona más cualificada de los presentes ser la primera en desdoblar la servilleta
-
Sin fuerza de alma ninguna virtud se adquiere, ningún alto deber se cumple.
-
La cortesía prohibe hacer revivir o echar en cara a otro los vicios que un largo arrepentimiento ha borrado.
-
Por patria se entiende no tan solo el lugar donde uno nace, sino todo el pais gobernado por unas mismas leyes.
-
Por la corbata se juzga al hombre, o permítasenos decir, que la corbata es todo el hombre.
-
La urbanidad es una parte esencialísima de la buena educación, y contribuye mucho a hacernos amables a nuestros semejantes