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La mesa y el decoro.
Los caballeros presentarán la mano a las damas, acompañándolas a la sala destinada para comer.
De la mesa.
La gente civilizada no se alimenta como los salvajes. Existe un decoro particular que se guarda en la mesay que sería vergonzoso ignorar.
Las personas convidadas se hallan por lo común reunidas en el salón principal. Cuando se entra a dar aviso de que la comida está pronta, nadie debe levantarse antes que el dueño o dueña de la casa.
Los caballeros presentarán la mano a las damas, acompañándolas a la sala destinada para comer hasta el puesto donde se encuentra escrito el nombre de sus compañeras o que se les designa verbalmente. Guárdese bien el que no sea el convidado principal, de dirigirse a la dama más hermosa o más respetable por otros títulos. Esto sería grave falta de atención.
Para estar más al alcance de servir a los convidados y procurar que nada les falte, el dueño y la dueña de la casa se colocanregularmente en el centro de la mesa uno en frente de otro.
No os metáis en servir la comida si no sois muy diestros en cortar las viandas, y nunca ejerzáis esta función a no ser que se solicite o acepte vuestra mediación por los que se han dignado convidaros.
En la mesadébese poner gran cuidado en no incomodar a los que tenemos al lado y guardarnos bien de fastidiar a los concurrentes. Es indecente hablar con la boca llena, débese aguardar que esté libre para pronunciar claramente las palabras.
"Es muy desatento apoderarse uno solo de la conversación que debe ser general"
Tampoco es decoroso comer con voracidad, tocar los platoscomunes con la cuchara o tenedor aplicados antes a nuestros labios, y arrojar lo que no hallamos de nuestro gusto.
Si un caballero está colocado al lado de una dama, el decoro exige que le evite todas las incomodidades ocasionadas por la necesidad de echarse de beber y procurarse los alimentos.
Debe ser solicito en ofrecerle todo lo que considere de su agrado.
Sería muy desatento apoderarse uno solo de la conversación que debe ser general. Si la reunión es numerosa, podremos conversarcon los que se hallen más inmediatos a nosotros, no levantando la voz sino lo necesario para que nos entiendan. Guárdese siempre circunspección en los razonamientos, nunca hablemos con desprecio de nadie, y menos de los presentes.
Cuando se llega a los postres, la conversación se anima, pasando a ser más viva y festiva; sin embargo nunca debe salir de los límites de la decencia.
Si sabéis cantar y os piden algún rasgo de vuestra habilidad, no os hagáis de rogar, al paso que sería también indecoroso importunar demasiado al que mostrase mucha repugnancia en acceder a vuestros deseos, lo propio que canturrear el mismo aire que elige el que se presta a la súplica de la compañía.
No se critican los platos ni las salsas, ni se profiere la menor palabra que pueda disgustar tanto a los dueños de la casa como a los convidados.
La mesadebe ser el templo del placer y de la alegría: toda pendencia, toda disputa debe desterrarse de ella.
Es ocioso prevenir que es preciso contenerse y ser sobrio para no ofrecer el hediondo espectáculo de una oprobiosa intemperancia.
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