
Ya no hay buenas maneras
El deterioro de las relaciones sociales es evidente. Antes, en mis tiempos, la gente estaba educada...
Mary Margret
Ya no hay buenas maneras
Aquella urbanidad
El deterioro de las relaciones sociales es evidente. Antes, en mis tiempos, la gente estaba educada y si le pegabas a alguien una patada en los riñones, por ejemplo, se resolvía la cuestión con distinción y señorío. Si iba usted al campo y golpeaba con el bastón a los gañanes de sus fincas, jamás se producía un altercado. A lo más, pequeñas revueltas que eran fácilmente sofocadas.
Es decir, descontentos producidos por agitadores que excitaban a grupos. Pero personalmente, lo que se dice entre caballeros, uno a uno, siempre acababan las cosas con la elegancia de las buenas costumbres de entonces. Y no como ahora, que va usted y le saca un ojo a un subordinado y ya tenemos los gritos, las pretensiones de indemnización, las formas descompuestas. Algo que indigna, algo que a quienes llevamos desde siglos sangre noble en las venas nos entristece profundamente.
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¡Cuánto más razonable era la gentileza con que antaño aceptaban nuestros criados las razones con que justificábamos nuestra conducta! Hoy no, hoy, por culpa de costumbres extranjeras y de ideologías casi asiáticas, todo el mundo es hosco, feo, malhumorado y tiene las manos y los pies grandes y malolientes.
Medito sobre todo esto porque hoy cuando le he abierto con el bastón la bragueta a un jovenzuelo moderno de esos de los pelos largos y el libro de Mao bajo el brazo se ha organizado una barahunda -baraúnda como autoriza el Sr. Casares-, desproporcionada entre causa y efecto.
¡Cómo recuerdo aquellos tiempos en que desnudaba con la fusta, adolescentes en mis olivares, sin que nadie se diese por aludido! ¡Qué sencillez en el ejercicio de mis derechos de pernada! ¡Qué fidelidad en las miradas de los padres de las jóvenes agraciadas por mi elección! ¡Qué tiempos!, que volverán, sí, que volverán porque la educación, la cortesía, las maneras exquisitas, las formas mundanas no pueden desaparecer por mucho que lo intenten los enemigos de la civilización, de la cultura v del entendimiento razonable entre las distintas clases sociales.
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