
El salón. Urbanidad en la casa.
Nada más propicio a la conservación como un salón dispuesto y amueblado con gusto y sin ningún color saliente que hiera los ojos ni absorba la atención.
El salón y sus usos.
Desde dicho punto de vista, el salón no necesita condiciones esenciales; es una pieza poco habitada, o habitada solo en ciertos días y a ciertas horas, que se puede airear cuando convenga y mantenerla en la deseada condición de salubridad. Sin embargo, se debe aconsejar a las amas de casa que habiten con frecuencia su salón; con esto adquirirá un carácter de intimidad, de vida, cuya falta se notaría en un departamento reservado únicamente para las recepciones.
Si una mujer desea reunir periódicamente un grupo de amigos y adquirir la reputación de cariñosa y sociable, es preciso que de a su interior un aspecto de cierta confianza.
Nada más propicio a la conservación como un salón dispuesto y amueblado con gusto y sin ningún color saliente que hiera los ojos ni absorba la atención; los bibelots escogidos inteligentemente dan ligereza y gracia al mobiliario; esto pocas personas saben proporcionárselo.
Los estilos Luis XIV, Luis XV y Luis XVI son entre los clásicos los más apropiados para decorar un salón. Los estilos modernos, así llamados, aunque no sean en realidad estilos, también pueden suministrar lo necesario, y a veces hasta imponer la moda. Cada uno es libre de elegir lo que más le agrade, según sus conveniencias personales, según el medio en que viva y según la gente a quien haya de recibir. El tapiz debe ser hermoso y rico, de colores delicados; por excepción, cuando hayan de estar ante un mueble Luis XIII o Luis XIV, se admiten ciertas tonalidades sombrías.
Cuando no se tiene seguridad en el propio gusto, se debe pedir consejo. El suelo necesita siempre alfombra, generalmente de fondo blanco, muy adornada. La moda del brillo y sin esteras pasó, y además es perjudicial. En muchos salones se ve todavía una gran mesa en el centro o adosada a la pared, útil para sostener bibelots, libros, una jardinera y hasta un reloj y candelabros, pero es anticuado. Entre las ventanas un mueble de fantasía o un espejo grande.
"En muchos salones se ve todavía una gran mesa en el centro o adosada a la pared"
Los muchos espejos dan claridad, apariencia más espaciosa y alegría, pero no son muy elegantes.
Los otros muebles grandes consisten en veladores, mesas, vitrinas y consolas, para tener a la vista los bibelots, jardineras de pies, cestas de flores y estatuas. Tampoco están mal los mueblecitos y estanterías de gusto japonés. Con todos estos elementos basta para amueblar convenientemente un salón.
Una colección de butaquitas ligeras y de sillas volantes acompañará este mobiliario, y se tendrá a punto una o dos mesitas para que el visitante pueda sostener el libro que desea hojear, dejar el abanico, etc. Las flores, cuanto más sencillas son más decorativas, y en unión con algunas plantas elegidas, según el estilo del mobiliario, completan un carácter risueño y animado.
La chimenea se adornaba antiguamente con un péndulo monumental que tenía el inconveniente de recordar a todos la brevedad del tiempo; hoy se ha reemplazado por un bronce, un mármol, una terra-cotta, un objeto de arte cualquiera, siempre que sea bonito y adecuado a la situación. Pero como es esencial tener noticia de la hora, un relojito pequeño, y antiguo con preferencia, debe estar a la vista sobre una mesa o un estante, no lejos de la dueña de la casa, para indicar la hora discretamente a los contertulio si lo necesitan.
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