Reuniones literarias y filarmónicas.
Por más duros y poco armoniosos que sean los versos que recite, flojos o aprosados, no importa; escuchad con atención, y no os durmáis porque sería la mayor grosería.
Reuniones literarias y filarmónicas.
Rara vez son divertidas las reuniones literarias. Se parecen bastante a un concierto de aficionados; pero si se ha recibido un convite y no se ha dado una excusa plausible, es indispensable ir y tener presente el refrán común: "a mal tiempo, buena cara".
Colocados ya todos los concurrentes, el que ha de hacer la lectura atraviesa por medio; se pone al lado de una mesa en que arden dos bujías y se suena; echa una ojeada en torno de la asamblea, y empieza. Entonces es cuando vuestro papel es el más importante para él; debéis concederle toda vuestra atención. El autor lee, pero sus ojos preguntan sin embargo a todas las fisonomías, y es preciso que en la vuestra no deje percibirse la menor incomodidad. Nada debe distraeros. Por más duros y poco armoniosos que sean los versos que recite, flojos o aprosados, no importa; escuchad con atención, y no os durmáis porque sería la mayor grosería.
En tales ocasiones, no os sonéis, porque esto impide que la voz del que recita circule por la sala; no toméis polvo, porque hace estornudar; no escupáis, porque esto distrae; no habléis, porque esto sorprende y asusta al que lee. Por lo demás, podéis aplaudir cuanto os de la gana, y si es una tragedia, procurad no salir de la sala hasta acabarla; es preciso que veáis el asesinato aunque os muráis allí mismo.
"Considerad, pues, que cuando estéis en una sociedad filarmónica, no es precisamente para divertiros, sino para sufrir"
No hay, en nuestra opinión, situación más difícil y meritoria que ésta, para ser urbano y político; y cuando una o dos veces se ha salido con felicidad, con razón puede aspirarse al título de hombre bien educado. Es una especie de privilegio, a que se tiene un gran derecho con tal relación de méritos.
Los mismos inconvenientes que una reunión literaria, presenta una reunión filarmónica de aficionados. En éstas es en donde se suele ensayar los que tienen tres o cuatro meses de lección, y que se figuran con talentos, desollando a Rossini, a Mercadante y a Cimarosa. Jóvenes bien perfumados cantan solos, y señoritas cantan duetos, intercalándose a veces las sonatas. Considerad, pues, que cuando estéis en una sociedad filarmónica, no es precisamente para divertiros, sino para sufrir; debéis escucharlo todo, y no decir nada que disguste.
La urbanidad tiene también sus días aciagos, y estos son, como lo decía Azaiz, las compensaciones forzadas de los placeres que procura la sociedad.
También suele suceder que en una reunión filarmónica cante alguna joven con gusto, exactitud y agradable voz. Esto se ha visto, y es un fenómeno que da tanto gusto como un rayo de sol que penetrase las nubes y viniese a alegrar por un momento la vista en medio de una tempestad.
Pero también suele haber reuniones filarmónicas donde los aficionados se apresuran a concurrir. Se oye allí a los artistas más distinguidos, a los cantores de la mayor reputación, y las cantarinas de nombradía que cantan el trozo favorito o de moda. Estas reuniones son muy diferentes de las que hemos descrito; pero solo se entra con billetes, cuyo precio es bastante alto.
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