
Cuestiones sobre la urbanidad. VIII
La urbanidad y la civilidad para los jóvenes en unas simples cuestiones.
Cuestiones sobre la urbanidad.
Durante la visita, ¿qué deberemos observar?
¿Qué hemos de hacer siempre que entre o salga un sujeto de la sala en que nos hallamos reunidos?
Delante de otras personas, ¿tienen que evitarse algunas groserías?
En las conversaciones, ¿es prudente revelar los secretos ajenos, y el manifestar curiosidad?
¿Debemos así mismo abstenernos de soltar palabras asquerosas, y de citar hechos tristes en ocasiones de alegría o diversión?
¿Qué máxima conviene tener presente en las conversaciones?
¿Tiene que pedirse licencia a su dueño para poder tocar libros, papeles o adornos en una casa ajena?
¿Es licito jamás excedernos en las alabanzas?
Cuando Vd. se halle en la necesidad de escupir estando en presencia de una persona de respeto, ¿qué efectuará?
Las puertas, ¿de qué modo tienen que dejarse?
Cuestiones sobre la urbanidad
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Las oportunas explicaciones disipan aquellos sinsabores o malas inteligencias que entre vecinos suelen degenerar en discordias.
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La religión es uno de los puntos más generales de conversación, y también más murmurado.
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Normas que deben seguir los comensales en los convites.
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Muchas cosas que eran algo, dejándolas, fueron nada; y otras que eran nada, por haber hecho caso de ellas, fueron mucho.
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Es preciso dejar tiempo al novio para que exprese a sus futuros suegros sus sentimientos de gratitud y de satisfacción
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Antes de soltar la lengua informaos de los genios de aquellas personas con quienes estéis en sociedad, porque en todas partes abundan más las cabezas desarregladas, que las de sano juicio.
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El orden social exige que la ancianidad sea respetada a fin de que los jóvenes oigan con docilidad sus lecciones, y obedezcan prontamente sus mandatos.
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El tiempo es tan precioso, y la vida es tan corta que no debe perderse ni un momento.
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De los deberes respectivos, entre los padres y los hijos. Entre los esposos.
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Todas las personas, de cualquier condición social, merecen respeto
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Es muy corriente juzgar a nuestros semejantes por la gentileza y buena disposición de la persona, resultando generalmente cierto este criterio.
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Por grande que sea la dignidad, por alto el empleo que ocupemos, ninguna consideración nos dispensa del respeto que debemos a nuestros padres.