
Del reloj y de los sellos.
El reloj se lleva en el bolsillo del chaleco metido en una cadena de oro.
Objetos de capricho.
Del reloj y de los sellos.
Ya solamente los ancianos y los trabajadores llevan el reloj en el bolsillo de sus calzones; en el día se lleva en el bolsillo del chaleco, metido en una cadena de oro echada al cuello bajo del chaleco, y que se introduce entre el tercero o cuarto ojal.
Ya no se lleva sello, sino una llavecita de oro que sirve para dar cuerda, y que se deja ver o no. A veces, puede ponerse el reloj en el bolsillo del calzón, pero esto es cuando es muy chato. En tal caso debe tener hacia afuera una cadena de oro corta y formada de eslabones prolongados, de los que se vean uno o dos.
Un hombre de gusto se guarda muy bien de ostentar su reloj. Una rica simplicidad debe brillar sobre todo su tren, por lo cual es tan ridículo llevar un reloj de plata, como uno guarnecido de diamantes.
La repetición ya no es de moda sino para los viajes o las partidas de caza. Nada hay más desagradable que hacer sonar la repetición en una tertulia o en medio de una conversación. Aquel tin tin a nadie gusta sino a los niños que se divierten con el ruido, y entretienen su imaginación con un mecanismo que no puede concebir.
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En la mesa se deben observar una infinidad de reglas para evitar toda grosería y falta de buena crianza.
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Antes de afligirnos de cualquier mal que creamos que nos amenaza, es menester que reflexionemos si es (verdaderamente) probable que semejante mal nos suceda.
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Estar correctamente vestido en cualquier ocasión es fundamental para presentarse de forma correcta ante los demás.
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La alcoba no ha de habitarse mas que a las horas de sueño. Las ventanas estarán abiertas una parte del día en todo tiempo.
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Parece contrario a la cortesía el ponerse en bata tan pronto como se vuelve a casa, y de mostrarse así vestido; esto puede permitirse sólo a los ancianos y a las personas indispuestas
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Es el momento de las conversaciones íntimas; se cuentan los lances de la noche pasada.
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Actos inurbanos o molestos a los presentes.
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Las personas maleducadas no son bien vistas en sociedad y ni en cualquier otro ámbito,
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El desaliñado, el que no se asea, es insoportable a la vista de los demás.
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En las conversaciones con personas de autoridad se antepondría señor al título de nobleza, al cargo civil que ocupasen los interlocutores o al oficio militar desempeñado
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De la urbanidad en las maneras de los niños.
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Hay hombres instruidos que hacen vanidad de su saber, hablando siempre en tono magistral, y decidiendo sin apelación.