¡Salude mijito!
Debiéramos darle una mirada al Manual de Carreño, actualizándolo a esta época...
Poner de actualidad el manual de don Manuel Antonio Carreño
Así nos decían nuestros padres y abuelos cuando nos encontrábamos con alguna persona en la calle o al entrar en algún lugar. Hay que saludar. Pues bien, un amigo que viajó a Ecuador me contó que un joven funcionario de inmigración, cuando pasaba a sellar su pasaporte en el aeropuerto de Quito, le hizo esta pregunta: "¿Por qué los venezolanos no saludan, no dan los buenos días?". Ese comentario me llevó a observar nuestro diario comportamiento y, efectivamente, el venezolano no sólo ha venido perdiendo la costumbre de saludar sino que parece ignorar las normas del buen comportamiento.
Esta situación me hizo recordar el famoso Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos , escrito por Manuel Antonio Carreño y cuya primera edición fue realizada en Nueva York, por D. Appleton y Co., en 1854. Esta obra, que trata de los deberes y de las reglas de urbanidad que deben seguirse para comportarse en sociedad, fue escrita por este músico, pedagogo y político venezolano que nació en Caracas en 1812 y murió en París en 1874. Carreño fue fundador del Colegio Roscio y como músico escribió 500 ejercicios para piano, que seguramente fueron fundamentales en la formación de su hija, nuestra gran Teresa Carreño. Fue, además, ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda en 1861.
Las buenas maneras
Hace ciento sesenta años que el Congreso Nacional acordó recomendar el uso de esta obra de Carreño para la educación ciudadana.
Indudablemente, el tiempo ha pasado y las costumbres han cambiado. Sin embargo, las buenas maneras de comportarse siguen siendo fundamentales en el funcionamiento de una sociedad. Y en ello es que deben esmerarse, primero la familia y luego la escuela. En el siglo XIX y hasta muy entrado el siglo XX, el Manual de Carreño, como se le conoce, fue texto obligado para formar a la persona en lo que se denominaba, entonces, moral y buenas costumbres. En su edición original el autor dividió este tema en las siguientes materias: deberes morales del hombre y urbanidad, al estilo de las sociedades europeas. Lecturas más contemporáneas destacan de la obra las normas de comportamiento personal; en la casa y con la familia; con las personas y en la comunidad; y en la escuela o en el trabajo. Todo eso bastaría, teóricamente, para saber comportarse en la vida pública y privada. Pero la realidad señala más bien conductas contrarias al llamado "buen vivir" y que son la base para la convivencia ciudadana.
Cultivar las reglas de la urbanidad para ser metódicos y exactos en el cumplimiento de nuestros deberes sociales
Uno de los rasgos de la crisis social que hoy alimenta el debate público tiene que ver con esta situación. Porque la observancia de estas normas no depende de constituciones, leyes y decretos jurídicos, sino de esa ley social que se nutre de valores y costumbres y define nuestras formas de sociabilidad e idiosincrasia cultural. El tema es, pues, trascendente porque permea todos los niveles sociales y determina inclusive nuestro funcionamiento institucional. El mal comportamiento y los malos hábitos son factores que inciden en cualquier desempeño profesional. La queja por funcionarios irrespetuosos es común. Pero la actitud del ciudadano no es menos preocupante. ¿Cuántos conflictos pudieran evitarse entre vecinos y familias, si existiera un mínimo de normas de respecto y convivencia?
Todo es necesario
Debido a ello es que han surgido instrumentos reguladores como las ordenanzas de convivencia ciudadana. Todo eso es necesario. Pero es en la dimensión de los valores donde hay que insistir. Acatar las normas que nos damos es respetarnos a nosotros mismos respetando al otro. Lo otro es la anarquía, donde prospera la ley del más fuerte, la desvalorización del ser humano y la violencia. Parece mentira, pero todo empieza por saludar, dar los buenos días, despedirse con respeto, pedir permiso, hablar cuando nos corresponde, guardar silencio para escuchar al otro o pedir disculpas cuando nos equivocamos.
Ese llamado de atención o reclamo que el joven ecuatoriano le hizo a nuestro amigo y que encabeza estas reflexiones, es un alerta, máxime cuando es curioso que haya sido un venezolano el que elaboró un manual de urbanidad conocido y utilizado en todo nuestro continente, en momentos en que el país vivía la antesala de la Guerra Federal. ¿Es que acaso pensaba el maestro Carreño conjurar aquel conflicto que devastó la mitad del país, enseñándonos las normas de la convivencia ciudadana? Es evidente que su pequeño libro fue insuficiente para detener aquel conflicto. Pero allí quedó su testimonio y principal consejo: Cultivar las reglas de la urbanidad para ser metódicos y exactos en el cumplimiento de nuestros deberes sociales. Debiéramos darle una mirada al Manual de Carreño, actualizándolo, en esta época donde la anarquía que nos rodea puede ser un poderoso factor de disolución social.
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