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La hospitalidad es una mezcla de protocolo, etiqueta y una buena dosis de excelencia 

La magia de un buen establecimiento hotelero está en los pequeños detalles. Esos a los que muchas veces no se les da excesiva importancia.

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La atención al cliente es fundamental en cualquier negocio, pero en el caso de los hoteles, un poco más
Un buen servicio al cliente garantiza su fidelidad. La atención al cliente es fundamental en cualquier negocio, pero en el caso de los hoteles, un poco más

La hospitalidad y la excelencia en el servicio al cliente

Cuánto se agradece un trato amable y profesional cuando nos alojamos en un establecimiento hotelero.

En el mundo de la hotelería, tan diverso y variopinto, el protocolo y la etiqueta son ingredientes importantes para conseguir una experiencia perfecta para el cliente o huésped. Cuando alguien cruza las puertas de un buen hotel o alojamiento similar, no está entrando a un establecimiento cualquiera; está adentrándose en un universo donde cada gesto, cada palabra y cada detalle están meticulosamente preparados para conseguir un servicio impecable. Aunque nos vamos a centrar más en el mundo de la hotelería, estas recomendaciones sirven también para otros ámbitos de la hostelería.

La verdadera hospitalidad comienza con un buen 'protocolo' de bienvenida: esa primera impresión donde la postura erguida del personal, su lenguaje corporal acogedor y su agradable tono de voz establecen un estándar de excelencia que el huésped experimentará durante su estancia. No se trata simplemente de seguir un guion; es el arte de hacer que cada acción parezca natural y personalizada, manteniendo siempre un toque de distinción y un saber hacer profesional. No sirven posturas impostadas, gestos forzados... porque el cliente se dará cuenta de este comportamiento 'artificial'.

Los buenos modales en el campo de la hotelería y la atención al cliente van más allá de un simple "por favor" y "gracias". La profesionalidad se manifiesta en la capacidad del personal para 'leer' las necesidades no expresadas del cliente, en el tacto para manejar situaciones delicadas, y en la habilidad para mantener la discreción y confidencialidad que caracterizan a un servicio de alto nivel. La etiqueta hotelera exige un equilibrio perfecto entre la cercanía y el respeto, entre la amabilidad y la profesionalidad.

En los tiempos actuales la tecnología parece que amenaza con despersonalizar el servicio cara a cara frente al digital. Por este motivo, el protocolo se vuelve aún más importante y necesario. Los establecimientos que quieren ofrecer un buen servicio, invierten en formar a su personal en las sutilezas del comportamiento social, el arte de la conversación apropiada y el manejo de situaciones protocolarias con huéspedes de diferentes culturas y estatus.

El lujo verdadero no reside únicamente en las cuestiones materiales, sino en la elegancia y excelencia del servicio prestado. Un personal bien formado en protocolo y sus reglas de etiqueta sabe que la excelencia está en los pequeños detalles: la manera correcta de dirigirse a cada huésped, el tiempo perfecto para cada servicio, y la capacidad de anticiparse a las necesidades del cliente, manteniendo siempre la discreción, la elegancia y las buenas maneras.

Un trato amable no quiere decir un trato artificial o impostado
Gestos tan sencillos como una sonrisa generan actitudes positivas. Un trato amable no quiere decir un trato artificial o impostado

La hospitalidad de calidad requiere que cada miembro del personal sea un embajador del buen gusto y los modales refinados, creando una experiencia donde el huésped se sienta no solo bien atendido, sino verdaderamente agasajado y bien considerado. Porque al final, la grandeza de un hotel no se mide únicamente por el número de estrellas, sino por la exquisitez del trato dado a los clientes y la distinción de su servicio.

 

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