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La fiebre del protocolo

Más que cursos de protocolo habría que dar cursos de educación, lo que pasa es que se disimula poniéndoles nombres como el saber estar, el saber decir

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Paso de peatones. ¿La buena educación más importante que el protocolo?
Buena educación. Paso de peatones. ¿La buena educación más importante que el protocolo?

¿La buena educación más importante que el protocolo?

Frente al desprecio que personalidades y famosos hacen a la liturgia de los buenos modales, la fiebre del protocolo cunde entre miles de españoles que se instruyen en él, conscientes de que el saber estar es lanzadera para el triunfo.

Las últimas patadas oficiales a las buenas maneras han dejado maltrecho a don Felio Vilarrubias, director de los Cursos de Protocolo de la Escuela Diplomática y de la Universidad de Oviedo, considerado por los próceres de este arte padre del protocolo en España. Le puede, digo, la desolación.

"Estoy tristísimo -constata- después de ver a Ana Botella cruzada de piernas y vestida de claro ante el Papa. Nunca ese gesto y siempre de negro. Pero también le digo que si no hubiera máquina fotográfica o cámaras de televisión, no nos enteraríamos de muchas cosas, porque hay momentos en la vida en que medimos demasiado a los demás y no nos medimos a nosotros mismos".

Por ello a los alumnos les decimos siempre que piensen que nunca un encuentro es entre dos personas, sino tres, y una de ellas es la cámara que puede ser el ojo de millones de espectadores. De ahí que una de las asignaturas que impartimos es la configuración de escenarios, porque hay que saber actuar cuando hay proyección de la imagen».

A juicio de este maestro, "más que cursos de protocolo habría que dar cursos de educación", lo que pasa es que se disimula poniéndoles nombres como "el saber estar, el saber decir", pero en el fondo, salvo los cursos serios en los que se trata el protocolo del Estado, lo demás es lo clásico que cuando yo era joven -ahora tengo 82 años-, se aprendía como urbanidad.

La globalización y los cambios en las costumbres

La globalización es ya un hecho cierto en las relaciones sociales, estamos en un momento en la Historia en que se atisban los preámbulos de un cambio de época importante. Por eso las relaciones sociales se van trampeando en función de la educación que uno tiene y del provecho que quiere sacar. Es decir, si yo me presento para trabajar en una empresa, lo haré modosito, aunque luego entre compañeros le dé un golpazo en la espalda y le diga "hola tío, como estás"'.

Las relaciones sociales también han evolucionado por la razón innegable de la desmitificación de la sociedad como tal, es decir, el jefe ya no tiene aquel respeto innegable de antaño, la presencia de la mujer ha representado un cambio mucho más profundo de lo que nos damos cuenta a favor de esas relaciones, y el tuteo ha surgido, no digo ya por falta de educación, sino sencillamente porque estos chicos tan jóvenes que maduran tan temprano se sienten capidisminuidos al tratar de usted a otra persona porque se consideran que ya son mayores.

Otro factor social importante, continúa enumerando Vilarrubias, y éste es muy delicado, es que ha surgido una clase media que no ha tenido sustratos anteriores y se ha encontrado en la vorágine de la sociedad teniendo que representar algo, teniendo que acudir a personas de su mismo nivel económico, pero de mejores costumbres.

Estamos, sin duda, en un momento de convulsión sociológica. ¿Quién se acercaba antes con esa tranquilidad a dar la mano al Rey o a un ministro, al que lo mismo se le aplaude, que se le silba, que se le da en la cabeza? Esto antes era impensable porque había una separación muy clara de quién era y lo que representaba. Porque qué es el protocolo sino aplicar la fórmula del derecho romano de dar a cada uno lo que en justicia le corresponde según el cargo que ostenta y no por su nombre o sus ideas políticas».

Sobre la mesa de José Carlos San Juan, en su despacho de la firma Monforte & Asociados, un ejemplar de "La distinción", de Pierre Bourdieu, advierte de por dónde van los tiros. Lo primero, por tanto, para no meter la pata, preguntarle a este profesor de protocolo de la Escuela Diplomática, que ha servido en la Casa de Su Majestad el Rey y en el Palacio de la Moncloa, por el error más habitual en este páramo de la cortesía.

"Sin duda, cuando a la hora de hacer cumplir la norma protocolaria sale alguien que te dice 'usted no sabe quién soy yo'".

Decía el político y diplomático francés Talleyrand que "sólo los tontos se burlan del protocolo dado que éste simplifica la vida" y yo añadiría que, además de facilitarnos las cosas, es un arte entendido como virtud, que no consiste sino en hacer lo que se debe de una manera perfecta y natural. Esto es tan importante en nuestros días que las empresas que quieren triunfar saben que sin un gabinete de protocolo, relaciones externas, públicas o similar que vele por ello tendrán poco que hacer en el campo de la competencia. De sobra saben las compañías importantes que la proyección de su imagen a través de una junta general de accionistas, en definitiva el examen del consejo de Administración, tiene mucha mayor relevancia entre su sector que cualquier campaña de publicidad. Jordi Pujol prefiere decir que el protocolo es la imagen plástica del poder y da en el clavo. No le quepa duda de que el protocolo es una técnica empresarial.

Máster en educación

Gustavo Marinaro, consultor en estas lides y director de "Chaquetas Blancas", pone el acento en el mundo de la liturgia de los modales en la mesa, hoy que no hay relación en la que no medie la cortesía entre platos. "Las empresas saben que formar a sus directivos es invertir en la misma imagen corporativa, porque éstos son sus embajadores, y cada día solicitan mayor instrucción para que sepan comportarse en todos los ambientes. Amén de máster e idiomas, hace falta ser digno representante de la marca: con la sola imagen se puede ganar hasta el 50 por ciento del negocio".

"Muchos empresarios se hicieron a sí mismos, no tuvieron la educación debida y ven que el dinero no basta para la vinculación social. A esas carencias se suman nuevas dificultades: ahí tiene la cocina de autor rompiendo los esquemas del uso tradicional del cubierto. Porque ¿ se cogen con la mano, como invita el plato,un canutillo de pasta brie relleno de morcilla ? Jamás. Con cuchillo y tenedor siempre. Y eso, no está escrito en ningún sitio".

 

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