![Logo Protocolo y Etiqueta](https://www.protocolo.org/extra/desimg/xcombined_proto_logo_idx_462x60.png.pagespeed.ic.5ZOHUrny0M.png)
El discurso y la conversación. IV.
Es un distintivo de vanidad muy notable interrrumpir al que habla para explicar mejor la cosa.
Condiciones físicas, intelectuales y morales del discurso y de la conversación.
En una conversación, dos personas que hablan en una lengua que los demás no entienden cometen una gran descortesía porque manifiestan desconfianza de los oyentes y que no les interesa su compañía; les recuerdan su ignorancia con respecto a la lengua que ellos hablan, y despiertan en ellos el deseo de saber sobre qué versa la conversación, y como este deseo no puede ser satisfecho, equivale a un sufrimiento. Por los mismos motivos no es cosa permitida hablar al oído, ni escuchar a los que hablan de este modo. En este caso debe contestarse en alta voz, mientras que no se trate de algún secreto. Las palabras dichas al oído cuando van acompañadas de aire misterioso, guiñadas de ojos, miradas hacia una persona, son siempre tenidas por murmuración o calumnia contra ésta.
La razón aprueba ciertas frases galantes, ciertas fórmulas de deferencia que la urbanidad ha introducido hasta entre superiores e inferiores por que puede hacerse uso de ellas sin comprometer la autoridad, como el: permítame Vd., perdone Vd. mi indiscreción, bien me hará Vd. el obsequio, etc.
Es un distintivo de vanidad muy notable interrrumpir al que habla para explicar mejor la cosa, y esto no puede sufrirse sino en caso de tratarse de un hecho que los presentes han de conocer muy bien, por que interesa a este o al otro de ellos. Si debemos mostrarnos agradecidos a quien alimenta la conversación con palabras o relatos honestos y agradables, era muy mucho descortés la conducta de Cristina reina de Suecia, la cual, cuando alguno quería entretenerla con relaciones graciosas y oportunas le felicitaba por su buena memoria.
Cuando entra en la conversación alguna persona respetable, es menester recopilar en pocas palabras lo que hasta entonces se ha dicho, para que de este modo pueda seguir fácilmente el hilo de la conversación.
Cuando entramos en un lugar en que ya está entablada una conversación, a menos de ser nosotros superiores a los presentes, no debemos preguntar de qué se trata, sino antes bien manifestar deseos de que continue la conversación interrumpida por nuestra llegada, sin dar a entender que ya sabemos donde va a terminar lo que se dice.
- El discurso y la conversación. I.
- El discurso y la conversación. II.
- El discurso y la conversación. III.
- El discurso y la conversación. IV.
-
9189
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Si a la locuacidad se une el egoísmo, esto es, si siempre hablamos de nosotros mismos, de nuestros gustos, de nuestras cosas, y de cuanto nos pertenece, es positivo que fastidiaremos de una manera insoportable a cuantos nos oigan.
-
Se cuidará mucho de no ocupar los asientos con objetos y no llevar perfumes exagerados ni alimentos de olor fuerte que puedan incomodar a los otros viajeros.
-
Se provoca la risa hablando de objetos bajos y plebeyos en tono grandioso y elevado con el cual reciben aquellos un aire cómico y gracioso.
-
De las condiciones que la cortesía pide que acompañen a las palabras.
-
Al comer hay que hacerlo de tal modo que los carrillos no se inflen, y es totalmente contrario a la educación tener al mismo tiempo los dos carrillos llenos.
-
Estas reglas de urbanidad están escritas para orientar un poquito a la juventud rural en lo más elemental.
-
La religión es uno de los puntos más generales de conversación, y también más murmurado.
-
La buena crianza es la única cosa que a primera vista dispone los ánimos en favor nuestro, pues para conocer los grandes talentos es menester más tiempo.
-
No hay cosa más agradable que el talento que va acompañado de gusto, discernimiento y juicio.
-
La sociedad de hombres que no tuviese un punto u objeto especial, perecería por el mismo fastidio o falta de agrado.
-
Parece a primera vista que nuestras pasiones y vicios deben dañar solamente a nosotros mismos; pero al mismo tiempo que nos depravan, son funestos a los que nos rodean.
-
En la Edad Media los lutos consistían en la manera de llevar los trajes más que en el color. Los reyes lo llevaban violeta y las reinas blanco.