Urbanidad y cortesía de la persona educada.
La urbanidad es una ciencia que enseña a colocar en su debido lugar lo que hemos de hacer o decir.
Urbanidad y cortesía de la persona educada.
Proemio.
La definición que hacen los antiguos de la urbanidad, diciendo que es una ciencia que enseña a colocar en su debido lugar lo que hemos de hacer o decir, no se reduce a otra cosa que a la verdadera modestia y honestidad que deben acompañar a todas nuestras acciones y palabras; pero no pudiendo poseerse estas cualidades sin la inestimable prenda de la humildad, que debe ser el fundamento de todas nuestras operaciones y sentimientos, se infiere con claridad, que aquel será más político que sea más humilde , y al contrario. Por tanto, para que los jóvenes posean esta virtud tan útil cuanto estimable en el escrupuloso y delicado trato de la vida civil, es menester que los padres y maestros se la inculquen a sus hijos y discípulos desde la más tierna edad.
Ella es, a diferencia de la vanidad y soberbia que vienen del amor propio, la joya apreciable, cuyo valor e interés arrastra tras sí el corazón del hombre que la observa. No solamente consiste en pensar de sí mismo con fpocas ventajas, sino en preferir siempre en las cosas, lícitas la complacencia y comodidad ajena a la suya propia, hasta el extremo de horrorizarse de cuanto pueda desazonar o perjudicar al prójimo, que es en lo que consiste la verdadera modestia y humildad cristiana, tan semejantes y análogas a la caridad, que insensiblemente nos encaminan a amar a nuestros semejantes, y a no hacer con ellos lo que no quisiéramos se hiciese con nosotros mismos.
A cuatro cláusulas podemos reducir la práctica de la ciencia urbana: primera, a portarse cada uno según su edad y estado; segunda, a mirar siempre a la calidad de la persona con quien se trate; tercera, a observar el tiempo en que sucede; cuarta, y a considerar el lugar en que se hace. No hay otros medios por donde pueda conocerse el hombre a sí mismo y a los demás, y observar los lugares y el tiempo, tan necesarios para que sus accíones no parezcan descorteses y extravagantes, aun cuando por otro lado sean ejecutadas con la más sana intención. Mas para esto, se necesita de parte del sujeto cierto tino y sindéresis natural, que pueda sin ofuscación distinguir la diferente cualidad de las cosas; pues sucede muchas veces, que por falta de este discernimiento se toma lo falso por lo verdadero, y se hacen misterios de cosas frívolas, al paso que por otra parte se atropellan inconsideradamente las de mayor importancia. De aquí dimana la dificultad de distinguir la cortesía de la familiaridad, cuyo conocimiento es tan importante en ciertas ocasiones, que si en unas es enteramente urbana y decente, en otras es sumamente descortés y ofensiva.
Todo cuanto se trata, en el mundo es, o entre personas que tienen mucho conocimiento entre sí, o entre las que tienen poco, o entre las que no tienen ninguno. Unas y otras tienen sus conversaciones recíprocas, o bien de igual a igual, o de inferior a superior, o de superior a inferior. Si de igual a igual hay mucho conocimiento, entonces la familiaridad es decente; si hay poco, es una descortesía; y si ninguno, una ligereza de entendimiento. Si entre inferior y superior es mucho o el conocimiento que hay, es desvergüenza la llaneza o familiaridad (a no consistir en un mandato expreso); pero pasa a ser insolencia y brutalidad, si absolutamente no se conocen ni se tratan. Por último, es siempre decente de superior a inferior la familiaridad, porque con ella se obliga más al que la recibe.
Según estas circunstancias; o son todas nuestras acciones respecto de otros absolutas e independientes, o dependientes y no absolutas, conforme a las diferentes clases de personas superiores, iguales o inferiores. A las primeras casi todo les es permitido, porque mandan; a las segundas, muchas cosas, porque no hay derecho para censurarlas, y a las terceras, ninguna porque solo las es decente lo que se encierra dentro de los límites de la modestia. De aquí es, que la familiaridad solo corresponde a las dos primeras clases de personas, y no a la última sin orden expresa de aquellas de quienes depende, en cuyo caso debe ser, no obstante, con las precauciones correspondientes.
Como estos principios generales son muy a propósito para cualquiera que sepa aplicarlos a todas sus acciones, conviene reducirlos a reglas que expliquen por menor el modo de comportamos con los demás hombres. Leídas y releídas en las escuelas por los jóvenes que a ellas acuden, adquirirán el debido conocimiento de la ciencia cortés y urbana, y tendrán con él un norte seguro por donde dirigirse en todas sus operaciones al bien obrar, y proporcionarse insensiblemente la llave maestra con que, cómo dijimos en la introducción, se abren las puertas del templo de la fortuna.
Las obras de que principalmente nos hemos valido para componer estas cortas lecciones que ofrecemos al público, son la: "Urbanidad y cortesía universal", traducida del Francés por Don Ignacio Benito Avalle, y los "Elementos de Gramática Castellana, Ortografía y Caligrafía y Urbanidad", dispuestos para uso de los discípulos de las Escuelas Pías por el Padre Santiago Delgado, sacerdote de las mismas. Uno y otro autor escribieron con tanto acierto y tan arreglados al fin que respectivamente se propusieron, que he tenido por conveniente tomarlos por modelo, y no callar en este lugar lo mucho a que les soy deudor.
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