Saludos, cumplidos y visitas. I.
Hay mil las maneras de saludar más o menos galantes, y mil los extravagantes y caprichosos usos introducidos por la cortesía en las naciones.
Los saludos, los cumplidos y las visitas.
Entre las muchas personas, que encuentras por las calles, en las reuniones, en los teatros, solo hay algunas con las cuales te une algún vínculo de amistad, de respeto y de gratitud, mientras con las demás no tienes sino los vínculos sociales. La serie de actos o de palabras con que manifiestas a alguno este o el otro de los indicados afectos, al acercarte a ella o al separarte de su lado, constituyen el saludo.
Entre el desconfiado habitante de Java que no se acerca a su semejante sino con el puñal en la mano, y el afectado y falso chino que con cien protestas de humillación se te arrodilla delante, son mil las maneras de saludar más o menos galantes, y mil los extravagantes y caprichosos usos introducidos por la cortesía en las naciones. Los griegos tenían diferentes fórmulas para saludar; y al paso que por la mañana auguraban alegría, por la tarde deseaban salud. En Roma para saludar a uno era preciso llevar la mano derecha a la boca y luego adelantarla hacia él; de la misma manera debía el hombre presentarse ante la imagen de los dioses; y en presencia de los magistrados era preciso descubrirse la cabeza.
Cuando por las calles un romano encontraba a uno de ellos, se detenía, y algunas veces le besaba la mano en señal de respeto. Cuando pasaban los cónsules los presentes les abrían paso, y el que iba montado debía echar pie a tierra. Los guerreros se saludaban bajando las armas, como aun lo hacen en nuestros días. Lo mismo entre los griegos que entre los romanos, la cortesía ordenaba que las personas se saludaran llamándolas por su nombre y sobrenombre, cual para probar que se conservaba la memoria de los nombres porque se estimaba a la persona.
"Los europeos se descubren la cabeza para saludar"
Los francos se arrancaban un cabello y lo presentaban a la persona a quien querían saludar. Los habitantes de la Nueva-Guinea se ponen sobre la cabeza algunas hojas de un árbol, consideradas en el país como símbolo de paz y amistad. El europeo que se propone manifestar con sus acciones respeto y veneración se descubre la cabeza, el oriental se la cubre; aquél en medio de la mayor efusión de los sentimientos encorba un poco la cabeza y las espaldas, y éste queriendo mostrar su reverencia oculta la cabeza y se prosterna, de lo cual resulta que la actitud natural y característica de la veneración es bajarse y acortar el cuerpo.
En uno de los extremos de esta expresion se ve al hombre que casi se iguala a la tierra en la cual se tiende boca abajo perdiendo toda la dimensión de su altura; y en el opuesto al hombre que apenas inclina la cabeza o bien dobla únicamente la mano. Entre los usos dichos, los que no incluyen inclinación del cuerpo, no representan veneración; así, pues, quitarse el sombrero para saludar no tiene ninguna relación natural con el sentimiento de que pretendemos dar señales. Este uso que debe respetarse mientras subsiste, nos expone a la eventualidad de constiparnos cuando estamos sudados, y cuando hemos de saludar muchas personas; por lo tanto sería de desear su abolición sustituyéndolo con otro menos incómodo y más natural.
Tocarse la mano, besarse y abrazarse son tres demostraciones de amistad; la primera es la más débil como que no vienen a tocarse sino dos partes extremas del cuerpo; y la última es la más expresiva como que se ponen en contacto un cuerpo con el otro.
El uso general en Europa es que al ver pasar por la calle una persona respetable o amiga, abramos la ventana si estamos en casa, o bajemos el cristal de la portezuela si vamos en carruaje, y le dejemos la acera si vamos a pie.
Este último acto de cortesía se funda en cuatro razones. La situación más baja a que nos retiramos es una señal de respeto, bajando nosotros de la acera ahorramos a la persona saludada la incomodidad de que ella baje, la acera suele estar menos expuesta a la lluvia y a la intemperie de las estaciones, y la parte de la calle distante de la acera es comúnmente la más sucia.
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