
Pasiones perjudiciales a nosotros mismos: los deseos y la gula.
Debemos acostumbrarnos en todos tiempos a fijar nuestros deseos en el bien infinito, y a no anhelar en el mundo más bienes que los que poseemos.
De las pasiones que perjudican principalmente a nosotros mismos.
Deseos.
El hombre nacido para gozar de Dios, bien infinito, jamás puede saciarse con los bienes temporales: cuantos más tienes más desea. De aquí nacen dos males, el primero que cuantas más cosas desea, tantas menos consigue, conforme a aquel refrán que dice, " quien todo lo quiere todo lo pierde" ; el segundo que mientras se deja llevar de la inquietud de sus deseos, no siente ni aun la satisfacción de gozar lo que posee.
Para evitar pues estos males debemos acostumbrarnos en todos tiempos a fijar nuestros deseos en el bien infinito, y a no anhelar en el mundo más bienes que los que poseemos. Nos es lícito solicitar otros mayores, si podemos conseguirlos por medios honrados; pero sin desearlos con demasiada codicia, y sin inquietarnos si no los logramos.
Gula.
La gula, o la pasión desordenada de comer y beber, nos daña de muchos modos. Primeramente el comer y beber con exceso, o cosas malsanas, daña a nuestra salud y nos acarrea enfermedades gravísimas; o por mejor decir, la mayor parte de las que padecemos proviene de estos excesos. Lo segundo, el desorden en la comida y bebida entorpece el cuerpo y el alma juntamente, y disminuye su aptitud para obrar. Lo tercero, la demasiada afición a comer y beber es causa de que muchos malgasten sus bienes, y queden reducidos a la mendicidad.
Conviene pues en primer lugar que tengamos muy presente aquel proverbio, de que "hemos de comer para vivir, y no vivir para comer".
"Hemos de comer para vivir, y no vivir para comer"
En segundo lugar acostumbrarnos, por lo tocante a la cantidad, a comer lo suficiente, y nada más; y por lo que mira a la cualidad lo primero a comer manjares sanos, y a no dejarnos llevar de nuestro apetito a comer lo que nos puedan perjudicar; lo segundo a no hacernos delicados y melindrosos, sino enseñarnos con tiempo a comer de todo. El que en esta parte está mal acostumbrado, cada día se hace más delicado, y se encuentra a veces en tales circunstancias que no sabe qué comer.
Debemos pues hacernos a todo, venciendo muchas veces la repugnancia que en nuestros primeros años tenemos a algunos manjares. Con el tiempo y la costumbre se consigue perderla; y aún aquellas cosas que al principio nos parecían desagradables, nos llegan a gustar más que otras.
En cuanto al beber debemos sobre todo huir del feo y perjudicialísimo vicio de la embriaguez. El hombre que se embriaga es el más vil de los hombres: se priva a sí mismo del uso de la razón, que es el don más precioso con que Dios nos ha adornado; se iguala a los brutos, y algunas veces es más bruto que ellos. Así, es preciso que usemos del vino con la mayor moderación; y los niños en especial, para no exponerse a contraer este vicio, deben abstenerse totalmente del vino, o beber poquísimo.
-
6478
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Comentario de Julia Valera sobre la obra de Erasmo de Rotterdam "De la urbanidad en las maneras de los niños" -De civilitate morum puerilium-.
-
El que llega a una nueva vivienda debe ofrecerse a sus amigos, vecinos. Es una forma de presentarse a la nueva vecindad
-
El aseo personal es importante para dar una buena imagen de nosotros a los demás y a nosotros mismos
-
Estamos obligados a sentimientos piadosos y a modales benévolos con todos.
-
Las personas entre quienes existen relaciones especiales, ya sean accidentales o permanentes, se deben respectivamente ciertas consideraciones también especiales.
-
La urbanidad es el modo de conciliar agradablemente lo que uno debe a los demás con lo que se debe a sí mismo
-
Educar a los hijos no es una tarea fácil, Requiere constancia y tesón, aunque sea más sencillo dejarles hacer lo que quieran.
-
Un hombre arrebatado de cólera es lo mismo que un furioso que no sabe ya lo que se hace.
-
Cuando la persona que llega merece cierto honor, siempre hay que dejar de hablar, o el juego, o cualquier otra cosa, y todos deben levantarse.
-
Todo hombre que tiene libre el uso de sus ojos, y de su mano derecha, puede escribir la forma de letra que le guste.
-
La lectura puede ser una medicina eficacísima contras las dolencias del espíritu si en su elección se medita y se acierta.
-
La conversación es el palenque en donde se ponen a prueba todas las cualidades de talento, amabilidad y finura.