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La urbanidad para señoritas de Saturnino Calleja
El escritor del manual, justifica las diferencias que establece la urbanidad según el sexo
The British Library
La urbanidad para señoritas de Saturnino Calleja
Aquella urbanidad
Aunque los preceptos de la urbanidad obligan por igual a los dos sexos, es indudable que no todos los que se recomiendan al hombre son aplicables a la mujer, que desempeña en la vida social un papel muy distinto, y por su misma debilidad y delicadeza es acreedora a excepcionales consideraciones.
Consignan las leyes la supremacía civil del hombre; mas, por fortuna, las costumbres han establecido para con la mujer justas y galantes preferencias, que se observan en mil detalles del trato social, y que la rodean de una atmósfera de distinción y respeto.
Estas mismas distinciones que a la mujer son debidas, y que no puede negarle quien se precie de cortés y caballero, la obliga, por su parte, a no descuidar detalle alguno de su educación, tanto para saber apreciar las muestras de consideración y respeto que reciba, como para hacerse más merecedora de ellas.
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En este modesto tratado de urbanidad, están contenidas las principales reglas de urbanidad que debe tener en cuenta una niña para merecer con justicia el honroso título de cortés y bien educada, que realzará mucho sus otras buenas prendas.
Toda obrita de este género es, por fuerza, deficiente, pues no es posible prever en un tratado elemental las innumerables circunstancias de la vida en que puede ponerse a prueba la urbanidad y buena crianza de una persona, ni cabe hacer otra cosa que sentar los principios fundamentales que han de servir de base para el ulterior desarrollo de la educación y para la práctica del trato social.
Por fortuna, las señoras profesoras sabrán llenar, con sus consejos y advertencias a las niñas, los vacíos que se puede haber en este opúsculo, que recomendamos a su benevolencia.
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Si se mira con la lente a una mujer, es casi como señalarla con el dedo.
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La urbanidad es tan estricta en lo relativo al prójimo que no permite causarle disgusto en nada; por esto no permite que se hable nunca mal de nadie
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El hombre de ánimo delicado se abre a todos los sentimientos que engrandecen la naturaleza humana, y quisiera cerrarlo a cuantos la degradan.
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El niño urbano debe saber comportarse en la mesa de forma correcta y educada.
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Considerando la mesa como un sitio de placer, no debe invitarse nada más que a personas gratas.
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Hemos de recibir a los invitados con agrado, estando en casa una hora antes aproximadamente de la señalada. Si somos invitados, iremos un cuarto de hora antes.
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Regularmente el hombre se distrae por afectación o por frialdad, y así es fastidiosísimo para el trato.
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Cuando se quiere dar o devolver alguna cosa a otros, hay que entregarla con prontitud.
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Andar por la calle, preferencia al subir o bajar una escalera y reglas a observarse al hacer una visita.
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La cortesía exige abstenerse de bostezar cuando se está con otras personas, sobre todo cuando se está con personas a las que se debe respeto.