Otras habitaciones. Urbanidad en la casa.
Todo ha de estar limpio, ventilado, cuidado, y sin que en ninguna habitación se amontonen trastos inútiles y viejos que dificulten la limpieza.
La salita de fumar, la sala de billa, la cocina, etc.
La salita de fumar es para el hombre lo que para la mujer el gabinete, el sitio donde recibe a sus amigos y donde pasa los ratos de descanso o conversaciones familiares. Una salita de fumar ha de ser agradable y elegante; en ella habrá asientos cómodos, mesitas con los cigarros, libros, periódicos y cuantos objetos contribuyan al bienestar y el confort.
La sala de billar o salón de tresillo, ecarté, etc., deben ser grandes, para que no molesten los espectadores a los que juegan; los muebles poco recargados; una mesa para refrescos, café, etc., y un lavabo destinado a que puedan lavarse las manos después de la partida.
A todas las demás dependencias de la casa se extiende el cuidado, gusto y vigilancia de la dueña, sin prescindir de las habitaciones de los criados, despensas y cuartos destinados a guardar muebles y objetos, y la cocina.
Todo ha de estar limpio, ventilado, cuidado, y sin que en ninguna habitación se amontonen trastos inútiles y viejos que dificulten la limpieza y sean criaderos de insectos o animales dañinos.
"Para tener una casa elegante, lo principal es el gusto y el buen sentido de su dueña"
La cocina exige siempre particular atención; si se ha de hacer en casa una comida, son muchas las cosas que se necesitan para prepararla, y es de muy deplorable efecto para una señora tener que ir a pedirle a una amiga una cacerola u otro objeto cualquiera el día que tiene invitados.
Además, la elección de la batería de cocina es importantísima desde el punto de vista de la higiene y requiere grandes cuidados por parte de la señora a cuyo cargo están la salud de los individuos de la familia y la servidumbre.
En resumen: para tener un departamento distinguido, lo principal es el gusto y el buen sentido de su dueña. Hay casas donde los muebles son de escaso valor, pero en las cuales un hada activa e inteligente tiene el sentimiento de lo conveniente y de lo bello, y bajo sus manecitas milagrosas todo se embellece. Los muebles más sencillos adquieren un valor y armonía en el fondo y en la forma que los hace encantadores. El orden, el gusto, la limpieza, la ausencia de pretensión vanidosa y ridícula, bastan para crear un interior lleno de elegancia.
A veces, el lujo sin gusto es contraproducente; hay dama cuyo salón o gabinete parece la tienda de un barbero, sin distinción ninguna, con perfumes desagradables y algo de vanidoso y de frío, que aburre y repele.
Sucede con frecuencia que el visitante no se encuentra tan bien en esos interiores lujosos, en donde no se respira ese ambiente de graciosa elegancia, de sencillez cordial, de felicidad y de amor de que suele rodearse el talento de una mujer discreta.
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