
Cumplimientos que se deben guardar en cada género de cartas.
Uno de los puntos más esenciales que debe observarse en la buena formación de las cartas, es atender y poner la consideración sobre la persona a quien se escribe
Cumplimientos que se deben guardar en cada género de cartas.
Uno de los puntos más esenciales que debe observarse en la buena formación de las cartas, es atender y poner la consideración sobre la persona a quien se escribe. Un sujeto condecorado debe ser tratado con más cortesía y cumplimiento que nuestro verdadero amigo. Éste disimulará con facilidad los defectos de las cartas; pero los grandes, exactos en la observancia de las reglas de urbanidad, tomarán tal vez un descuido natural por un malicioso desprecio, o por una grosera desatención.
Se ha de evitar el vicio de algunos, que exprimen sus pensamientos con palabras rudas y poco cultas, y de los que omiten o cambian los tratamientos; semejantes defectos producen un bajo concepto de la crianza del que escribe.
Debe huir el que escribe de las expresiones ásperas, a no ser que haya motivo para ello, y aun entonces es preciso vayan acompañadas de la moderación. El desabrimiento excesivo, la demasiada aspereza, la precipitación inconsiderada, una severidad inaccesible, jamás o pocas veces producen buenos efectos.
Cuando uno escribe una carta, debe fundarse sobre el principio de no desmentir su carácter. Ha de usar de sentimientos respetuosos para con los superiores, graciosos para con los iguales, afables respecto de los inferiores; apartarse de este principio, será insultar la persona a quien escribe, y degradarse a sí mismo.
Las cartas piden unas expresiones vivas, naturales, limpias y concisas, ajenas de toda afectación, y que manifiesten con claridad los pensamientos del escritor. Por consiguiente, deben omitirse los términos pomposos o que nada significan, o que tienen muy poca o ninguna relación con el asunto que se trata.
El escrito debe sujetarse a las reglas de la gramática. En las cartas jocosas, las agudezas de los pensamientos, cuando son oportunas las frases placenteras, cuando vienen a propósito y se usan con economía, forman un estilo agradable, que arrebata las atenciones del lector.
En una carta se expresan por lo regular muchos pensamientos; en tal caso, se hace preciso entretejerla para unir y enlazar entre sí las partes de un razonamiento, a fin de que sea agradable a la persona a quien se escribe.
Queda dicho, que el lenguaje de las cartas debe acomodarse al asunto de que en ellas se habla; el estilo debe ser jocoso en materias de diversión, expresivo en las pretensiones, serio en asuntos políticos.
Las materias elevadas, que forman algunas veces el asunto de una carta, como son la relación de los hechos grandes, las descripciones majestuosas, piden expresiones enérgicas.
El trato de las gentes es el mejor maestro para imponerse en el estilo epistolar. La sociedad comunica cierto lenguaje particular, el más ventajoso para expresarse con el respeto que se debe a aquellos a quienes se escribe.
Los sujetos distinguidos por su nacimiento están más obligados a las leyes que intima la urbanidad, y no deben apartarse de ellas cuando escriben a persona de clase inferior; pues, si el cielo los condecoró con un ilustre nacimiento, no les concedió derecho alguno para mirar con desprecio la suerte de sus semejantes.
Nada hay, que haga más molesto en las cartas, que las repeticiones demasiado frecuentes de los tratamientos, y nada que se haga menos sufrible como la reproducción de las voces idénticas.
Aunque estamos persuadidos de que varias personas, muy satisfechas de su saber, se creen con facultad para no guardar regla alguna para la formación de las cartas, valiéndose únicamente del estilo que les sugiere el capricho; sin embargo, como el objeto de nuestros trabajos debe ser la más ventajosa educación de la niñez, daremos las reglas más necesarias que se deben observar sobre este particular. Quien se persuada de que no sabe cuánto hay que saber podrá aprovecharse de ellas.
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