
Curiosidades históricas sobre el abanico
El abanico ha sido, a lo largo de la historia, un objeto de uso práctico y un aliado en el lenguaje del amor
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El abanico y sus "historias"
Soy alguacil de las damas
y ministro singular,
de varas ando cargado
sin prender ni castigar
(Adivinanza popular)
Con la "declaración de guerra de los mosquitos" coincide todos los años la reprisedel abanico.
Así que la primavera tiende su verde manto, como dicen los poetas cursis, y el calor empieza a "dejarse sentir" todos echamos de menos el comodísimo artefacto.
La encopetada dama que guarda en elegantes estuches valiosos abanicos que heredó de sus antepasados; la modistilla que, economizando varios "perros" de su jornal, compra un japonés... de la calle de Toledo; el taurófilo modesto que va en julio a tendido de sol y prefiere achicharrarse a perder una sola corrida; el señor gordinflón que no deja de soplar en el verano... Todos en general somos partidarios del abanico.
De ahí su popularidad, que no es de ayer precisamente.
Historia divertida del abanico
"La historia del abanico, -ha dicho un escritor extranjero- es tan antigua como la del hombre.
Lo que hace suponer que ya en el paraíso se abanicaban con algo. Pero como de aquellos primitivos tiempos solo ha llegado a los nuestros lo de la manzana, es imposible averiguar qué clase de abanico emplearon nuestros "primeros papás".
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Dice el mismo autor que "en los frescos que decoran el palacio-templo de Medinet Habon, en Thebas, está el faraón Ramsés III, que reinó en el siglo XIII antes de Jesucristo, acompañado de príncipes que llevan abanicos".
Conste que en Egipto solo se permitía a los príncipes el lujo de llevar abanico.
De modo que ellos eran los únicos "frescos", digan lo que quieran los historiadores.
Los abanicos de la antigüedad eran de hojas de palmera y de plátano y de plumas de pavo real y de avestruz. Los de plumas de avestruz eran numerosísimos, lo que prueba que en todos los tiempos han abundado los avestruces.
Otros temas interesantes sobre el abanico
Japón inventor el abanico
Atribúyese a los japoneses la invención de los abanicos que se abren y cierran y que allí se llaman, para que ustedes se enteren, tche-t'ie-chen.
El abanico ha seguido siempre las corrientes de la moda. Catalina de Médicipuso en boga en la corte de Francia los abanicos italianos y en tiempos de la reina Isabel de Inglaterra estiláronse aquellos con mango de plata; llegando a costar algunos hasta muy cerca de cuarenta libras esterlinas.
Abanicos franceses
En España han imperado siempre las modas parisienses y siempre se ha preferido cuanto procediese de allende los Pirineos. Aprovechándose de esta "chifladura" el señor Cano de Arévalo, pintor español del siglo XVII, que era por lo visto "un vivo", encerróse todo un invierno en su estudio, habiendo hecho creer a la gente que iba a hacer un viaje a París, y en él estuvo (en el estudio ¿eh?) durante seis o siete meses, pintando centenares de abanicos.
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Y como hoy venden los tenderos de comestibles, legítima longaniza gallega, que la mayoría de las veces ha ladrado en Lavapiés, así el ingenioso pintor hizo creer a los madrileños de su época que todos aquellos abanicos "se los había traído de París" al regresar a España. Y como él hubo pensado, a los cuatro días se habían vendido todos los abanicos parisienses.
Muchos afirman que el abanico tiene más misiones que la de refrescar a los "acalorados".
De esta opinión es el conocido escritor señor Osorio y Bernard quien lo ha descrito del siguiente modo:
"Abanico. No el calor
logra, su uso disculpar;
pero es de inmenso valor
para fingir el rubor
y en tertulias bostezar".
Sirve también el abanico para que en él "hagan sus primeras armas" todos esos poetas que escriben para la familia.
Desde Joug-meï-tzé, que fue uno de los primeros que escribieron versos en abanicos, hasta hoy día de la fecha el número de escritores "de refresco" que han sido es incalculable. He leído "mea culpa" algunas de esas poesías y en la mayoría he visto que el poeta concluye diciendo:
¡todo es aire en este mundo!
¡Son demasiado "terribles" los filósofos de abanico! Pero sigamos relatando los servicios del chisme en cuestión.
El lenguaje del abanico y de los enamorados
El abanico es quizás el mejor intermediario de los enamorados.
Mucho se ha escrito referente al lenguaje del abanico (no al de los enamorados), porque, aunque parezca mentira, todavía hay quien pierde el tiempo escribiendo tratados y disertaciones sobre las mayores simplezas.
No crean ustedes que voy a sacar a colación "textos ajenos". Hice la anterior observación con ánimo de hacer constar que sobre el lenguaje del abanicose ha escrito mucho, mucho... todo lo que yo no he leído.
De modo que estoy en la mayor ignorancia respecto a que, por ejemplo, el cerrar medio abanico signifique estoy comprometida o me duelen las muelas o es usted un impertinente... ¡o lo que sea!
Lo que sí sé y puedo dar fe de ello, es que hay muchas parejas que se entienden por medio del abanico, algunas veces con perjuicio de tercero.
"Con el abaniquito
que te haces aire,
estás haciendo señas
a quien tú sabes;
con ese tema
lo que a ti te da fresco
a mi me quema".
dice una popular seguidilla.
En cuyo caso el abanico presta al que se quema un servicio ¡morrocotudo! Porque como dice un refrán "lo que es bueno para el hígado es malo para el bazo".
Aunque todos sabemos que el abanico es inocente y que lo mismo sabe que protege al uno como que perjudica al otro, yo sé de tercero que al verse en esa situación ha exclamado, verdaderamente indignado:
¡Ese maldito abanico!
Y luego a imitación de los políticos de "oposición rabiosa", cuando se ha visto dueño del objeto de sus ansias o de sus iras ¡ha destrozado el país!
Para terminar, una anecdotilla que "circuló" hace años.
Estrenó un célebre pero discutido autor un drama que "dio pie" para que se entablasen acaloradas discusiones.
Pocos días después la primera actriz del teatro en que se representaba la obra le comprometió a que le "pusiera" unos versos en un abanico que le habían regalado.
Ahí tiene usted, -decía un defensor del escritor a uno de sus contrarios-. ¡Es necesario en el país!
A lo que el otro agregó, "haciéndose el sueco":
¡Ya decía yo que, después de haber escrito ese drama tan malo, ese hombre iría a parar al Abanico!
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