No me gusta que al Congreso vayas con chanclas.
Vestir como cada uno quiera no siempre es posible. Al menos en el Congreso.
Cuidar la imagen y mantener las buenas formas.
En restaurantes como Hockey o El club financiero de Madrid no te dejan entrar sin chaqueta ni corbata (así se esté cociendo la Cibeles). En algunos bares pijos el calcetín blanco es símbolo de Satanás y, por tanto, no te admiten el paso. En el Vaticano no entras si llevas los hombros desnudos y en las mezquitas, aunque no seas musulmana, has de taparte la cabeza y descalzarte. Y ahora, por orden de su señoría Josepepe Bono, al Congreso de los Diputados no se entra ni con chanclas ni con camisetas.
Todas estas normas anteriormente citadas pueden ser discutidas. O puede que no. Pero lo cierto es que obedecen a una serie de costumbres para mejorar la convivencia. O eso se creía cuando se hicieron. El caso es que Bono ha decidido, y yo suscribo plenamente su decisión, que no se pueda entrar de esa guisa al lugar sagrado donde reside la soberanía del pueblo español.
Y es que nos hemos relajado mucho en las costumbres y cuando nos dan un toque parece que nos cohíben en nuestra libertad. Pues no. Hay lugares para todo. Y el español, en general, es bastante incivilizado en sus poses y sus vestimentas. Les voy a dar ejemplos y seguro que me quedo corta. ¿Quién no ha comido en un chiringuito con la parentela de la mesa de al lado con el torso desnudo con todas sus lorzas al aire? Pero tápense, hombre, tápense que es muy desagradable comer paella viéndole todo su pelo en pecho a usted y toda la celulitis a su señora. Además son los que también gritan cuando hablan, son los que lucen orgullosos un patriarca que usa palillo de dientes al término de su comida y que cuando el adolescente se levanta (y no espera a los demás) el padre a gritos le grita: Joseeeeeeeee, ya que vas dile al camarero que te traiga unas gotas pal café. Cuando te has recuperado del susto, te sobresaltas de nuevo oyendo: y la cuentaaaaaa.
"Nos hemos relajado mucho en las costumbres y cuando nos dan un toque parece que nos cohíben en nuestra libertad"
Quién no ha viajado en tren, avión, o lo que sea y se ha encontrado con un compañero simpático que se descalza (es verdad que suelen ser guiris, pero patrios también hay) y te deja su olor pestilente. ¿Y qué me dicen del que hace todo el trayecto Madrid-Sevilla en el AVE, hablando a gritos por el móvil? Porque además en ese trayecto se pierde la cobertura y hay que ponerle más empeño a la conversación.
Y quién no se ha encontrado con un conocido (y digo conocido, no amigo) pesado en un restaurante que en lugar de saludarte en lontananza, se acerca y te cuenta su vida y obra. ¿Y ése con el que nos cruzamos y nos cuenta sus enfermedades con pelos y señales, incluyendo las pruebas y todos sus detalles? Pero hombre, si yo sólo te pregunté qué tal porque es una manera de hablar...
Esta vez no estoy exagerando. Hemos perdido muchas de las llamadas buenas costumbres. Ahora ya no se estudian, creo que en la materia de educación para la ciudadanía no está incluida la materia antes denominada urbanidad. Parece que ahora, o no es necesaria, o todo el mundo se las sabe a pies juntillas.
Hace poco asistí a una boda y me fijé, sólo por curiosidad, cuantas personas asistentes tenían las piernas cruzadas durante la misa. Mayoría. ¿Nadie se acuerda cuando nos enseñaban que aquello no era correcto? O hablar y hacer fotos durante la consagración. Ya de hacer la genuflexión al entrar ni hablamos pero un leve movimiento de cabeza... Y no tiene nada que ver con ser creyente, en una mezquita uno no entra con zapatos ni a pelo descubierto siendo mujer, aunque sea cristiana o atea. Son ejemplos, no me tomen al pie de la letra. Y ¿qué ha pasado con los buenos días, por favor, gracias, hasta luego?
¿Estamos también en crisis de buenas maneras? Desde luego suscribo las medidas de Bono. Di que si, Josepepe Bono.
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