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Toda una vida protocolaria.
Fue la mano derecha protocolaria del presidente Juan Antonio Samaranch, que ayer no escatimó elogios en la despedida.
Genio y protocolo hasta el final. Francesc Galmés, jefe de protocolo del Ayuntamiento de Barcelona, no pudo contenerse y ayer fue quien acabó organizando la foto de su despedida de la vida laboral. Fue en el Saló de Cent, donde él mismo ha cuidado los detalles de cientos de actos. Y todos -desde el alcalde, Jordi Hereu, a Juan Antonio Samaranch y Josep Maria Bricall, entre otros - siguieron atentamente las indicaciones de Galmés para la foto. No faltaba más.
Galmés se incorporó en 1974 al departamento de protocolo de la Diputación de Barcelona. Fue la mano derecha protocolaria del presidente Juan Antonio Samaranch, que ayer no escatimó elogios en la despedida: "Has dado toda una lección de protocolo y de lo importante que son el fondo y las formas".
Después, vivió una etapa intensa y peculiar en una Generalitat que daba los primeros pasos de la mano de Josep Tarradellas -imposible olvidar su grandeur, destacó Galmés-, de quien explican que le fichó nada más ver cómo se movía en la Diputación. Y allí estuvo en un tiempo de vital importancia de la política de las formas, del savoir faire, porque el incipiente Gobierno autónomo apenas tenía contenido. Regresó a la Diputación al mando del protocolo de Francesc Martí i Jusmet, Antoni Dalmau y Manel Royes, sucesivamente.
El salto al Ayuntamiento de Barcelona lo dio en plena fiebre preolímpica, en 1987. Porque el entonces alcalde, Pasqual Maragall, no dudó que Galmés era la pieza ideal para el departamento de Relaciones Públicas y Protocolo con los retos que tenía la ciudad por delante. Ayer, en una intervención televisida en el Saló de Cent, el ex alcalde contrapuso algunos momentos vividos con Galmés: "Hubo de todo, desde los momentos de exaltación de los Juegos a situaciones imprevistas, sobre todo en las visitas de los barrios con un alcalde más proclive a hablar con la gente que a los actos y ceremonias". Siguió dirigiendo y organizando la intensa actividad de relaciones del Ayuntamiento en la etapa de Joan Clos -que también apareció en mensaje televisado desde la embajada de Ankara; "os hecho de menos a todos", dijo- y ahora cierra su etapa profesional con Jordi Hereu.
A Galmés se le podía ver en una visita oficial de delgaciones de todos los rincones del mundo -en unas imágenes que se pasaban en el salón aparecía saludando a la reina de Inglaterra, a Mijaíl Gorbachov, a Alberti y a un sinfín de personalidades- y organizando cualquier acto institucional, un tipo de situaciones en que los informadores aguardan el momento oportuno para abordar al personaje que interesa. Entonces una cómplice mirada de Galmés también ayudaba.
Sin apartarse del guión del protocolo de corte clásico, no dudó en rodearse de gente joven en su equipo, como su propia sucesora, Marta Tría.
Como no podía ser de otra manera, Galmés -en realidad, Paco para muchos de sus colaboradores - no se olvidó de nadie en su discurso de despedida. "De Samaranch a Hereu", como dijo él mismo. "De la casa mare [en referencia a la Diputación] a la casa gran", resumió.
Con voz quebrada dio las gracias a Montserrat Roig-Serra, su más estrecha colaboradora en el Consistorio, y no pudo evitar -él, la personificación del control y la disciplina- emocionarse cuando el alcalde, Jordi Hereu, le entregó la Biografía de Barcelona, "un libro", explicó Hereu, "que, como tú sabes muy bien, hemos regalado a muy pocas personas", y sonó en su honor el olímpico Amigos para siempre.
A la hora de la copa tras el acto, el comentario iba de boca en boca: ¿para cuándo un libro que explique lo que ha visto y oído en 34 años de protocolo?
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