Defensa de una profesión: protocolo.
Un departamento de protocolo no sólo realza los actos académicos, también puede ser tremendamente democrático.

Hoy ha sido día duro, de despedidas, pero también de satisfacciones por el calor humano recibido. He sido director de protocolo del Ayuntamiento de Barcelona desde 1987, dejo en el cargo a la joven y a la vez experta Marta Tría, y ahora que me jubilo quiero matizar algunos apuntes sobre mi profesión. Últimamente venimos escuchando y leyendo expresiones y opiniones sobre el protocolo que considero negativas o frívolas. Se dice "es un acto protocolario" en un tono que lo equipara a algo frío, distante, anquilosado, un tema sin fondo, vacío, como innecesario... cuando a mi entender es todo lo contrario ya que si existe una mise en scène en la firma de un convenio, ésta será el resultado de estudios y conversaciones previas en busca de un objetivo final que beneficie a las partes y en el caso de las administraciones públicas, a los ciudadanos. Convendrán que el protocolo es la forma del fondo.
En una época en la que fluyen con fuerza los actos sociales, culturales, urbanísticos, deportivos, no entendemos esta interpretación negativa de una profesión que es tan digna como la que más. En sí, el protocolo es el compendio de organización, representación, equilibrio, justicia, jerarquía normativa y territorialidad aderezado con imaginación, cortesía, estética y sentido común. Bien lo comprendía el ex presidente Josep Tarradellas cuando, con una Generalitat sin competencias, vio que con las formas podía imprimir respeto. "Cada día nos vemos a las nueve de la mañana", nos dijo cuando nos presentamos ante él.
Un departamento de protocolo no sólo realza los actos académicos, también puede ser tremendamente democrático. Puede organizar un amplio abanico de eventos: desde la visita de un jefe de Estado hasta las jornadas de puertas abiertas de las instituciones para que los ciudadanos conozcan su patrimonio cultural. Conviene no confundir una parte con el todo. El real decreto de la prelación de autoridades no es la esencia de la profesión, es sólo el 5% del quehacer; el otro 95% lo forman la idea, el objetivo, la decisión de llevarlos a cabo, la definición de a quién va destinado el mensaje y la logística: la convocatoria, el correo, el lugar idóneo, el papel del anfitrión, la proyección en los medios, la definición del orden del acto y la realización. El técnico de protocolo que crea sólo en el poder se quedará en la cuneta.
En cuanto a valoración de la profesión, claro que en un colectivo hay de todo: gente mediocre, regular, buena y excelente, pero esto pasa en todos los sectores. Desde la perspectiva que me dan 34 años de profesión en el marco de las instituciones de Cataluña, me permito romper una lanza por un colectivo, el de los técnicos de protocolo. Unos equipos que están muchas horas tras el telón, en la trastienda, anónimamente, con mucho esfuerzo, inteligencia e ilusión, que no son cortes ni lacayos de nadie. Hemos puesto nuestro grano de arena en la consolidación de las instituciones democráticas de nuestro país, desde el respeto a la tradición, gestionando el presente y, más allá, tejiendo el futuro de la comunicación social.
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