
La Casa del Rey se izquierdiza.
El nuevo jefe de la Casa del Rey, Alberto Aza, y el secretario general, Díez Hotchleitner, designados en la misma combinación de nombres para sustituir a Fernando Almansa y Rafael Spottorno.
El nuevo jefe de la Casa del Rey, Alberto Aza, y el secretario general, Díez Hotchleitner, designados en la misma combinación de nombres para sustituir a Fernando Almansa y Rafael Spottorno, respectivamente, representan la línea diplomática introducida en la esfera de la Zarzuela desde que los militares tipo Alfonso Armada y Sabino Fernández Campo dejaron paso a distinto personal. Por otra parte, Díez Hotchleitner, hijo del que fuera subsecretario de Educación y posteriormente hombre de confianza de Jesús Polanco, es difícil que pueda sustraerse, en cuanto secretario general de la Casa el Rey, al efecto de la proximidad paterna y por consiguiente a una cierta influencia del todopoderoso magnate de PRISA. Al menos no habría que echar en olvido ese dato en el plano de las posibilidades. Lo cual, por añadidura, quizá no pase de ser un reflejo inducido de las ramificaciones polanquistas en la variedad de terrenos que el propio personaje recorre.
El tema de la composición del entorno regio viene a cuento de lo reciente de los nombramientos citados, pero también de la significación que ofrecen en lo que atañe a ciertas particularidades políticas. Alberto Aza, diplomático de carrera y varias veces embajador, entre ellas los siete años que pasó en Londres en calidad de tal, ha sido, sin militancia, socialista antes de que Adolfo Suárez lo convirtiera en jefe del gabinete presidencial.
Esta promoción política de Aza fue consecuencia de la capacidad que el ex presidente tenía para practicar el arte de la fascinación. Cuando Suárez llegó al poder por designación del Consejo del Reino bajo la influencia del Rey, Alberto Aza era subdirector de la Oficina de Información Diplomática (OID), y en su calidad le tocó acompañar al presidente en su primer vuelo a Nueva York. Aza inició a disgusto ese viaje porque, según dicen sus próximos, le repelía la obligación de tener que soportar "la proximidad de un hombre del Movimiento". Fue entonces cuando Suárez desarrolló su destreza como encantador de serpientes", de forma tan perfecta que Aza se transformó más que san Pablo cuando cayó del caballo, de acuerdo con la leyenda cristiana, en el camino de Damasco. Hay que imaginar a Suárez diciéndole al bueno de Aza camino de América: "Alberto, Alberto, ¿por qué me persigues?".
La conversión fue completa. Aza le era de enorme utilidad a Suárez en cuanto a jefe de su gabinete, ya que para entonces el presidente había entrado en contactos trascendentales con Josep Tarradellas, el molt honorable de la Generalitat en el exilio. El hoy jefe de la Casa del Rey había contraído matrimonio con una dama catalana, cuyo padre "exigió" a don Alberto, siempre según la leyenda de ribetes paulinos, que aprendiera el catalán, la lengua de Verdaguer, que suele decirse. Sea como fuere, el caso es que Aza lo aprendió maravillosamente bien. Lo cual seguramente gratificó los oídos de Tarradellas. El entendimiento con el inicial titular de la preautonomía catalana quedó facilitado en el orden cultural-sentimental. Y en el político también.
Luego llegaron los tiempos del PSOE, con Felipe González al frente, y Aza fue enviado como embajador a México. Vendría después la etapa de Londres, ya bajo el manto socialista cuya cobertura no perdió jamás. Acabó siendo director general de la OID o jefe de información diplomática. Iba hacia arriba y se pensaba en él para mayores empeños, hoy confirmados en una dirección entonces imprevisible.
El destino llevó por senderos convergentes a Alberto Aza y a su actual segundo en la Casa del Rey, Ricardo Díez Hotchleitner, jefe en su día del Gabinete de Relaciones Institucionales del presidente González, cargo en el que sucedió a Juan Antonio Yáñez Barnuevo. En julio de 1996, tras la victoria electoral del PP, Díez Hotchleitner fue designado embajador en Viena. Posteriormente, como director general de Asuntos Europeos, tuvo vara alta en las negociaciones con Gran Bretaña sobre Gibraltar.
Así pues, dos ex altos cargos de procedencia felipista en el tiempo han "aterrizado" en la Zarzuela. Si se piensa en esa raíz más o menos ideológica, cabe sostener la idea de que la Casa del Rey se izquierdiza. Es un decir, claro está. Pero si se recuerdan los tiempos de Armada y Fernández Campo, la imagen cuadra.
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