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Los buenos modales según Carreño

El ser caballero es una de las mejores cosas que puede llegar a hacer un ser humano

El Universal de México
Se lee en 5 minutos.

Paseando por la calle. Los buenos modales
Evolución Buenos Modales. Paseando por la calle. Los buenos modales

Los buenos modales ayer y hoy. De Carreño a la sociedad actual

"El ser caballero es una de las mejores cosas que puede llegar a hacer un ser humano. Las buenas maneras contribuyen al éxito", dice un párrafo de un texto publicado en 1944 en las páginas de EL UNIVERSAL.

Con motivo del 90 aniversario de esta casa editorial, realizamos una investigación para descubrir los contrastes y la evolución de los estilos de vida de épocas pasadas con respecto de la actual.

En artículos de principios de los años 40 se resaltaba la importancia de orientar a los jóvenes acerca de la manera de comportarse ante una dama, frente a otras personas o incluso en la mesa.

Una de las notas decía:

"El muchacho que puede entrar en un cuarto sin caerse, que tiene seguridad en su comportamiento sin llegar a la exageración, que se levanta cuando alguna señora entra a la pieza en que se está, que viste apropiadamente, es un joven valioso. No basta con ir limpio y pulcro, hay que buscar además que las ropas sean apropiadas. No es posible pensar que un muchacho que es demasiado flojo para limpiar sus zapatos, cepillar su traje o cortarse el pelo tenga energías para dedicar al trabajo. La gente juzga siempre por las apariencias, así pues, mi querido joven, preocúpese porque su apariencia sea agradable", se aconseja en un parráfo.

El texto también hace referencia a la forma en que se debían llevar las relaciones con los amigos y los amores.

"Aprenda a comportarse con la gente y a ganarse amigos". De ahí dependerá no solamente su felicidad sino su éxito en la vida y la gente lo ayudará con gusto, cuando en otra forma, no lo ayudarían ni por obligación. Una persona agradable es bien recibida en todas partes.

Para ganarse a los amigos hay que ser amable. Nadie va a correr detrás de usted; usted mismo tiene que esforzarse por atraer a la gente: para recibir algo hay que aprender a dar.

"Hay que aprender también a adaptarse a los demás; es necesario ser un buen perdedor y un modesto ganador."

Estos temas, que se difundían para el conocimiento público, tenían sus antecedentes: Las reglas de urbanidad se crearon hace poco más de dos siglos para facilitar las relaciones entre los miembros de las clases altas y, sobre todo, para marcar distancias con otros estratos.

Las mujeres no debían mostrar el tobillo; los hombres debían besar la mano de las damas y quitarse el sombrero al entrar en un recinto. Todos debían saber elegir entre una gran cantidad de cubiertos y copas al sentarse a la mesa.

Si ellas tiraban su pañuelo, el cual siempre debía llevar sus iniciales, era un símbolo de coquetería ante él, quien debía recogerlo como parte de un fortuito encuentro romántico.

Estas costumbres y muchas otras, debían seguirse al pie de la letra según lo indicaba un famoso manual que en nuestros días ya ha perdido vigencia.

Se trata del Manual de urbanidad y buenas maneras, escrito por el venezolano de la alta sociedad Manuel Antonio Carreño en 1853.

El autor estableció una serie de rígidas pautas de comportamiento social que se hicieron famosas en Hispanoamérica.

Algunas de ellas:

"¿Sabía usted que es de pésimo gusto caminar por la calle con las manos metidas en los bolsillos?, ¿o que es asqueroso taparse la nariz con la mano al estornudar?, ¿o que no hay nada más repugnante que esa sombra en la cara de los hombres que da la barba renaciente?, ¿o que la cama matrimonial expuesta a las miradas de los visitantes es signo inequívoco de vulgaridad?"

Vale la pena señalar que el libro de Carreño fue escrito cuando nadie imaginaba que el internet, la globalización, la liberación femenina, el estrés y la pérdida de la galantería llegarían a modificar las pautas de la humanidad.

Carreño se distinguió por ser un caballero estricto; jamás hubiera concebido a las damas, como él las llamaba, ir a misa en minifalda, o a los caballeros en bermudas, playeras o pants.

Las reglas que él minuciosa y delicadamente incluyó en su célebre Manual ya no tienen vigencia. La vida le ha ido entregando grandes libertades al ser humano.

En nuestros días, es casi imposible encontrar hombres "que permanezcan dentro de sus viviendas siempre impecablemente vestidos, con la corbata puesta y los pies debidamente calzados", o mujeres que consideren pecaminoso visitar a sus amigos solteros.

El llegaba al extremo de considerar indispensable, por ejemplo, "asear el cuerpo antes de entrar en la cama, no sólo por satisfacción sino por estar prevenido y bien presentable en todo caso de que ocurriera un accidente durante la noche".

Por supuesto, a la dictadura de este hombre no se libraron las relaciones personales ni la coquetería.

A partir del siglo XIX, uno de los aspectos sociales que más ha cambiado es la forma de relacionarse con el sexo opuesto. En tiempos de Carreño, "para que un hombre pueda bailar con una mujer en una fiesta, debe haber sido presentado previamente a la dama por un familiar de ella o por un amigo en común".

Y aunque este manual ha entrado en desuso, aún sigue estando presente en algunas conversaciones, pues se ha convertido en motivo de divertidas críticas.

Otras reglas de Carreño a seguir.

- Jamás empleemos los dedos para limpiarnos los ojos, los oídos, los dientes ni la nariz. La persona que hace esto, excita un asco invensible.

- No olvidemos asearnos con un pañuelo ambos lagrimales, pues pocas cosas hay tan repugnantes a la vista como el humor que en ellos se deposita pasado cierto número de horas.

- Cuidemos de no recostar nuestra cabeza en el respaldo de los asientos, para preservarlos de la grasa del pelo.

- Las mujeres deben procurar no estar desaliñadas dentro de su casa, aunque realicen labores domésticas.

- Es un acto vulgar y grosero nombrar a una persona, al solicitarla en su casa, sin anteponer la palabra señor o señora.

- En una mesa donde hay diferentes tipos de cubiertos, se debe empezar tomando el primero de afuera para dentro.

 

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