Ceremonias cotidianas. La bandera
Los actos reiterados corren el evidente riesgo de convertirse en mecánicos o rutinarios
Las ceremonias cotidianas en los buques y navíos
Ceremonias cotidianas
Los actos reiterados corren el evidente riesgo de convertirse en mecánicos o rutinarios. Que se conviertan en mecánicos no es malo en sí, por el contrario, la habilidad técnica o artística y la elegancia personal suelen ser fruto de una repetición consciente de gestos bien hechos y medidos, hasta conseguir hacerlos sin pensar, con naturalidad, sin esfuerzo aparente. Lo que ya no es bueno es que se conviertan en desganada, en antipática y monótona rutina, en un fácil "salir del paso".
Ahora bien, lo realmente malo y desdichado es que se contaminen con el descuido, que los convierten en grosera chapuza, tolerable por una sola vez, pero que al repetirse degrada el acto en sí, ofende a quien lo presencia y descalifica al que lo ejecuta.
El descuido hace que pequeñas ceremonias simples y entrañables se transformen en escarnio.
La continua ostentación de la Bandera, la ceremonia diaria de izarla y arriarla en puerto, el relevo de la guardia militar, las leyes penales, la oración, las entradas y salidas de puerto y el picar la hora con la campana revelan con su corrección y estilo la calidad de un barco y de sus hombres, y su ejecución debe cuidarse con esmero para que conserven, en su simplicidad, toda la emoción y profundo sentido que deben transmitir.
La Bandera
Los barcos mercantes se amparan bajo su bandera y es una pena que por la codicia de algunos armadores se haya llegado a la deplorable figura de las "banderas de conveniencia" que nadie puede respetar.
Los barcos de guerra ostentan orgullosos su Bandera, que los identifican como defensores del honor y los intereses de una nación y es el símbolo de una causa trascendente, emblema de grandezas, triunfos y tragedias. Algunas marinas tienen una bandera de guerra especial, distinta de la nacional. Así fue también en un principio en nuestra Armada hasta que España adoptó como su propia enseña la Bandera de la Armada.
Toda la tradición que rodea la forma de lucir la Bandera, y las ceremonias que se derivan de ello, se cifran en mostrarla orgullosamente en lugar preeminente donde pueda ser vista, saludada y respetada, identificándonos, sin lugar a dudas, si nos viéramos obligados a un acto de guerra. En las antiguas galeras, naos y navíos -según nos muestran las estampas de la época-, este lugar preeminente era un asta de gran altura plantada en la popa o cerca de ella. Al irse rebajando las alterosas popas y quedar el coronamiento casi a ras de agua, hubo de buscarse un lugar más visible en la mar, por lo que, ya en el siglo XIX, se empezó a utilizar el pico de la cangreja que anteriormente sólo se empleaba para izar señales. La elección fue tan acertada que ha persistido durante dos siglos, tiempo suficiente para que la imagen de la Bandera en el pico se haya asociado en la mente de muchas generaciones de marinos con la idea del barco en la mar, mientras que la Bandera en el asta de popa se asocia a los barcos en puerto.
De ahí el trasladar la Bandera del asta de popa al pico en el momento de zarpar el ancla o largar la última estacha, o del pico al asta al fondear o amarrar.
Sin embargo, hoy las circunstancias son distintas. Los palos -si es que hoy puede hablarse en plural de ellos-, en muchos barcos, son estructuras metálicas cubiertas por una maraña intrincada de antenas fijas o rotatorias que compiten entre sí para instalarse en el lugar más alto.
Esto es así y no tiene remedio, so pena de disminuir o anular la eficacia de los sensores de los que dependerá el éxito o el fracaso en combate, pero relega a lugares apenas visibles las insignias y banderas, que se ocultan entre la selva de antenas y que además deben de ser muy pequeñas para que no se enreden en ellas.
Es preciso reencontrar el lugar preeminente que la Bandera exige, lo cual, para la debida uniformidad, debe ser objeto de la preocupación y disposiciones de los mandos colectivos, no descartando la solución de volver a llevarla en el asta de popa en la mar, con lo que retornaríamos a la antigua estampa de las naos y galeras, o adoptar la solución de los submarinos de tener dos astas, una en el coronamiento y otra en la cola de la superestructura.
La Bandera debe estar siempre impecable, tanto en la mar como en puerto. Una Bandera descolorida por el sol, desgarrada por el viento o chamuscada por el fuego puede ser una reliquia venerada en las salas de un museo, pero en la driza de un barco de guerra es una prueba de desidia.
La Bandera debe izarse a besar con la roldana de su driza que, a su vez, estará bien templada y correctamente trincada y adujada a su cornamuza. Debe ondear siempre clara y, por tanto, deberá velarse continuamente para que no tome vueltas en el asta o en la driza y no se muerda con la jarcia o las antenas cercanas. Nunca se debe izar en canasta, por considerarse una descortesía.
Lo mismo es aplicable a las banderas de países extranjeros que se izan a proa para rendir honores.
En la mar, la Bandera permanece siempre izada, y si hubiese que arriarla para sustituirla, en horas de luz, se izará primero la nueva antes de arriar la vieja. El único caso en que la Bandera se arría momentáneamente para volverla a izar de nuevo sin interrumpir el movimiento es para contestar al saludo de un mercante.
Ceremonias cotidianas:
- La bandera
- Banderas a media asta. Bandera de tajamar o torrotito
- Ceremonia de izado y arriado de la Bandera. Interpretación de himnos en el izado y arriado
- Relevo de la guardia militar. Ceremonial marítimo
- Lectura de artículos de las Ordenanzas
- Saludo militar canta a coro la Oración
- Ceremonial marítimo. Entradas y salidas de puerto
- Picar la hora. Ceremonial marítimo
- La toldilla. Ceremonial marítimo
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