Un poco de protocolo
Proponer un escenario democráticamente más apropiado y acorde con la realidad constitucional
Precedencias y vestuario en los palcos oficiales del desfile del día de las Fuerzas Armadas
No tenemos muy seguro -habría que preguntárselo a Antonio Burgos, que sabe mucho de eso- si están bien puestos y dispuestos los palcos oficiales del desfile de las Fuerzas Armadas, porque aunque, como todo el mundo sabe, el Rey Juan Carlos I es el jefe del Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el Gobierno de la Nación dirige la política de defensa y tiene la representación democrática. De ahí, imaginamos, que sería algo más justo y apropiado que el Rey presidiera el desfile de la fiesta nacional en compañía del presidente del Gobierno, Zapatero, y en segunda línea del mismo palco el Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón, debería estar acompañado por los presidentes del Congreso y del Senado, Bono y Rojo, los máximos representantes de la soberanía nacional.
En ese caso la Reina, la Princesa, las Infantas y los consortes ocuparían una tribuna situada a la izquierda del palco real/presidencia, y el Gobierno otra a la derecha del citado palco. Quizás ése debería ser el protocolo oficial para el día de la fiesta nacional durante el desfile de las Fuerzas Armadas. Pero que conste en el acta de esta sugerencia que no queremos con ello hacer de menos a la familia real, sino dibujar o simplemente proponer un escenario democráticamente más apropiado y acorde con la realidad constitucional.
Vestuario y etiqueta para el desfile del día de las Fuerzas Armadas
Luego podríamos bajar a detalles de una menor cuantía, como la vestimenta de los gobernantes en tan sonado día de gala con recepción posterior en el Palacio Real, porque el pijama fucsia que allí lució la vicepresidenta María Teresa de la Vega, sacado de su inmenso fondo de armario de superbarbie furiosa, no estuvo acertado. La vicepresidenta sólo se viste bien, como Dios manda -y nunca mejor dicho-, cuando visita el Vaticano y por obligación.
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Pero sobre gustos no hay nada escrito. Todavía recordamos la gabardina larga, tipo exhibicionista, que lució Aznar en el desfile de la fiesta nacional para librarse del chaparrón que soportaron a pelo ministros y ministras, con Aguirre empapada, al igual que el Rey. Todavía no le ha perdonado Aznar -el pequeño rencoroso- a Jaime Campmany, quien en la gloria estará, aquel artículo satírico que con ese motivo el ilustre escritor le dedicó en ABC.
En todo caso, donde el protocolo reina por su ausencia es en la Moncloa. A la vista está la llegada, sin corbata, de Zapatero a la casa de invitados oficiales de la presidencia americana en Washington. O los disfraces góticos de las niñas y la mujer de Zapatero en actos oficiales con Obama en Nueva York, mientras Michelle Obama luce modernas creaciones de la moda americana, que puede que no tenga mucho que envidiar a los creadores españoles a los que debería lucir doña Sonsoles y las niñas góticas renegridas de Moncloa.
Naturalmente, allá ellos y ellas, pero que luego no se quejen si aparecen en las portadas de la prensa nacional con semejantes sayas que son propias de las "tapadas" de Afganistán.
Desde luego no hay que llegar a la exquisitez de los trajes de Camps y de Costa, que tanto dieron que hablar, pero cuando se está bajo el techo de los Presupuestos Generales del Estado hay cosas, ciertos pequeños detalles, que los gobernantes y sus familias tienen que cuidar, y que los españoles les agradecerán. Y no se trata de hacer grandes sacrificios todos los días y a todas horas, sino muy pocas veces a lo largo de cuatro años. Una nimiedad.
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En cuanto a lo del protocolo del desfile militar, quede claro que no se dice aquí para defender a Zapatero, con el escudo real, de las duras protestas del pueblo de Madrid, que en su derecho está. Sino, simplemente, creemos que la reforma de ese protocolo que aquí se propone estaría mucho más cerca de la realidad constitucional.
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