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Debe ofrecerse siempre de beber del lado de la persona a quien se sirve.

La urbanidad exige no ofrecer a nadie de beber hasta que no haya comido manjares por algún tiempo, después de haber retirado el potaje, y comenzar siempre a echar la bebida por la persona más importante de los comensales.
También debe ofrecerse siempre de beber del lado de la persona a quien se sirve; con todo, si hay varias personas a la mesa, no hay que ofrecer nada por el lado de la persona más importante, a menos que no se pueda hacer, en absoluto, de otro modo.
Cuando al servir el vino se ha echado demasiado en el vaso, no hay que verterlo en la jarra o en la botella, sino en otro vaso; y si por el contrario no se hubiera echado bastante, habrá de echarse de nuevo tanto como desee aquel a quien se sirve.
Cuando se ofrece de beber a alguien fuera de las comidas, después de haberle dado el vaso hay que poner debajo un servilleta o un plato, para impedir que caiga alguna gota en los vestidos. Y después que haya bebido, hay que recibir de él el vaso, como besándolo, y al mismo tiempo ofrecerle una servilleta doblada para secar la boca. También se pone un plato limpio bajo el vaso cuando las personas de alto rango beben durante las comidas.
Las personas que quieren comer aseadamente cambian de plato al menos dos veces durante la comida: una vez después de haber tomado el potaje, y otra vez para el postre. Y al cenar, sólo para el postre.
En las casas de personas importantes y en los banquetes, de ordinario se cambia a todos para cada servicio, y siempre hay platos limpios en el aparador para cambiar a los que puedan necesitarlo. También es conveniente cambiar cuando se tiene el plato con demasiados restos.
Quienes sirven y quienes cambian los platos deben comenzar a hacerlo por las personas de mayor consideración entre los comensales, y a continuación hacerlo a todos de seguido, entregando a cada uno un plato limpio a medida que los vayan retirando de la mesa.
Cuando se está a la mesa hay que guardar mucho comedimiento, y no mirar fijamente a los que comen ni a los manjares. También hay que tener cuidado de que nunca falte nada a los que están a la mesa, y que no se vean forzados a pedir bebida repetidas veces. Por eso, quienes sirven deben estar muy atentos a observar que no les falta nada, y prontos para servirles.
Es contrario a la cortesía retirar las fuentes mientras alguien siga comiendo. Hay que esperar a que se haga señal de retirarlas, ya sea alejándolas, ya de cualquier otra manera.
Tampoco hay que retirar nunca una fuente sin poner en seguida otra en su lugar, pues es poco educado que la mesa quede vacía, si no es al final de las comidas.
No hay que poner las fuentes unas sobre otras para retirarlas más fácilmente, particularmente si todavía queda comida en ellas y no están totalmente vacías.
Tampoco hay que mezclar todo junto, en una fuente, lo que pueda sobrar en varias, para poderlas llevar todas a la vez. Por el contrario hay que retirar todas las fuentes una tras otra, de forma que no se lleven más de dos cada vez.
Cuando se recogen las fuentes de la mesa, siempre hay que comenzar por las que están delante de la persona que ocupa el primer lugar entre los comensales, y comenzar también por ella a recoger los platos, que hay que cambiar en cuanto se hayan retirado las fuentes.
No hay que retirar todo completamente hasta que no se hayan dado gracias a Dios, y cuando se recoge la mesa es conveniente poner los cuchillos, tenedores y cucharas en un cestito, lo mismo que los trozos de pan que hayan podido sobrar.
Es algo vergonzoso coger en ese momento carne, vino u otra cosa, para 
comerlo o beberlo a ocultas.
Lo último que hay que quitar es la sal, y después de quitar el mantel, cubrir la mesa con un tapete, a menos que haya de quitar también la mesa.
Después de haber recogido todo, se tendrá cuidado de barrer adecuadamente las migas y otras cosas que hayan caído de la mesa. Luego hay que avivar el fuego, si es invierno, y retirarse haciendo una reverencia.
Si uno está encargado de llevar la candela para guiar a los comensales, no se la tomará sola, sino con el candelabro, que se llevará en la mano derecha, teniendo el sombrero en la mano izquierda, e iluminando a los comensales caminando el primero.
Es muy descortés apagar la candela en presencia de los comensales. La urbanidad exige no hacerlo nunca en presencia y a la vista de los demás, y procurar que no humee.
Mucho más indecoroso aún es despabilar las velas con los dedos; siempre hay que hacerlo con la despabiladera, retirando el candelabro de encima de la mesa.
- Urbanidad del modo de levantarse de la mesa. I.
- Urbanidad del modo de levantarse de la mesa. II.
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