Saludos, cumplidos y visitas. III.
Un cumplimiento largo no puede tener gracia, sino que fastidia, como fastidia el elogio si dura mucho.

Los saludos, los cumplidos y las visitas.
La frase graciosa que expresa un afecto de benevolencia o de respeto, de congratulación o de pesar hacia la persona a quien va dirigida se llama cumplimiento, o cumplido. Los cumplidos expresan complacencia por un feliz acontecimiento, dolor por un suceso desgraciado, gratitud por un beneficio recibido, deseo de prosperidad y consideración en muchos otros casos. Esto manifiesta que a la palabra cumplido yo asocio una idea un poco diferente de la del vulgo, que por cumplido entiende un escopeteo de frases insignificantes o de muecas inútiles, incómodas e inoportunas, sin otro objeto que dar pruebas de finura.
Como que el cumplido se propone atestiguar a otra persona vuestro afecto de amor o de respeto, se ve que entre las maneras de hacerlo deben escogerse aquellas que por un lado son por sí mismas más eficaces para aumentarlo, y por otro pueden ser más agradables a quien los escucha. El modo expresivo, si no pasa más allá de los límites naturales, prueba vuestro deseo de producir el efecto indicado, y del esmero con que habéis procurado conseguirlo. Un cumplimiento largo no puede tener gracia, sino que fastidia, como fastidia el elogio si dura mucho; pues lo uno y lo otro parece que tienen por objeto dejar obligados a quienes los reciben, ofenden el amor propio de los grandes a quienes vuestro largo discurso sujeta a vuestro arbitrio y los convierte en espectadores siendo así que ellos desean ser actores, y finalmente puede desagradar por circunstancias especiales cuando por ejemplo el que habla quiere hacer alarde de inoportuna erudición, o bien si la persona a quien se habla no puede perder mucho tiempo, o es de jerarquía más elevada.
Un cumplido muy florido y muy largo parece sospechoso, porque da a entender que se ha echado mano de los recursos oratorios para suplir la parvedad del sentimiento.
El cumplimiento debe tener un aire de espontaneidad, naturaleza y candor tal, que aquel a quien se dirige acabe por creer que sale del alma y es una demostración de lo que ésta siente.
Será siempre censurable el que elogia con el mismo calor una gorra elegante, una acción generosa, la belleza del cuerpo y la virtud del ánimo, la destreza de Cómodo en disparar el areo y el valor de Trajano en acaudillar un ejército. Los aduladores dan una prueba patente de creer que aquel a quien acarician es vano y arrogante, y además romo, de cortos alcances, y tan sencillo o simple, que es muy fácil cogerlo. Los cortesanos y los poetas han pasado siempre plaza de aduladores porque todo lo ponderan y lo convierten en beldades divinas y en paraísos.
"Los aduladores dan una prueba patente de creer que aquel a quien acarician es vano y arrogante"
El ciego deseo de alimentar con mentiras la vanidad ajena, descuella principalmente en los cumplidos cuyo objeto son los augurios, porque en estos casos la mentira no corre el riesgo de ser al punto descubierta y contrariada; y por esto al nacer un niño los poetas al unísono predican que será un héroe, y sobre todo que seguirá las gloriosas huellas de su padre. Es casi inútil recordar que un cumplido no debe en manera alguna acerbar los sentimientos de la persona a quien se dirige.
El mérito tiene su pudor como lo tiene la castidad, y por esto aunque sea natural la sensibilidad a los elogios, la delicadeza permite resistirse a oírlos y trunca con modestia el cumplido cuyo objeto es tributarlos; mas esto mismo debe hacerse con tacto, no sea que tu negativa a oír más alabanzas parezca una invitación a que las repitan. Al que te honra no le contestarás como hacen muchos; queréis burlaros de mi, pues esto es una ofensa cuando no una sandez común en las mujeres tontas, sino que, por ejemplo, puedes responder: "vuestra generosidad se complace en dar importancia a mis escasos trabajos; como estáis apasionado, veis con mucha facilidad mérito; vuestra benevolencia para conmigo dicta vuestras palabras, etc.".
En general una sencilla cortesía responde mejor a un elogio de la que podría hacerlo una mediocre excusa, o una fingida modestia. Es menester no avalorar el mérito del que habla por los elogios que te tributa, y acuérdate de que por un lado la urbanidad tributa alabanzas que no pasan de los labios, y por otro que quien te alaba con sinceridad no siempre da en lo verdadero. Acuérdate de Foción que cuando hablando en público era interrumpido por los aplausos del pueblo se volvía al amigo más inmediato y le preguntaba si había soltado alguna necedad.
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