Reglas de urbanidad para el hombre.
Las personas maleducadas no son bien vistas en sociedad y ni en cualquier otro ámbito,
Como estamos destinados a vivir en sociedad con los demás hombres, es menester que aprendamos no solo nuestras obligaciones en materia de probidad respecto de ellos, para no ser desterrados como malvados, sino también las reglas de urbanidad, para que no huyan de nuestro trato si somos rústicos y mal criados.
No hay en efecto cosa más enfadosa ni más cansada que una persona impolítica.
Así propondremos ahora un breve sumario de las principales reglas de urbanidad , advirtiendo que para practicarlas con acierto no basta saberlas, sino que es necesario reparar la naturalidad y libertad con que las observan las gentes bien criadas y hechas al trato; pues por lo regular los niños hasta que se sueltan con la comunicación de las gentes, las siguen con tanta nimiedad, que algunas veces se hacen ridículos, no acertando a aplicarlas a las circunstancias de personas, lugares, tiempos y compañía, que como varían infinitamente, no pueden precaverse en un tratado aun más extenso que este.
"Las reglas de urbanidad son fundamentales para todas las ocasiones y circunstancias de la vida cotidiana de las personas"
Mas no por esto han de dejar de aprender dichas reglas; pues sabiéndolas, podrán errar levemente en alguna ocasión imprevista, hasta que una ligera práctica se agregue a la especulativa; pero si las ignoran, errarán en todas ocasiones, y la más larga práctica no bastará a civilizarlos.
Debo añadir también que aunque muchas de estas reglas comprenden igualmente a toda clase de gentes, como son las que tratan del respeto a los superiores, afabilidad con los iguales e inferiores, prudencia y moderación en las conversaciones; otras, como las del aseo en el vestido, ropa y compañía, deben entenderse con proporción a las circunstancias y posibilidad; esto es, que un pobre, v. gr. (verbi gratia = por ejemplo, tal como) que no puede andar sin remiendos, ni mudarse a menudo como el rico, procure a lo menos estar en cuanto pueda curioso, y sin causar fastidio a los que le miran por su abandono y negligencia.
En fin, la prudencia ha de presidir a la inteligencia y práctica de las expresadas reglas de urbanidad que son las que se verán en los siguientes artículos de la web.
-
6290
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
En la mesa es donde con sus maneras y acciones acredita la relación que tiene la sociedad en las necesidades de la vida
-
Hay que evitar en todo caso la soberbia, la avaricia, la obscenidad en las palabras y en los hechos, la ira o cólera, la gula, la envidia, la pereza o poco apego al trabajo...
-
Pensar anticipado: hoy para mañana, y aun para muchos días.
-
En las casas de un hombre de elevada clase, es donde fácilmente se conocen los caracteres e inclinaciones de aquellos que las frecuentan.
-
Las leyes de la moral imponen al hombre que vive en sociedad, la obligación de ser prudente, discreto, circunspecto, indulgente.
-
Un bautismo es una fiesta para el padre, la madre, los abuelos y los niños
-
Cómo debe proceder una niña bien educada con estas personas.
-
Hablar sobre el aspecto de una persona, sobre sus andanzas o sobre cualquier otra cosa con mala intención no es de personas bien educadas.
-
Las personas desocupadas se dedican en los países civilizados a cultivar el talento con la lectura, o se entretienen en amenas e instructivas conversaciones.
-
Si no es un deber moral el no hacer daño a los animales, al menos es un deber sentimental.
-
Antes de sentaros a la mesa debéis lavaros las manos si no las tenéis muy limpias.
-
Las primeras dificultades que ocurren a los muchachos, y aún a algunos adultos que carecen de práctica, se fundan sobre el tratamiento que se ha de dar a la persona a quien se escribe.