
De gracia de los entendidos a ... Es felicidad juntar el aprecio con el afecto.
Los sabios hablan con el entendimiento, y así su alabanza causa una inmortal satisfacción.
281. Gracia de los entendidos. Más se estima el tibio sí de un varón singular que todo un aplauso común, porque regüeldos de aristas no alientan. Los sabios hablan con el entendimiento, y así su alabanza causa una inmortal satisfacción. Redujo el juicioso Antígono todo el teatro de su fama a solo Zenón, y llamaba Platón toda su escuela a Aristóteles. Atienden algunos a sólo llenar el estómago, aunque sea de broza vulgar. Hasta los soberanos han menester a los que escriben, y teman más sus plumas que las feas los pinceles.
282. Usar de la ausencia: o para el respeto, o para la estimación. Si la presencia disminuye la fama, la ausencia la aumenta. El que ausente fue tenido por león, presente fue ridículo parto de los montes. Deslústranse las prendas si se rozan, porque se ve antes la corteza del exterior que la mucha sustancia del ánimo. Adelántase más la imaginación que la vista, y el engaño, que entra de ordinario por el oído, viene a salir por los ojos. El que se conserva en el centro de su opinión conserva la reputación; que aun la fénix se vale del retiro para el decoro, y del deseo para el aprecio.
283. Hombre de inventiva a lo cuerdo. Arguye exceso de ingenio, pero ¿cuál será sin el grano de demencia?. La inventiva es de ingeniosos; la buena elección, de prudentes. Es también de gracia, y más rara, porque el elegir bien lo consiguieron muchos; el inventar bien, pocos, y los primeros en excelencia y en tiempo. Es lisonjera la novedad, y si feliz, da dos realces a lo bueno. En los asuntos del juicio es peligrosa por lo paradojo; en los del ingenio, loable; y si acertadas, una y otra plausibles.
284. No sea entremetido, y no será desairado. Estímese, si quisiere que le estimen. Sea antes avaro que pródigo de sí. Llegue deseado, y será bien recibido. Nunca venga sino llamado, ni vaya sino embiado. El que se empeña por sí, si sale mal, se carga todo el odio sobre sí; y si sale bien, no consigue el agradecimiento. Es el entremetido terrero de desprecios, y por lo mismo que se introduce con desvergüenza es tripulado en confusión.
285. No perecer de desdicha ajena. Conozca al que está en el lodo, y note que le reclamará para hacer consuelo del recíproco mal. Buscan quien les ayude a llevar la desdicha, y los que en la prosperidad le daban espaldas, ahora la mano. Es menester gran tiento con los que se ahogan para acudir al remedio sin peligro.
286. No dejarse obligar del todo, ni de todos, que sería ser esclavo y común. Nacieron unos más dichosos que otros, aquellos para hacer bien y estos para recibirle. Más preciosa es la libertad que la dádiva, porque se pierde. Guste más que dependan de él muchos que no depender él de uno. No tiene otra comodidad el mando sino el poder hacer más bien. Sobre todo, no tenga por favor la obligación en que se mete, y las más veces la diligenciará la astucia ajena para prevenirle.
287. Nunca obrar apasionado: todo lo errará. No obre por sí quien no está en sí, y la pasión siempre destierra la razón. Sustituya entonces un tercero prudente, que lo será, si desapasionado: siempre ven más los que miran que los que juegan, porque no se apasionan. En conociéndose alterado, toque a retirar la cordura, porque no acabe de encendérsele la sangre, que todo lo ejecutará sangriento, y en poco rato dará materia para muchos días de confusión suya y murmuración ajena.
288. Vivir a la ocasión. El gobernar, el discurrir, todo ha de ser al caso. Querer cuando se puede, que la sazón y el tiempo a nadie aguardan. No vaya por generalidades en el vivir, si ya no fuere en favor de la virtud, ni intime leyes precisas al querer, que habrá de beber mañana del agua que desprecia hoy. Hay algunos tan paradojamente impertinentes, que pretenden que todas las circunstancias del acierto se ajusten a su manía, y no al contrario. Mas el sabio sabe que el norte de la prudencia consiste en portarse a la ocasión.
289. El mayor desdoro de un hombre: es dar muestras de que es hombre. Déjanle de tener por divino el día que le ven muy humano. La liviandad es el mayor contraste de la reputación. Así como el varón recatado es tenido por más que hombre, así el liviano por menos que hombre. No hay vicio que más desautorice, porque la liviandad se opone frente a frente a la gravedad. Hombre liviano no puede ser de sustancia, y más si fuere anciano, donde la edad le obliga a la cordura. Y con ser este desdoro tan de muchos, no le quita el estar singularmente desautorizado.
290. Es felicidad juntar el aprecio con el afecto: no ser muy amado para conservar el respeto. Más atrevido es el amor que el odio; afición y veneración no se juntan bien; y aunque, no ha de ser uno muy temido ni muy querido. El amor introduce la llaneza, y al paso que ésta entra, sale la estimación. Sea amado antes apreciativamente que afectivamente, que es amor muy de personas.
-
1222
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
El escoger la pieza y la designación de actores son cosas delicadas, que reclaman todo el tacto de la dueña de la casa.
-
Cuando queramos dar una reunión, convidaremos verbalmente a las personas de nuestra confianza, y por escrito a las de etiqueta.
-
Es totalmente contrario a la cortesía pedir de beber el primero, a menos que sea uno el más importante de los comensales.
-
Los deberes del que visita resultan del objeto que se propone, el cual no es otro que causar una nueva sensación agradable al visitado.
-
La distinción de las tarjetas consiste en ser de muy buena cartulina flexible, sin adornos, de una letra sencilla
-
No es lo malo escrutar; lo malo es que el afán de investigación se traduzca en juicios críticos, en comentarios que única y exclusivamente pueden redundar en daño ajeno
-
Los embajadores extranjeros son particularmente invitados a las fiestas nacionales y de la corte.
-
Comentario de Julia Valera sobre la obra de Erasmo de Rotterdam "De la urbanidad en las maneras de los niños" -De civilitate morum puerilium-.
-
Hablar sobre el aspecto de una persona, sobre sus andanzas o sobre cualquier otra cosa con mala intención no es de personas bien educadas.
-
Al dirigirnos a una persona de respeto o con la cual no tenemos mucha familiaridad, en vez del ponombre "yo" se dice un "servidor de Vd."
-
Antes de sentaros a la mesa debéis lavaros las manos si no las tenéis muy limpias.
-
Hay personas que molestan con sus palabras o con sus acciones. A estas personas se les suele denominar impertinentes.