Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". VIII.
Comentario de Julia Valera sobre la obra de Erasmo de Rotterdam "De la urbanidad en las maneras de los niños" -De civilitate morum puerilium-.
Amorrortu. Buenos Aires, 1981 (edición original inglesa, 1959), p. 86. Una perfecta ilustración literaria de las tesis de Goffman es la magnifica novela de THOMAS MANN Confesiones del estafador Felix Krull.).
Para Goffman es la presencia de esta variada gama de recursos escénicos lo que distingue el sistema de vida de las clases medias del de las clases bajas. Evidentemente, la etiqueta y la representación imponen ciertos tributos, ya que cuanto más elevada sea la posición de una persona en la pirámide social, menor será el número de interlocutores con los que podrá portarse con familiaridad y mayores las exigencias sociales para que adapte su conducta a las normas de cortesía y decoro que por su posición le corresponden. Claro, que esos "dulces" tributos no tienen nada que ver con los que pagan quienes ocupan los puestos más bajos de la sociedad en internados e instituciones totalitarias: la imaginación no tiene cabida en un mundo en el que los papeles a representar están rígidamente codificados (En este sentido, y como reconoce el propio Goffman, su obra Asylums (Internados en castellano) constituye el reverso de La presentación de la persona en la vida cotidiana.).
En la década de los setenta han surgido varios trabajos que amplían el campo de análisis. Es precisamente entonces cuando se redescubre la obra de Norbert Elias y cuando pensadores como Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Luc Boltanski, entre otros, avanzan toda una serie de materiales destinados a mostrar que las relaciones de poder penetran los cuerpos y que la desigual distribución de las propiedades corporales entre los grupos sociales se realiza en virtud de mediaciones tales como las condiciones de trabajo, los hábitos alimenticios, el gusto estético y, en general, a través de las distintas formas de socialización. Son estos estudios los que han contribuido a cuestionar la definición dominante de los usos correctos del cuerpo mediante la cual nuevas fracciones de la burguesía erigen en norma universal sus formas de vivir y de manifestarse.
Michel Foucault muestra cómo las disciplinas constituyen un arte del cuerpo humano destinado a fabricar sujetos útiles y dóciles. La minuciosidad de los reglamentos, las inspecciones, el control de pequeñas parcelas de la vida tendrán por objeto la obtención de individuos disciplinados y sumisos. A partir esencialmente del siglo XVIII se instaura una codificación instrumental de los cuerpos, una sintaxis de gestos y movimientos que harán posible el nacimiento del proletariado en tanto que cuerpo productivo (Sobre este tema véase el sugestivo estudio de DIDIER DELEULE y FRANÇOIS GUERY: Le corps productif. Maison Mame. París, 1972.).
La domesticación de la fuerza de trabajo, el control de las condiciones de vida de las clases populares, la canalización de su fuerza y el moldeamiento de sus cuerpos pasa por un enjambre de instituciones disciplinarias en donde la anatomía del cuerpo constituye una pieza central. En realidad, tales programas ortopédicos son el reverso de las normas de civilidad y distinción destinadas a dar lustre y esplendor a quienes por su elevado origen aparecen como los destinatarios "naturales" de los más elevados destinos.
"Es preciso en principio descartar -escribe Foucault- una tesis muy extendida según la cual el poder en nuestras sociedades burguesas y capitalistas habría negado la realidad del cuerpo en provecho del alma, de la conciencia, de la idealidad. En efecto, nada es más material, más físico, más corporal que el ejercicio del poder... ¿Cuál es el tipo de inversión sobre el cuerpo que es preciso y suficiente para el funcionamiento de una sociedad capitalista como la nuestra? Pienso que desde comienzos del siglo XVIII hasta comienzos del XX se ha creído que la dominación del cuerpo por el poder debía ser pesada, maciza, constante, meticulosa. De ahí esos regímenes disciplinarios formidables que uno encuentra en las escuelas, los hospitales, los cuarteles, los talleres, las ciudades, los inmuebles, las familias... y después, a partir de los años sesenta de este siglo, se da uno cuenta de que este poder tan pesado no era tan indispensable como parecía, que las sociedades industriales pueden contentarse con un poder sobre el cuerpo mucho más relajado. Se descubre entonces que los controles de la sexualidad podían atenuarse y adoptar otras formas. Queda por estudiar de qué cuerpo tiene necesidad la sociedad actual (MICHEL FOUCAULT: Microfísica del poder. La Piqueta. Madrid, 1980, pp. 105-106.)".
Pierre Bourdieu ha intentado avanzar algunas hipótesis sobre la necesidad a la que alude Foucault. En La distinción, sirviéndose de una afinada metodología, analiza cómo se configura la hexis corporal en relación al gusto estético, la alimentación, la vestimenta, el deporte, la moda, la educación, es decir, refiriéndose a los distintos estilos de vida de las diferentes clases sociales.
La experiencia de vivir y de percibir el propio cuerpo desde la gracia, la soltura, la seguridad y el encanto, o, a la inversa, desde la torpeza, la timidez, la inseguridad y el embarazo, se manifiesta con probabilidades distintas según la posición social que se ocupe; y depende del poder de imponer a los otros como representación objetiva del cuerpo la representación que uno se hace de sí mismo. Esta imposición resulta más fácil cuando la visión dominante del cuerpo y de sus usos es desconocida como tal, cuando se percibe no como arbitraria, sino como natural.
Una de las finalidades del importante trabajo de Bourdieu es contribuir a evitar el reconocimiento que implica tal desconocimiento.
En La distinción existen páginas especialmente lúcidas destinadas a poner en evidencia cómo determinados especialistas, "con la convicción íntima del desinterés que está en el fondo de todo proselitismo", contribuyen en la actualidad a definir los usos legítimos del cuerpo. "Médicos y dietéticos que imponen con la autoridad de la ciencia su definición de la normalidad, tablas de relaciones entre el peso y la talla del hombre normal, regímenes alimenticios equilibrados, o modelos de satisfacción sexual; modistos que sancionan el buen gusto tomando como punto de referencia las imposibles medidas de los maniquís; publicitarios que encuentran en los nuevos usos obligados del cuerpo la ocasión para lanzar numerosas llamadas al orden (vigilad el peso, etc.); periodistas que hacen ver y valer su propio arte de vivir en las publicaciones y revistas femeninas; todos, en fin, concurren, en la concurrencia que a veces les enfrenta, a hacer progresar una causa a la que sirven bien, porque no siempre tienen conciencia de servirla, ni incluso de servirse a sí mismos a través de ella. No puede comprenderse la aparición de esta nueva pequeña burguesía que pone, al servicio de su función de intermediaria entre las clases, nuevos instrumentos de manipulación (...), más que refiriéndose a las transformaciones del modo de dominación. Y así sustituye la represión por la seducción, la fuerza pública por las relaciones públicas, la autoridad por la publicidad, las maneras duras por las maneras dulces, y espera la integración simbólica de las clases dominadas más de la imposición de necesidades que de la inculcación de normas (PIERRE BOURDIEU: La distinction. Critique sociale du jugement. Minuit. París, 1979, p. 172.)".
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". I.
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". II.
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". III.
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". IV.
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". V.
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". VI.
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". VII.
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". VIII.
- Comentario sobre "La urbanidad en las maneras de los niños". IX.
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