
Cartas consiliarias.
No hay cosa más fácil, como ya se ha dicho, que dar consejos, ni más difícil que tomarlos.
Cartas consiliarias.
No hay cosa más fácil, como ya se ha dicho, que dar consejos, ni más difícil que tomarlos. Todos estamos obligados a dar buen consejo al que lo ha menester, y en especial cuando se nos pide; pero cuando no se piden, ni se apetecen, es a veces necesario abstenerse de ello, o si se viere ser la necesidad urgente, deberán darse los consejos con el posible disimulo, ora disfrazándolos con la máscara de divertidas anécdotas, ora revistiéndolos de una jovialidad festiva, y ora finalmente ofreciendo rasgos de las virtudes opuestas a los vicios que se quiere contrastar.
Regularmente son mucho mejor admitidos estos consejos que los que se dan en un estilo dogmático, árido y de misionero, en el cual únicamente los admiten los buenos, que son los que menos necesitan de ellos; que a los demás les chocan, les cansan y les festidian.
Por esto se dijo: "canendo et ridendo corrigo mores", y hay quien es de opinión, que un teatro bien dirigido produce mejores efectos en la sana moral, que una misión. Porque ala misión van pocos o ningún libertino, y al teatro van a divertirse, y reciben lecciones muy saludables, y que les causan muchas mayores impresiones, por ver todos nuestros hechos puestos en acción; cosa bien diferente de oírlos por referencia.
En virtud de esto se tiene por defecto en todo poema dramático el sembrar a cada paso máximas de moral en un estilo dogmático; sino es que deben estas mismas máximas ponerse en acción, a fin de agradar a los espectadores. Igual cuidado es preciso poner en las cartas consiliarias, y en especial cuando no se han pedido los consejos.
Todo el que está encenagado en uno o en muchos vicios solo gusta de aquello que le adula sus pasiones, y aborrece toda reflexión que las contradiga. Es necesario, como dice el Taso, endulzar al niño el borde del vaso para hacerle beber el amargo licor que le da la salud y la vida.
El estilo de estas cartas sigue las reglas generalmente establecidas; y su carácter será en estas materias áridas de suyo, tanto más apreciable si se le puede amenizar algún tanto con una jovialidad festiva, y con graciosos chistes.
-
17381
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
No hay que tomar la costumbre, sin embargo, de escupir con demasiada frecuencia y sin necesidad, lo que no sólo es muy descortés sino que además repugna e incomoda a todo el mundo
-
Una persona distinguida sabe en el interior de la casa, dentro de la intimidad y la confianza, guardar las reglas del buen tono.
-
Debe ir a dar la bienvenida a los vecinos recién llegados. Lo ideal es que esta visita se haga durante las primeras veinticuatro horas de estancia en la nueva residencia.
-
Servicio de mesa. Los manjares que se sirven con cuchara y se cortan en rodajas o lonchas. Los aderezos.
-
Los niños que asisten a la misa u otras ceremonias deben conocer sus obligaciones y aprender la forma correcta de comportarse
-
El gesticular mucho con las manos cuando se habla con algunos es uso de aquellos que hablan mucho y dicen poco.
-
El corte de la piezas de carne era una arte muy apreciado en la sociedad de principios del siglo XX
-
Por más duros y poco armoniosos que sean los versos que recite, flojos o aprosados, no importa; escuchad con atención, y no os durmáis porque sería la mayor grosería.
-
Entre personas de respeto se deben guardar ciertas normas o reglas de urbanidad que no se deben descuidar.
-
El hábito es una segunda naturaleza, y lo que nos parezca imposible al principio, nos será sumamente fácil con el tiempo.
-
La institutriz, persona de carrera y de educación distinguida, se considera siempre como parte de la familia.
-
A los numerosos juramentos falsos abrió mucho campo la ignorancia, porque como casi nadie sabia escribir y no pudiendo consignárselos actos y documentos escritos, fue preciso confiar enteramente en la prueba testimonial y abusaron de ella.