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Dar la mano.

Hay quienes saben adivinar qué perfume lleva una señora por lo bien que huela.

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Del saludo dando la mano al beso social... con maquillaje incluido

Cuando tengo que asistir a un cóctel, sarao, exposición o presentación de algo, al regresar a casa observo que a través de las gafas lo veo todo como borroso. Y no es que me haya puesto hasta la corcha de copas, que no bebo: es que tengo los cristales de las gafas sucios y zarrapastrosos. Entro en casa, me quito los espejuelos, miro sus cristales al trasluz del cuarto de baño y no falla: lo veía todo tan borroso porque me he traído, como siempre, todo el maquillaje de las señoras besuconas en las gafas. Las señoras no solamente te pegan el par de besos de rigor, muá, muá, sino que, al hacerlo, te dejan todo el maquillaje en los cristales de las gafas.

Hay quienes saben adivinar qué perfume lleva una señora por lo bien que huela, y yo intento hacer un cursillo acelerado de cosmética, y me estudio la publicidad del Hola, a ver si consigo que cuando esté limpiando las gafas después de un sarao, pueda ir recordando a las que me besaron al saludarme según los rastros que me dejaron en las gafas:

- Pues este Estée Lauder debe de ser de Pepita. Y este rastro de Clinique es de Carmen. Y seguro que este Lancôme, de Lola...

Por eso me gustan las señoras no besuconas, por lo que te ahorras luego en limpieza de gafas. Y porque no te dejan en la situación desairada de la mano tendida. Ves a una señora conocida, le tiendes la mano y, ¡zas!, allá que te deja la mano plantada y se te tira a la cara directamente: el par de besos.

Nada digo de los que vamos por el plan antiguo y tenemos la vetusta costumbre de besar a las señoras donde se debe, esto es, en la mano. Vas a besar la mano de una señora y la situación es más ridícula aún, porque te echa como un pulso. Cuando empiezas a inclinarte para tomarle la mano y besársela, ¡zas!, te coge con ella la tuya, te levanta a la altura de su cara y, muá, muá, los dos besos de reglamento. Creo que no van tanto al gimnasio para el estiramiento y el mantenimiento como para estar en forma para el levantamiento de caballeros que se inclinan con la vana pretensión de besarles la mano.

He dicho dos besos, que son los de reglamento en España. El uso de las nuevas normas de urbanidad dice que si le das un solo beso a una señora parece como si le hicieras un desprecio. Aún estamos cortos en número. Si en España me quedo siempre perplejo cuando voy a dar la mano o a besársela a una señora y te larga un par de besos, en Suiza es que ya quedas completamente abrumado. Estás por el segundo beso cuando la señora, plas, te larga el tercero, que es allí la costumbre. Considerando que los tres se estilan en Suiza, supongo que el número de besos a las señoras debe ser directamente proporcional a los niveles de prosperidad y de renta. A países más ricos, más besos.

A este paso, a la única señora que no besaremos al saludarla será a Su Majestad la Reina. La Reina tiene una mano derecha que ni la de José Tomás con la muleta, parando, templando y mandando. En los besamanos regios, esa mano derecha de la Reina da todo un curso del arte de las distancias y de los tiempos. En la cuesta abajo general de las costumbres, lo de menos ahora es lo de más. Me explico: lo raro, inusual, reverencial, es dar la mano a una señora o besársela. Para eso tiene que ser Reina de España. De la Reina abajo, todas te dejan cortado y te pegan el par de besos.

Por eso me encanta lo que me comentaron de una señora que admiro, cuya elegancia es tal que puede ponerse pantalones cuando lo tenga por conveniente y con lo que le salga del alma. Hablo de Trini Fierro. La gente comenta. Estuve en un acto social de besuqueos y la gente no hablaba de otra cosa que de Trini Fierro:

- Qué maravillosa es Trini... ¿Pues no que es la única que no da besos a los señores, sino que muy digna y sin perder la compostura les echa la mano por delante y les para el besuqueo?

- ¡Digo! Di que sí, Trini: la mano por delante. Como José Tomás. O como una reina.

 

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