El protocolo de la sal. ¿Cómo ofrecer la sal en la mesa?
El salero clásico, el de los agujeritos, tal y como lo conocemos hoy en día, es un 'invento' relativamente reciente
Una pizquita de sal: cómo nos servimos la sal
Sal es una palabra que define tanto al producto que se utiliza para condimentar alimentos, como a la persona que tiene agudeza, donaire, chiste en el habla. A la persona que tiene una cierta gracia, ingenio y desparpajo se la dice que tiene salero. Por eso la sal es tan importante en nuestras vidas. Tanto en el terreno gastronómico como en el de las relaciones sociales y personales.
La forma de ofrecer la sal en la mesa en la actualidad es bien conocida por todo el mundo: consiste en poner un salero en la mesa cada x número de invitados. Pero no siempre ha sido así la forma de colocar y ofrecer la sal en la mesa.
¿Qué es un salero?
El salero, es un pequeño recipiente con unos agujeritos en su 'cabeza' por donde sale la sal cuando se invierte su posición. Es un elemento que no suele faltar en ninguna mesa. Pero en otros tiempos la sal no se ofrecía en estos cómodos 'recipientes'. El salero clásico, el de los agujeritos, tal y como lo conocemos hoy en día, es un 'invento' relativamente reciente. Lo podemos situar, aproximadamente, a principios de los años 20 -del siglo XX-.
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La sal: el 'oro blanco'
La importancia de la sal, tan denostada hoy en día por sus efectos negativos para la salud -en otras épocas era considerada la reina de las mesas- siempre fue una sustancia con un gran valor. El salero tenía una gran importancia tanto como contenedor de la sal como objeto material de gran valor y 'significado'. La sal era símbolo de la amistad y un valor importante para mejorar el gusto de los alimentos, así como para alargar su conservación. De hecho el término salario -dinero que recibe una persona por su trabajo- tiene una relación directa y etimológica con la sal.
El 'protocolo' para servirse la sal
En tiempos pasados había una regla de etiqueta muy importante: la sal no se debía tomar con los dedos. No era un gesto considerado de buena educación.
Durante mucho tiempo la forma correcta, y generalmente admitida, de tomar la sal era hacerlo con la punta del cuchillo. Se introducía la punta del cuchillo en el recipiente de la sal y se espolvoreaba por encima del alimento que se deseaba condimentar-salar.
Posteriormente, llegaron los saleros de lujo, que además de cumplir una función práctica, también tenían un uso decorativo y estético. De estos saleros la sal se tomaba con una cucharita. La punta del cuchillo ya no era lo que se llevaba en las mesas más 'educadas'.
En los banquetes importantes, la sal se servía al principio del todo, antes que la bebida y los alimentos. Se colocaba un salero por cada grupo de invitados.
El 'Libro de guisados' del catalán Ruperto de Nola en su edición castellana de 1525 recuerda que "en la mesa lo primero que se debe poner es el salero, y luego los paños de mesa y los cuchillos, y esto acabado de lavarse el señor, y quitada la tobaja en que se enjugó las manos, con una muy gentil reverencia y rodilla bien hecha".
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En las grandes casas de las clases más acomodadas la sal al igual que los alimentos se disponía en un lujoso recipiente que podía ser de plata repujada, oro, cristal, madera tallada o porcelana. No era simple un elemento prático -contener la sal- sino que era un objeto decorativo más de la mesa. Estos saleros eran muy parecidos a los azucareros. Solían ser recipientes abiertos con o sin tapa, y acompañados de una cucharita utilizada para servirse la sal. Como en el caso de las fuentes comunes, no se sirve uno nunca de fuentes o recipientes comunes con sus propios cubiertos.
A partir de la segunda década del siglo XX, la sal de mesa se empezó a vender refinada y mezclada con algún tipo de antiapelmazante, como por ejemplo el carbonato de magnesio. Un truco casero para evitar que la sal se apelmace en el salero es añadirle unos granos de arroz para que absorba la humedad.
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