
Cultura y protocolo.
El comportamiento en los espacios públicos requiere de un mínimo conocimiento de las reglas de la buena educación.
Cultura y protocolo.
Los protocolos son, por supuesto, arbitrarios y convencionales. Pero a ningún empresario, diplomático o funcionario gubernamental se le ocurriría concurrir a una cena sin haber averiguado primero el uso aceptado -en esa comunidad- de los cubiertos para pescado o de servilletas, copas y mondadientes. Y, desde ya, si fuera a la cancha por primera vez, se preocuparía por saber de antemano usos y costumbres, tanto en cuanto a la vestimenta adecuada como a las cosas que debería o no gritar en tal circunstancia.
Por algún motivo, la concurrencia a conciertos de música clásica no despierta en cierto sector social los mismos pruritos. Tanto en los conciertos organizados por el Colón, a los que concurre una profusa pléyade de invitados cercanos al partido gobernante en la ciudad, ligados a la política, la economía o la farándula, como en los del Mozarteum Argentino (con una notable diferencia entre los asistentes al primer ciclo, que incluye a los patrocinantes, y los del segundo, infinitamente más civilizados) se observan conductas que, de no ser realmente molestas para el público que concurre a escuchar música, podrían ser pintorescas y hasta graciosas, desde las toses y carrasperas que decoran cada pianissimo musical, y los celulares, que sus propietarios no juzgan necesario apagar, hasta sorprendentes botellitas plásticas de agua que, como si se tratara de un gimnasio, los yuppies del caso abren y cierran y manipulan durante el concierto. Y, obviamente, los consabidos aplausos fuera de lugar.
Se trata, simplemente, de una convención que, además, no es inmutable. En la época de Mozart se aplaudía después de cada movimiento e, incluso, en las partes de la obra que el público consideraba adecuado festejar. Pero hace unos ciento cincuenta años que no es así. Desde la cristalización de la idea de la obra musical como relato integrado, los aplausos se reservaron para el final. Bastaría como ejemplo el cuento genial en que la escritora Carson McCullers narra cómo la vida social de un empeñoso prohombre sureño se termina cuando aplaude al final del primer movimiento de una sonata de Chopin, en un concierto que, para colmo, había patrocinado. Ninguna de estas transgresiones a las normas de comportamiento convencionales durante un concierto son graves en sí. Y, por cierto, serían incluso saludables si se tratara de conciertos populares y revelaran la asistencia de un numeroso público nuevo. Pero, tratándose de un sector social que se jacta de su conocimiento y respeto de ciertas convenciones, sería deseable que ampliara su celo a las que atañen a la cultura. No estaría de más que el Mozarteum repartiera a sus invitados un instructivo al respecto. Y, de paso, también sería tiempo de que el Colón contemplara la posibilidad de inhabilitar, tal como se ha hecho en otros teatros del mundo, la señal de celular en su interior.
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Intentar ser educado, simpático y prudente al mismo tiempo es algo que se consigue a base de práctica, de ensayos, muchos de los cuales fracasaron y tuvieron la humildad de corregirse a sí mismos
-
Las propinas se dan en función de la valoración del servicio que uno haya obtenido. Cada cliente tiene su propia valoración sobre el servicio recibido
-
La omnipresencia del teléfono celular está cambiando nuestras vidas y la forma de relacionamos con los demás
-
La papelera cumple una finalidad determinada y tenemos que acostumbrarnos a utilizarla tan a menudo como sea necesario
-
Claro que sabemos que nuestro sistema está lejos de ser perfecto (aunque es el más viejo y de los más caros del mundo), pero aún así nos gusta pensar que hacemos muchas cosas bien
-
La sauna es un lugar para descansar y estar relajado. Un remanso de paz para alejarse del ajetreo diario, del cansancio y de otras situaciones
-
Cuando se acompaña a una persona de edad en un paseo, se debe acomodar el paso al suyo.
-
Los buenos modales al volante brillan por su ausencia. Perder los papeles cuando conducimos es algo que podemos comprobar con relativa frecuencia
-
Dejar una propina es una costumbre bastante extendida en muchos países del mundo, pero no es algo universal
-
Todo buen fumador debe saber, no solo elegir un buen tabaco, sino tener respeto por las personas que están a su lado
-
Las gafas de sol, en la mayor parte de los casos, tienen una función de protección de las exposiciones al sol de nuestros ojos
-
En muchas ocasiones debe uno ponerse en la piel de los demás para tratar de comprender lo que puede sentir